el matrimonio arreglara todos los problemas de vuestras hijas. Teneis que intentar recobrar vuestra serenidad de otro tiempo.
— Tal vez tengais razon… ?Asi que volveis a la corte? ?Os atrae la idea?
— La atencion especial que me dedica el rey me halaga. Por lo demas…
— ?Habeis pensado que tarde o temprano volvereis a ver a Francois?
Sylvie no esperaba oir aquel nombre, sobre todo en su forma mas familiar. Palidecio un poco, pero se esforzo en sonreir.
— Procurare cerrar los ojos…
— No lo conseguireis.
Hubo un silencio, y luego Madame de Nemours murmuro:
— Yo le he perdonado, Sylvie. Deberiais hacer lo mismo…
— ?Lo creeis? Tal vez a vos os resulta mas facil: es vuestro hermano, ?y le amabais tanto!
La respuesta llego con tal brutalidad, a pesar de la dulzura de la voz, que Sylvie cerro los ojos:
— ?Vos le amabais mas aun!… Sed honrada con vos misma, amiga mia: incluso cuando os casasteis con Fontsomme, cosa muy natural, seguiais queriendole, ?no es asi?
Al abrirse de nuevo, los ojos de Sylvie dejaron escapar una lagrima. Nunca habria imaginado a Elisabeth capaz de tanta sagacidad. Como no respondia, esta continuo:
— Ademas, tanto en un caso como en el otro, el no quiso matar: se que mi esposo le forzo a un duelo que intento evitar. En cuanto al vuestro, los azares funestos de una guerra civil horrible los colocaron frente a frente, con la espada en la mano… Espero que vuestro hijo no intente algun dia vengarse del defensor de una causa diferente de la de su padre.
— Nadie en mi casa hara nada para que se le ocurra nunca esa idea. Por lo demas, el nombre de vuestro hermano no se ha pronunciado nunca, y para Philippe su padre murio durante las luchas de la Fronda, y eso es todo.
— ?Que edad tiene?
— Diez anos.
— ?Ya? Se acerca a la edad en la que se buscan todas las verdades.
— Lo se. Tarde o temprano, sabra de quien era la mano que golpeo a su padre. Pues bien, en ese momento veremos…
Los gritos, que se habian apaciguado por un momento, volvieron a oirse con mas fuerza, y tambien volvio el nerviosismo de Madame de Nemours:
— ?Tengo que acabar con esto! -exclamo-. Voy a decir que se lleven a esas dos furias a las Capuchinas, hasta manana. ?De ese modo tendran que callarse!
Y empezo a recorrer la amplia sala, yendo y viniendo como un pajaro aturdido, estrujando su panuelo pero sin tomar ninguna decision. Sylvie se pregunto si no tendria miedo de sus hijas. De modo que su voz adquirio conscientemente un tono tranquilizador:
— ?Quereis que les hable yo?
— ?Lo hariais? -repuso Elisabeth con una luz de esperanza en la mirada.
— ?Por que no? Pero antes me gustaria saber donde se encuentra el joven Caumont. ?Van a encontrarse proximamente con el?
— Es marques de Puy… nunca consigo pronunciarlo. Le llaman Peguilin. En cuanto a lo de encontrarse con el, es imposible: esta al mando de la primera compania de gentileshombres Pico-de-Cuervo, [4] que nunca se separa del rey. Les vereis en Saint-Jean-de-Luz.
— Entonces todo esto es ridiculo… ?Voy a hablarles!
— Las encontrareis facilmente: estan en el aposento que ocupabamos nosotras de pequenas.
Sylvie las encontro aun con menos trabajo porque una tropa de camareras y gobernantas montaba guardia delante de una puerta detras de la cual se oia una barahunda casi demoniaca: las dos senoritas parecian ocupadas en romperlo todo alli dentro.
Se apartaron con vagas reverencias y ella abrio con gesto decidido, con lo cual dio paso a una taza lanzada por una mano vigorosa que fue a estrellarse contra la pared del pasillo. El espectaculo era dantesco: en medio de un conjunto de objetos rotos que iban desde un jarron de mayolica hasta un orinal, de muebles volcados y almohadones despanzurrados, las dos muchachas, tendidas una encima de la otra, trataban de estrangularse reciprocamente. Sofocadas, con el pelo revuelto y las ropas desgarradas, daban miedo. La voz helada de Sylvie cayo sobre ellas como una ducha:
— ?Bonito espectaculo! ?Que lastima que ese querido… Peguilin este tan lejos! Quiza se sentiria halagado, pero veremos lo que piensa cuando yo se lo cuente.
Al instante las dos estuvieron de pie -era la mayor la que estaba debajo- y corrieron hacia la intrusa con la misma cara de susto, que no contribuia a mejorar su aspecto. La mayor, Marie-Jeanne-Baptiste, a la que llamaban Mademoiselle de Nemours mientras que la otra, Marie-Jeanne-Elisabeth, recibia el nombre de Mademoiselle d'Aumale, esbozo una reverencia y dijo, aun sin aliento:
— ?Senora duquesa de Fontsomme!… ?Vais a verle?
— Sin la menor duda: el rey me ha nombrado dama de la nueva reina y marcho a Saint-Jean-de-Luz manana por la manana. El relato de vuestras hazanas hara reir a la corte… y al interesado.
Sin escuchar sus protestas, fue a tomar de la sala de aseo vecina dos espejos de mano y se los tendio:
— ?Miraos! Y explicadme que suplemento de belleza esperais conseguir con ese tratamiento.
Lo cierto es que ninguna de los dos era un modelo de estetica, aparte del magnifico cabello pelirrojo de la mayor y el rubio de la pequena, de sus ojos azules y de una tez que en circunstancias normales era luminosa, pero que a la sazon presentaba deterioro. Una sola mirada al espejo les informo mejor que un largo discurso, y al unisono rompieron a llorar y suplicaron a la visitante que no dijera nada… ?sobre todo que no dijera nada!
— Me callare por afecto a vuestra madre -dijo Sylvie mientras se inclinaba para recoger los dados, que confisco-, pero a condicion de que me prometais que no volvereis a empezar. No se consigue el amor de un hombre jugando a los dados, ni siquiera las princesas. Es preferible intentar seducirle.
Sylvie dejo a las dos muchachas ocupadas en reparar los destrozos de su
— ?Que silencio! -dijo maravillada-. Se diria que lo habeis conseguido.
— Espero que podreis disfrutar de un poco de paz. Tomad, les he cogido esto -anadio Madame de Fontsomme, entregando los dados a su amiga-. ?Procurad que no consigan otros!
Madame de Nemours le dio las mas efusivas gracias y la acompano hasta el gran vestibulo. En el momento de despedirse, la retuvo:
— Solo un instante, por favor. Supongo que abrireis de nuevo el
— Me lo he preguntado. Lo cierto es que habria que hacerlo, por la comodidad.
— Ademas, no teneis que temer una vecindad penosa. Mi hermano ha dejado la Rue Quincampoix y se ha instalado en una pequena casa proxima a la puerta Richelieu y al Palais-Royal…
— ? Ah! En ese caso dare ordenes para que la casa este dispuesta para recibirme a mi vuelta de los Pirineos. Gracias por haberme prevenido. -Era sin discusion una buena noticia. Por mas que preferia Conflans, Sylvie pensaba que su residencia parisina seria mucho mas practica, sobre todo en invierno, para su servicio junto a la reina. Decidio tambien hablar la misma tarde con su mayordomo y su jardinero jefe para que la tapia derruida del fondo del jardin fuera reparada y reforzada no solo con una hilera de arboles sino ademas con un seto espeso y alto que impidiera las vistas hacia la casa vecina. De ese modo, tal vez podria saborear de nuevo el encanto de aquel recinto sin verse asaltada por recuerdos, ahora inoportunos, de otros tiempos. Y sin duda, en el fondo de si misma, Sylvie temia menos la imagen de Francois de rodillas ante ella en su propio jardin, que la sombra ligera y desolada de Madame de Montbazon, a la que encontro cierta noche de verano en el antiguo
Como toda persona dotada de una sensibilidad extrema, Sylvie creia en los fantasmas. El de la bella duquesa, amante favorita de Beaufort desde hacia tanto tiempo, asaltaba con frecuencia su memoria desde que supo de su muerte, ocurrida tres anos antes, en abril de 1657. ?Y en que circunstancias!
En aquella epoca, Marie de Montbazon, viuda desde hacia pocos meses del duque Hercule, muerto a los