cuando se pide uno.
Yo siempre habia mirado con cierta lastima a quienes pedian un descafeinado. No queria ser contemplado, ahora, de la misma manera. No por gente que me conociera, como minimo. Por eso eludia ir a mi bar habitual por la tarde.
Tome el cafe, encendi un Marlboro y me lo fume sentado en una vieja mesita con la superficie de formica. Luego desanduve las cinco manzanas y regrese al despacho.
Por lo que recordaba, debia tratarse de una tarde bastante tranquila: una sola cita. Con la senora Cassano, que al dia siguiente seria procesada por malos tratos al marido.
Durante anos, este senor, segun la acusacion, regresaba a casa de su trabajo y se oia llamar, en el mejor de los casos, miserable fracasado de mierda. Durante anos habia estado obligado a entregar el sueldo a su mujer, pudiendo disponer solo de alguna calderilla para los cigarrillos y otros pequenos gastos personales. Durante anos habia sido humillado en las reuniones de familia y frente a sus pocos amigos. En bastantes ocasiones habia sido golpeado y tambien se habia llevado escupitajos en la cara.
Un dia el ya no pudo aguantar mas. Habia encontrado la fuerza para marcharse de casa y habia denunciado a su mujer, pidiendo la separacion con adeudo.
Ella me habia elegido a mi como abogado y aquella tarde la esperaba para definir los detalles de la defensa.
Cuando llegue, Maria Teresa me dijo que la bruja aun no habia llegado. En cambio, desde hacia media hora me esperaba una mujer de color. No tenia cita, pero -decia- se trataba de una cosa muy importante. Como siempre.
Esperaba en la salita. Eche un vistazo por la puerta entreabierta y vi a una muchacha imponente, con un rostro hermoso pero severo. No debia de tener mas de treinta anos.
Le dije a Maria Teresa que la hiciera entrar a mi despacho al cabo de dos minutos. Me quite la americana, me acerque a la mesa, encendi un cigarrillo y la mujer entro.
Espero a que le dijera que se sentara y con voz casi sin acento alguno dijo: «Gracias, abogado». Siempre tenia dudas, con los clientes extranjeros, sobre si utilizar el
Por la manera en que la mujer pronuncio «gracias, abogado» supe enseguida que podia hablarle de usted sin ninguna dificultad de cara a ser comprendido.
Cuando le pregunte cual era su problema me entrego unos papeles grapados, con el encabezamiento «Oficina del juez para las investigaciones preliminares, orden de prision preventiva».
Droga, pense inmediatamente. Su hombre es un traficante. Luego, sin embargo, casi con la misma rapidez, me parecio imposible.
Todos nosotros actuamos en base a estereotipos. Quien dice que no es verdad es un mentiroso. El primer estereotipo me habia sugerido la siguiente secuencia: africano, prision preventiva, droga. Los africanos son arrestados sobre todo por este motivo.
En seguida habia entrado en accion el segundo estereotipo. La mujer tenia un aspecto aristocratico y no parecia la mujer de un traficante.
Tenia razon. Su companero no habia sido arrestado por droga, sino por el secuestro y el homicidio de un nino de nueve anos. Los cargos de la orden eran breves, burocraticos y terrorificos. Abdou Thiam, ciudadano del Senegal, era acusado:
Francesco, nueve anos, habia desaparecido una tarde mientras jugaba a futbol el solo, en una explanada delante del chalet de los abuelos junto al mar, en una zona de Monopoli en el sur de la provincia.
Dos dias despues, el cadaver del nino habia sido hallado en un pozo, veinte kilometros mas al norte, en los campos de Polignano.
El forense que habia efectuado la autopsia no habia sido capaz ni de afirmar ni de negar el hecho de que el nino hubiera sufrido abusos sexuales.
Conocia a aquel forense. No habria sido capaz de decir si un nino -ni tampoco un adulto o un anciano- habia sido violado aunque hubiera contemplado el estupro.
Las investigaciones se habian orientado desde el principio siguiendo la pista del homicidio de caracter sexual. La pista de la pedofilia.
Cuatro dias despues del hallazgo del cadaver, los carabineros y el fiscal habian contado triunfalmente en una rueda de prensa que el caso habia sido resuelto.
El culpable era Abdou Thiam, vendedor ambulante senegales de treinta y un anos. Estaba en Italia con permiso regular de residencia y tenia algun precedente nimio por delitos relacionados con marcas falsificadas. En concreto: ademas de la mercancia normal, vendia falsas Vuitton, falsas Hogan, falsos Cartier. En verano en las playas, en invierno en los mercados y por las calles.
Las pruebas que le acusaban eran demoledoras, segun los investigadores. Numerosos testigos habian dicho que lo habian visto hablar, en varias ocasiones y tambien durante mucho tiempo, en la playa con el pequeno Francesco. El responsable de un bar, al lado de la casa de los abuelos del nino, habia visto a Abdou caminar, sin su habitual saco de mercancias mas o menos falsificadas, pocos minutos antes de la desaparicion del nino.
El senegales que compartia la casa con Abdou, interrogado por los carabineros, habia contado que en aquellos dias -no habia sido capaz de decir con precision en
Otro senegales, tambien vendedor ambulante, habia dicho que el dia de la desaparicion del nino, Abdou no habia sido visto en la playa habitual. Tambien esto fue considerado -precisamente- como un dato incriminatorio.
Abdou fue interrogado por el fiscal y cayo en numerosas y graves contradicciones. Al final del interrogatorio fue detenido por secuestro y homicidio. No le acusaron de violencia carnal porque no habia pruebas de que el nino hubiera sido violado.