El grito furioso de Marie la interrumpio.
— ?Un vejestorio? ?Es mas joven que cualquiera de nuestros pisaverdes de la corte! ?Y le amo!
— Y naturalmente, el te ama tambien.
— N… no, aun no. Por lo menos no estoy segura… ?Pero me amara! ?Sabre seducirlo de tal modo que me adorara!
Jeannette tomo a la muchacha de la mano y la arrastro hacia la escalera.
— ?Por lo menos la modestia no sera nunca un estorbo para ti! ?Ve a acostarte, gatita! ?Con esas ideas en la cabeza, seguro que tendras bonitos suenos! Y yo tengo que hablar con la senora duquesa.
Marie desaparecio canturreando la cancion con que Moliere habia acompanado sus
— ?Que tienes que decirme? ?Es grave? Para llegar a estas horas…
— Nada de eso. Es solo que me ha apetecido respirar un poco el aire de la ciudad. Corentin me tiene harta con sus cuentas, sus arriendos, sus grandes galopadas por toda la finca. Le he dejado dedicado a sus aficiones y me he venido.
— ?Os habeis peleado?
— Nada de eso. Solo que de vez en cuando necesita acordarse de como era su vida sin mi. Pero decidme, senora, lo que acabo de oir… ?no sera serio?
— ?Que Marie se ha encaprichado de Monsieur de Beaufort? Me temo que si…
— Por eso estais triste, pero teneis que pensar que a los quince anos el corazon no esta nunca quieto…
— El mio lo estuvo desde bastante antes. Tenia cuatro anos, Jeannette, cuando encontre a ese hechicero en el bosque de Anet.
— Si, pero despues seguisteis viendole y al paso de los dias lo que era fragil fue tomando consistencia. Marie va a vivir en la corte, en el sequito de una princesa de dieciseis anos. Habra fiestas y muchos jovenes gentileshombres guapos alrededor de ella. Esto se le pasara pronto.
— Dios te oiga, Jeannette…
El 6 de febrero estallo en el Louvre un violento incendio en la Petite Galerie, proxima a los aposentos de Mazarino. A pesar de su estado cada vez mas critico, el cardenal, espantado, hizo que le trasladaran a Vincennes, a la planta baja del pabellon del Rey, que en buena parte habia hecho construir el mismo. Por su parte, el rey se fue a Saint-Germain, pero por el numero de quienes siguieron a Mazarino en comparacion con quienes fueron detras de Luis XIV, era facil comprender quien era el que lo dirigia todo en el reino. Sylvie siguio a la reina y a su deber, y dejo a sus hijos al cuidado vigilante de Perceval, del abate y sus fieles servidores.
En Vincennes Mazarino se repuso algo de sus miedos y se esforzo por mostrar un buen aspecto, de modo que solo aparecia ante sus cortesanos «bien rasurado, limpio y sonriente, con una sotana de color de fuego y el capelo encasquetado en la cabeza»; apoyado en su criado Bernouin, tardaba cada vez mas tiempo en visitar, pasito a paso, los objetos artisticos que se habia hecho llevar al castillo, y se aferraba a ellos con todas sus fuerzas como si aquellos cuadros, esculturas, joyas y muebles preciosos poseyeran el poder de retenerlo en este mundo. Mientras tanto, llego el gran acontecimiento esperado con tanta impaciencia por Monsieur: la princesa Enriqueta, su madre y un soberbio sequito ingles desembarcaron en El Havre despues de haber soportado el pesimo humor del canal de la Mancha en invierno, e incluso de haber estado a punto de morir: ya antes del embarque, la joven habia estado muy enferma y se habia temido por su vida.
Pero cuando la futura Madame aparecio en Saint-Denis, donde la esperaban el rey, las reinas y toda la corte, poco falto para que fuera recibida con un grito unanime de asombro: en pocos meses, la mariposa habia roto su crisalida, y la nina tristona y flaca, criada por caridad y con la que el adolescente Luis se negaba a bailar porque la encontraba demasiado fea, habia dejado paso a una joven radiante, quizas un poco delgada pero de talle elegante, rostro delicado de tez clara, bellos ojos oscuros y magnificos cabellos castanos iluminados por reflejos rojos, que irradiaba en toda su persona una gracia exquisita y un encanto cautivador… que en efecto cautivo a Luis XIV desde el primer momento. Por su parte, Monsieur desbordaba de alegria y se declaraba enamorado como no lo habia estado nunca, sin reparar en la cara enfurrunada de su amigo intimo, el guapo y peligroso caballero de Lorraine.
— ?Y bien, hermano? -exclamo, poco caritativamente-. ?Que os parecen ahora los huesecitos de santo?
— Que nunca se deberia hablar sin conocimiento, y que de las mujeres se puede esperar cualquier cosa. Teneis mucha suerte, hermano. Intentad no olvidarlo demasiado pronto.
— ?No hay peligro de que lo olvide! -dijo el principe con una repentina amargura-. Los amigos que envie a El Havre a recibirla la miran con ojos de moribundo…, ?y que decir de ese Buckingham que viene con ella?
En efecto, con gran sobresalto de Ana de Austria, a quien aquella aparicion removio muchos recuerdos agridulces, Enriqueta y su madre venian acompanadas por el favorito del rey Carlos II, el magnifico George Villiers, hijo del hombre que fue tal vez el mayor amor de Ana, un amor al que por muy poco no llego a ceder en los jardines de Amiens. Y la reina madre, al ofrecer su mano a los labios de aquel joven guapo, demasiado parecido a la imagen que guardaba en el fondo de su corazon, le dedico una sonrisa y una mirada que las personas mas veteranas de la corte descifraron sin esfuerzo: el joven duque iba a gozar de todas sus preferencias. A partir de ese momento, todos contuvieron la respiracion con la deliciosa impresion de que el azar estaba anudando todos los hilos necesarios para la aparicion de un pequeno drama.
El rey habia querido que las bodas de su hermano fueran magnificas. La novia y su madre fueron alojadas de nuevo en el Louvre, pero en condiciones muy distintas de las que habia conocido en la epoca del exilio: en lugar de las salas casi vacias de la planta baja, sin las mas minimas comodidades y a menudo sin fuego, ocuparon un amplio aposento tapizado de brocado con gruesas alfombras, pinturas al fresco abundantemente provistas de dorados, muebles preciosos, grandes espejos que multiplicaban hasta el infinito aquella decoracion de ensueno, candelabros con velas de color rosa, una multitud de criados solicitos y guardias impecables. Asimismo, y dado que la cuaresma estaba proxima, se multiplicaron las fiestas: el 25 de febrero, en particular, hubo un
Lo cierto es que la fiesta fue muy brillante. Algunos encontraron extrano que el
El mariscal de Gramont, que habia obtenido, no sin trabajo, permiso para escoltar a Madame de Fontsomme, trago saliva, estupefacto.
— ?De modo que aun los conservaba! -murmuro para si-. No lo habria creido…
— ?De que hablais? -pregunto Sylvie.
— De los herretes que la reina madre lleva en el hombro.
— ?Vaya, es verdad! Los he visto muchas veces en sus joyeros. Es verdad que estan un poco pasados de moda, salvo quiza para los hombres.
— Preguntadme mas bien por que razon los lleva hoy, y os contestare: en honor del joven duque de Buckingham…
— Pero… ?por que?
— ? Ah, sois demasiado joven para haber conocido esa asombrosa historia! Vamos antes a felicitar a Monsieur d'Artagnan, que viste por primera vez su uniforme de capitan de los mosqueteros.
El oficial estaba magnifico con su casaca roja con bordados de oro, la llevaba con una desenvoltura perfecta