sobre Stenvik, la propuesta de Henrik, el vaso se movio hacia el SI, cuando inquirio si habia cosas de valor en las casas de por alli, recibio la misma respuesta: «SI».

Finalmente, Tommy habia preguntado:

– Aleister, ?que te parece… podemos confiar los unos en los otros?

El pequeno vaso permanecio inmovil unos segundos. Luego se movio lentamente hacia el «NO».

Tommy solto una carcajada, corta y ronca.

– Eso esta bien -dijo, y miro a Henrik-, porque yo no confio en nadie.

Cuatro dias despues, Henrik y los hermanos Serelius realizaron el primer viaje al norte, a la zona residencial que el habia elegido y Aleister, el espiritu, habia aprobado. Alli solo habia casas cerradas, negras como boca de lobo en la oscuridad.

Cuando forzaban una ventana y entraban en una vivienda no iban en busca de cosas pequenas y caras (sabian que ningun veraneante era tan tonto como para dejar dinero, relojes de marca o cadenas de oro en su casa durante el invierno). Pero algunas cosas eran demasiado pesadas para llevarselas al acabar las vacaciones: aparatos de television, equipos de musica, botellas de alcohol, cartones de cigarrillos y palos de golf. Y en los cobertizos de los jardines se podian encontrar motosierras, bidones de gasolina y taladradoras.

Despues de que Tommy y Freddy destrozaran el barco de la botella y Henrik hubiera dejado de mascullar, se dividieron y prosiguieron la busqueda de tesoros.

Henrik se dirigio a las habitaciones pequenas. La parte delantera de la casa daba al estrecho y a la costa rocosa, y a traves de una ventana panoramica vio que una luna creciente, blanca como la nieve, colgaba sobre el mar. Stenvik era uno de los pueblos de pescadores que habia en la costa oeste de la isla, desierta durante el invierno.

Cada habitacion lo recibia en silencio; no obstante, Henrik sintio que el suelo y las paredes lo vigilaban. Por eso se movia con cuidado, sin desordenar nada.

– ?Hola? ?Henke?

Era Tommy, Henrik respondio.

– ?Donde estas?

– Aqui, en la cocina… Hay una especie de oficina.

Henrik siguio su voz a traves de la pequena cocina. Tommy se hallaba junto a una pared, en un cuarto sin ventanas, y senalaba con la mano derecha enguantada.

– ?Que te parece esto?

No sonreia -casi nunca lo hacia-, pero tenia la vista fija en la pared, con la expresion de alguien que quiza ha hecho un gran descubrimiento. Miraba un gran reloj de madera oscura y numeros romanos tras la esfera de cristal.

Henrik asintio.

– Si…, puede valer algo. ?Es antiguo?

– Eso creo -respondio Tommy, y abrio el cristal-. Si tenemos suerte, quiza sea una antiguedad. Debe de ser aleman o frances.

– No funciona.

– Habra que darle cuerda. -Cerro el cristal y grito-: ?Freddy!

Pasados unos segundos, aparecio su hermano, arrastrando los pies por la cocina.

– ?Que?

– Echa una mano aqui -dijo Tommy.

Freddy era el que tenia los brazos mas largos. Descolgo el reloj de los clavos y lo bajo. Despues, Henrik lo ayudo a cargarlo.

– Venga, saquemoslo de aqui -ordeno Tommy.

La furgoneta estaba aparcada cerca de la casa, entre las sombras en la parte trasera.

En los laterales llevaba el rotulo «FONTANERIA KALMAR». Tommy habia comprado las letras de plastico y las habia pegado. No existia tal empresa en Kalmar, pero por la noche resultaba menos sospechoso un vehiculo de empresa que una vieja furgoneta anonima.

– La semana que viene abriran una comisaria en Marnas -anuncio Henrik mientras pasaban el reloj a traves de la ventana forzada del porche.

Aquella noche apenas corria aire, pero hacia frio.

– ?Como lo sabes? -pregunto Tommy.

– Lo lei en el periodico.

Oyo la ronca risa de Freddy en la oscuridad.

– Vaya. Entonces se acabo -dijo Tommy-. Lo mejor sera que los llames y nos delates a los dos, asi tendras una rebaja en la condena.

Bajo el labio inferior y mostro los dientes, esa era su manera de reir.

Henrik sonrio en la oscuridad. Habia miles de casas de veraneo en la isla, la policia no podria vigilarlas todas, y ademas, los agentes casi siempre trabajaban de dia.

Introdujeron el reloj en la furgoneta. En ella tenia ya una bicicleta estatica, dos grandes jarrones de piedra caliza tallada, un aparato de video, un pequeno motor fueraborda, un ordenador con impresora y un televisor con altavoces.

– ?Nos vamos? -pregunto Tommy al cerrar la puerta trasera del vehiculo.

– Si…, creo que no nos dejamos nada.

Sin embargo, Henrik fue hasta la casa para cerrar la ventana forzada. Cogio un par de lascas de pizarra del suelo y las metio en el marco de madera para mantener la ventana en su sitio.

– Venga, vamonos -grito Tommy tras el.

A los hermanos les parecia una perdida de tiempo cerrar tras un robo. Pero Henrik sabia que podian pasar meses antes de que alguien regresara a la casa, y si dejaban la ventana abierta, la lluvia y la nieve estropearian los muebles.

Cuando Henrik se hubo sentado en el asiento del copiloto, Tommy puso en marcha el vehiculo. Luego, aparto un trozo del panel de la puerta e introdujo la mano. Alli guardaba el cristal -metanfetamina-, envuelto en pequenos pedazos de papel de cocina.

– ?Quieres otro? -le pregunto Tommy.

– No. Tengo suficiente.

Los hermanos habian traido la droga del continente, para venderla y para consumirla ellos mismos. El cristal le sentaba a Henrik como si le pusieran un cohete en el culo, pero si tomaba mas de una dosis por noche, empezaba a temblar como el asta de una bandera y tenia dificultades para pensar con logica. Sus pensamientos saltaban de un tema a otro y le resultaba imposible conciliar el sueno.

El no era un drogadicto; aunque tampoco un tipo aburrido. Una dosis era suficiente.

Tommy y Freddy no parecian tener ese problema, o quiza planeaban pasar el resto de la noche sin dormir cuando regresaran a Kalmar. Se metieron los cristales en la boca con papel de cocina y todo, y se los tragaron con agua de una botella de plastico que habia en el asiento trasero. Despues, Tommy piso el acelerador, dio la vuelta a la casa y salio al desierto camino vecinal.

Henrik consulto su reloj: eran casi las doce y media.

– Vayamos al cobertizo -dijo.

Al llegar a la carretera nacional, Tommy se detuvo obedientemente en la senal de stop, a pesar de que no pasaba ni un coche, y luego giro hacia el sur.

– Tuerce aqui -dijo Henrik diez minutos despues, cuando aparecio la senal de desvio a Enslunda.

No habia nadie a la vista. El camino de grava terminaba en unos cobertizos y Tommy se acerco marcha atras todo lo que pudo.

Junto al mar reinaba una oscuridad total, pero al norte parpadeaba el faro de ludden.

Henrik abrio la puerta del coche y oyo el rumor de las olas. El sonido fluia desde el negro mar. Eso le hizo pensar en su abuelo. Habia muerto precisamente alli hacia seis anos. Algot tenia ochenta y cinco y estaba enfermo del corazon y, sin embargo, se levanto de la cama y cogio un taxi un ventoso dia de invierno. El taxista lo dejo en el camino, y justo despues tuvo que darle el infarto. Pero Algot consiguio llegar hasta el cobertizo, y alli, junto a la puerta, lo encontraron muerto.

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