– ?Que creeis que le echaran?

– Tatata-tatata-tatata.

– No. Eso no lo haran.

Llegaron las cervezas. Silenciosa, reverentemente, alzaron las jarras y las hicieron chocar entre si con escasa conviccion. El pasado, el futuro, el final de las cosas, el inicio de las cosas… Bebieron todos un largo primer sorbo.

– Entonces, ?que? ?Aqui no nos cargamos a nadie?

– ?Que cinico eres, Atanas!

– ?Yo? ?Cinico yo? Soy tan poco cinico, que solo deseaba que le pusieran de espaldas a un muro y le fusilaran.

– Tenia que haber un juicio. No podian limitarse a decirle: vayase, diremos que esta enfermo. Eso es lo que solian hacer los comunistas.

– Pero no fue justo el juicio, ?o si? Lo que le ha hecho a este pais no lo puedes expresar en terminos de delito. Deberia haberse hablado de mas cosas, de como corrompio todo cuanto tocaba. Todo cuanto nosotros tocamos tambien: la tierra, la hierba, las piedras… De como mintio siempre, automaticamente, por sistema, como un reflejo, y como nos enseno a todos a mentir. De como hizo que la gente ya no pueda confiar en nadie facilmente. De como corrompio incluso las palabras que salen de nuestras bocas.

– La mia no la ha corrompido, ?eh? ?Ese jodido cabron mentiroso chorizo comemierda!

– Me gustaria que te lo tomaras en serio alguna vez, Atanas. Ya esta bien.

– Pensaba que era parte de eso, Vera.

– ?Parte de que?

– ?Pues de la libertad! Libertad de no ponernos serios. Nunca mas. Nunca, nunca, si no lo deseas. ?No tengo derecho a ser frivolo el resto de mi vida, si eso es lo que quiero?

– Ya eras asi de frivolo antes, Atanas; antes del cambio.

– Pero entonces era un comportamiento antisocial. Gamberrismo. Ahora es mi derecho constitucional.

– ?Para eso hemos estado luchando? ?Por el derecho de Atanas a ser frivolo?

– Tal vez ya es bastante para empezar, por el momento.

El dia antes de que se hiciera publica la sentencia en la causa criminal numero 1, Peter Solinsky fue a ver a Stoyo Petkanov por ultima vez. El anciano estaba de pie dentro del semicirculo pintado, con la nariz pegada a los cristales de la ventana. El soldado de guardia habia recibido instrucciones para no aplicar mas aquella restriccion. Dejemosle ahora que contemple la vista, si lo desea. Dejemosle contemplar desde lo alto la ciudad que en otro tiempo goberno.

Estaban sentados frente a frente, con la mesa por medio, mientras Petkanov leia el fallo del tribunal como si tratara de encontrar alguna irregularidad en el. Treinta anos de destierro en el propio pais. Eso le enterraria. Confiscacion de sus bienes personales por parte del Estado. Eso lo encontraba normal, casi comodo. Habia empezado sin nada, y acabaria de la misma forma. Se encogio de hombros y dejo el papel en la mesa.

– No me habeis quitado mis medallas y galardones.

– Consideramos que deberia conservarlos.

Petkanov rezongo.

– En fin… Y tu ?como estas, Peter? -Sonreia ahora al fiscal con una insensata despreocupacion, como si su vida estuviera a punto de recomenzar: una vida cuajada de excursiones, de proyectos y locas aventuras.

– ?Que como estoy? -Agotado, en primer lugar. Si sentias esta amarga, esta obsesiva sensacion de cansancio, tras conseguir lo que querias, sabiendo que tu pais habia sido liberado y tu carrera profesional tocada por el exito, ?como seria el cansancio de la derrota? Su inicial euforia de triunfo se habia vaciado como el agua de una banera-. ?Como estoy? Ya que me lo pregunta, le dire que mi padre ha muerto, mi mujer pide el divorcio y mi hija se niega a dirigirme la palabra. ?Como supone usted que me encuentro?

Petkanov sonrio de nuevo, y la luz destello otra vez en la montura metalica de sus gafas. Se sentia extranamente animado. Lo habia perdido todo, pero estaba menos derrotado que aquel muchacho envejecido. ?Que pateticos son los intelectuales! Siempre lo habia pensado. Probablemente el joven Solinsky perderia en seguida la salud. ?Y como despreciaba el a los que se ponian enfermos!

– Bueno, Peter… Consuelate pensando que tus nuevas circunstancias te permitiran dedicar mas tiempo a salvar a tu patria.

?Era ironia? ?Un consejo con el que trataba de afirmar la existencia de algun vinculo entre los dos? El unico y pobre consuelo de Peter era saber que seguia odiando a aquel hombre tanto como siempre. Se puso en pie para irse, pero el ex presidente no habia terminado con el. A pesar de sus anos, rodeo agilmente la mesa, estrecho la mano del fiscal y luego la emparedo entre sus propias gruesas manazas.

– Dime, Peter -le pregunto en tono al mismo tiempo zalamero y sarcastico-: ?te parezco un monstruo?

– No me importa.

Lo unico que deseaba Solinsky era escapar cuanto antes de alli.

– Bueno…, te lo preguntare de otra manera. ?Me ves como un hombre corriente, o como un monstruo?

– Ni lo uno ni lo otro. -El fiscal general inspiro resignadamente-. Supongo que me lo imagino como una especie de gangster.

Al oir aquella salida, Petkanov solto una inesperada carcajada.

– Eso no responde a mi pregunta, Peter. Mira: permiteme que te proponga un acertijo en sustitucion del que te planteo tu padre. O soy un monstruo, o no lo soy. ?De acuerdo? Si no lo soy, entonces tengo que ser alguien como tu, o como alguien en quien tu pudieras ser capaz de convertirte. ?Que quieres, pues, que sea? La decision es tuya.

Al ver que Solinsky callaba, el ex presidente insistio, como provocandolo:

– ?No respondes? ?No te interesa? Dejame, pues, que siga. Si soy un monstruo, volvere para atormentar tus suenos; sere tu pesadilla. Si soy como tu, regresare para atormentarte a la luz del dia. ?Que prefieres? ?Eh?

Petkanov tiraba ahora de su mano, atrayendolo hacia si, hasta el extremo de que Solinsky podia sentir como un olor a huevo duro en su aliento.

– No podeis libraros de mi. Esta farsa de juicio no cambia nada. Matarme no cambiaria nada. Mentir acerca de mi, decir que era solo odiado y temido, y que nadie me queria, tampoco cambia las cosas. No podeis libraros de mi. ?Te das cuenta?

El fiscal general libro su mano de la zarpa que la retenia. Se sentia sucio, infectado, sexualmente corrompido, contaminado hasta la medula de los huesos.

– ?Vayase al infierno! -le grito, volviendose violentamente. Al hacerlo se encontro cara a cara con el joven soldado, que estaba siguiendo aquella entrevista con una nueva y democratica curiosidad. La sorpresa hizo que el fiscal le saludara con un gesto, a lo cual el soldado respondio con un taconazo. Luego, volviendose de nuevo a Petkanov, Solinsky repitio-: ?Vayase al infierno! ?Maldito sea!

Se disponia a abrir la puerta cuando oyo unos rapidos pasos a su espalda. Le sorprendio su repentina sensacion de terror. Una mano le aferro por el brazo y le obligo a girarse. El ex presidente tenia sus ojos clavados en el y tiraba, tiraba hasta juntar casi sus caras. De pronto, al fiscal le abandonaron las fuerzas y los ojos de ambos quedaron furiosamente al mismo nivel.

– No -dijo Stoyo Petkanov-. Te equivocas. Yo te maldigo. Yo te condeno. -La mirada invicta, el olor a huevo duro, los sarmentosos dedos atenazandole el brazo, magullandolo…-: Yo os condeno.

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