todo lo que pueda sobre el, porque su historia me ha parecido un poco esquematica. Cuento con el abate Fouquet para saber mas cosas.
Los nervios de Sylvie iban calmandose y dieron paso a la reflexion.
— Hay una cosa que me extrana: ?como, si acaba de desembarcar de las Islas, puede saber que mi hijo nacio exactamente nueve meses despues de la muerte de su padre? Solo faltaria que tambien estuviera informado de lo que sucedio en Conflans aquella noche.
— Si lo sabe, ha tenido que enterarse estando ya aqui, pero en ese caso, ?de que manera? No veo como ese Colbert al que llama su protector puede haber conocido nuestros secretos. Por otra parte, aunque es el enemigo jurado de nuestro amigo Fouquet, su posicion es aun demasiado fragil para que se mezcle en intrigas de esa clase. Nunca le has ofendido, que yo sepa.
— Apenas nos conocemos. Cuando nos vemos se muestra siempre muy amable, cortes incluso, y yo intento ponerle buena cara a pesar de que no me gusten ni su mirada ni su conducta con el superintendente.
— ?Tenemos que saber mas, como te digo! ?Hemos de saber, a no importa que precio! Y… a proposito, te pido excusas por mi reciente comportamiento. Eras tu quien tenia razon, porque con tus monedas de oro sin duda hemos ganado algo de tiempo. Ese hombre se va a dormir encima de su bolsa, y a sonar con riquezas sin cuento, pero nosotros no tenemos ningun motivo para comportarnos igual que el. ?Que lastima que nuestro querido Theophraste Renaudot nos haya dejado! Nadie como el sabia encontrar el porque de las cosas y abrir la caja de Pandora…
A pesar de ese lamento postumo, el abate Fouquet no tardo en mostrar su utilidad. Una semana mas tarde, Perceval supo por el que en efecto el 10 del mes anterior el mercante
4. La amenaza
Mazarino daba su ultima fiesta. Aquella tarde, en sus aposentos del Louvre, iluminados
Vestida de raso azulado con un encaje espumoso que imitaba las nubecillas en un cielo matinal, cintas a juego en su cabellera rubia artificiosamente peinada, y un hilo de perlas para subrayar la base de su gracioso cuello, la adolescente formaba con su madre -terciopelo y encaje negros como fondo de un extraordinario aderezo de diamantes ligeramente rosados, piedras que el mariscal-duque habia comprado tiempo atras a un mercader de Brujas- una imagen que atraia las miradas y provocaba expresiones distintas. Mademoiselle, que fue la primera en verlas, se mostro decididamente admirativa.
— Imposible decir cual de las dos es mas bonita, pero hareis mal, mi querida duquesa, si guardais mucho tiempo soltera a esta preciosa nina…
— ?Oh, pero yo no quiero casarme pronto! -protesto Marie-. Voy a ser doncella de honor de la nueva Madame, y dicen que cuando ella este aqui, Monsieur dara fiestas todos los dias.
— Es verdad -suspiro la princesa-. A vuestra edad, las fiestas son lo mas importante…
— ?Ya no le gustan a Vuestra Alteza? -pregunto Sylvie con una sonrisa-. Sin embargo, sabe organizarias tan bien…
— Puede ser, pero apenas me apetecen. Ademas, no me siento del todo duena de mi propia casa. A la vuelta de Saint-Jean-de-Luz, he tenido la sorpresa de encontrar a mi suegra [14] instalada en mi Luxembourg. No para de llorar y resoplar, lo registra todo y molesta a todos mis criados. ?Hay momentos en que me pregunto si no deberia entrar en un convento!
Lo cierto es que la melancolia de Mademoiselle se debia menos a su cohabitacion forzada con una princesa inoportuna que a las proximas bodas de Monsieur. Dada la altura de su rango, habia pensado durante mucho tiempo que unicamente el rey o su hermano serian dignos de ella; pero el primero acababa de casarse, y el segundo se disponia a hacer lo mismo. La vida carecia de encanto en los ultimos tiempos. Sylvie, que sabia muy bien todo aquello, se permitio una sonrisa.
— ?Seria una lastima! Siempre he pensado que Vuestra Alteza seria una gran reina, y en Europa no faltan los reyes casaderos. Empezando por el rey de Inglaterra…
Una exclamacion de Marie la interrumpio.
— ?Oh, mama, mira, el senor duque de Beaufort! ?Que guapo es! ?Y que porte regio! Es un magnifico gentilhombre, desde luego.
— ?Pero de que lo conoces tu? -pregunto Sylvie, atonita.
— ?Como de que lo conozco? ?Pero mama, acuerdate! Fuiste tu misma quien me lo presento una manana en Conflans. Nunca lo he olvidado… Ademas, le he visto dos o tres veces en el locutorio de la Visitation.
Si el techo pintado por Primaticcio se hubiera derrumbado sobre su cabeza, Sylvie se habria sentido menos desconcertada que ante la perspectiva que se abria de repente ante ella. ?Era posible que Marie, su pequena Marie, se hubiera dejado atrapar por el encanto del que ella misma habia sido cautiva durante tantos anos? La risa de Mademoiselle, que felicito a Marie por su buen gusto, refreno el impulso que sentia de tomar a su hija de la mano y escapar de alli. De todas maneras, el mal estaba hecho y ninguna fuga serviria de nada. Su propia experiencia lo probaba…
Mientras tanto, Francois se aproximaba, acompanado desde hacia un instante por Nicolas Fouquet y por dos jovencitas cuya vision arranco una exclamacion de colera de la joven Marie.
— ?Oh, Dios mio! ?Esta con esas horribles Nemours, a las que no soporto!
— En eso os doy la razon -dijo Mademoiselle-. No solo son feas, ademas se dan unos humos insoportables desde que alguien les ha predicho que una seria reina y la otra soberana.
Los dos grupos se juntaron. Hubo un intercambio de reverencias, saludos y cumplidos, con la gracia exigida por el codigo de la cortesia, y luego, mientras Mademoiselle bromeaba con Beaufort sobre su papel de carabina de sus sobrinas, Fouquet se llevo aparte a Sylvie.
— He sabido por mi hermano el abate que os importunan,
— En efecto. Al parecer, tiene en su posesion una promesa de matrimonio firmada por el mariscal… Oh, todo esto es algo terriblemente complicado, amigo mio, y estais ya sobrecargado de trabajo…
— ?No sigais! No hay nada que no este dispuesto a hacer por vos. Manana vere al caballero de Raguenel y tomaremos juntos las disposiciones oportunas. Como sin duda se trata de buscar a un hombre en los bajos fondos de Paris, hare que me acompane uno de mis funcionarios, un joven fuera de lo comun que tiene el olfato de un sabueso y que ya me ha prestado grandes servicios: se llama Francois Desgrez.
— No estoy del todo segura de que viva en los bajos fondos. Es un hombre que presume de noble, y como le di algo de dinero…
— Buscaremos en los garitos. Pero lo que quiero -anadio al tiempo que tomaba la mano de Sylvie, medio cubierta por un miton de encaje, para besarla- es que esteis tranquila y que dejeis a vuestros amigos ocuparse de un personaje al que nunca se tendria que haber concedido el derecho de abordaros.