tenian lugar alrededor de la galera dorada del rey, reinaba una calma relativa. Recibidos por el armador con una cortesia perfecta, Sylvie y Perceval entraron en una gran sala clara de paredes encaladas y muebles relucientes, donde les fueron ofrecidos vino y dulces para reponerse de las fatigas del viaje a la espera de la cena, mientras intercambiaban los cumplidos un tanto banales que son de rigor entre personas que no se conocen.
Pero mientras mordisqueaba un mazapan, la sensible nariz de Sylvie temblo ligeramente en su intento de identificar un olor agradable y absolutamente desconocido. Su curiosidad pudo mas que el codigo de las conveniencias.
— Perdonadme, senor -dijo a su anfitrion-, pero noto un aroma que…
Manech Etcheverry sonrio, divertido.
— Que no conoceis, y que yo mismo he descubierto hace muy poco. Se trata del chocolate del senor mariscal de Gramont, que se aloja tambien en mi casa los dias en que encuentra mas comodo no regresar a su gobierno de Bayona. Es una bebida que tuvo ocasion de probar en el curso de su embajada en Espana para pedir la mano de la infanta…
— El cho…
— Chocolate, senora duquesa. El senor mariscal se ha convertido en un entusiasta y se ha traido una buena provision… ademas de la receta para prepararlo.
— ?Lo habeis bebido vos?
— Si. El mariscal me ha hecho ese honor, pero confieso que no me gusta tanto como a el. Es terriblemente dulce, pero aseguran que es excelente para la salud. Fortalece…
— Oh -intervino Raguenel-, creo saber de que se trata. Los aztecas lo llamaban «nectar de los dioses», y fue el conquistador Hernan Cortes quien lo trajo de Mexico. Al parecer alli esas… grandes habas, creo, eran utilizadas como moneda. Un producto raro… ?y muy caro!
— Espana esta creando plantaciones al otro lado del Atlantico, pero por el momento el chocolate esta practicamente reservado a la familia real y a la alta nobleza. Sobre todo a las damas…
— Eso quiere decir -dijo Sylvie entre risas-, que el pobre mariscal no lo bebera muy a menudo, ni mucho tiempo…
— Si, porque a nuestra futura reina le gusta mucho y encargara grandes cantidades. Ademas, Monsieur de Gramont esta decidido a conseguirlo en cantidad suficiente para instalar en Bayona lo que llama una «chocolateria». Espero que el olor no os resulte desagradable, pero en caso de que os incomode…
— Abriria las ventanas, sencillamente. ?No atormenteis al mariscal! De momento, os agradezco vuestro recibimiento, Monsieur Etcheverry, y desearia cambiarme de ropa para ir a presentarme a Sus Majestades…
— ?Por supuesto! Cuando esteis preparada, un lacayo os acompanara. El rey se aloja en la casa Lohobiague, y la reina madre en la casa Haraneder, que son, claro esta, las mas bellas de la ciudad.
Una hora mas tarde, ataviada con un vestido rameado negro de un diseno atrevido, pero que podia permitirse su silueta impecable, y un gran sombrero de terciopelo negro adornado con plumas blancas, Sylvie se disponia a salir de la casa Etcheverry en silla de manos cuando le llamo la atencion la conducta de un mosquetero de buen aspecto al que creyo reconocer. Parecia interesarse por la vivienda del armador, pero actuaba con una torpeza extrana. En efecto, iba y venia nervioso, y sus miradas furtivas y sus suspiros resultaban muy poco discretos. Sin embargo no era ningun jovencito, sino aquel Monsieur de Saint-Mars que habia ido a Fontsomme a llevar la orden del rey; rondaba probablemente los treinta anos, y Sylvie sintio la tentacion de preguntarle si podia hacer algo por el, pero temio ser indiscreta y siguio su camino.
Momentos despues hacia su entrada en la espaciosa sala, inundada de sol, en la que la reina Ana tenia su corte, reducida en aquel momento a tan solo dos personas: la inevitable Madame de Motteville, que era su confidente y su compania mas querida, y su sobrina Marie-Louise d'Orleans-Montpensier, a la que llamaban la Grande Mademoiselle desde que, durante la Fronda, habia tenido la extrana idea de volver los canones de la Bastilla contra las tropas reales que se disponian a tomar Paris. Aquello le habia dado una especie de aureola guerrera, que alimentaba por el procedimiento de vestir siempre un traje de caza parecido, salvo en la falda, al de los hombres, y que le daba el aspecto de estar a punto de montar a caballo y salir al galope. Lo cual no le impedia lucir unas joyas de ensueno. -Era una mujer corpulenta de treinta y tres anos, dotada de una buena salud evidente y porte majestuoso, pero de belleza mediana. Como era la mujer mas rica de Francia -sus inmensas propiedades incluian, entre otros, los principados de Dombes y de La Roche-sur-Yon, los ducados de Montpensier y de Chatellerault, el condado de Eu, etc.-, habia recibido numerosas peticiones de matrimonio, que no habian prosperado. Era tan virtuosa como una amazona de la antiguedad, y pretendia que el amor era «indigno de un alma bien formada»; en cuanto a sus aspiraciones personales, su intencion era casarse con un rey, pero, poco sagaz para ver a traves de las brumas del porvenir, habia dejado escapar la corona inglesa al rechazar al joven Carlos II cuando estaba en el exilio. En realidad, a quien queria era a Luis XIV en persona, sin imaginar ni por un momento que tal vez a el no le agradara la idea. Mazarino habia acabado con sus esperanzas, y de ahi su furia, sus connivencias con los principes rebeldes… y los canones de la Bastilla, que le habian valido el exilio. Habia vuelto a la gracia del rey tres anos antes, pero tuvo que volverse a su castillo de Saint-Fargeau despues de haber rechazado al rey de Portugal porque, pese a sus deseos de ser reina, se negaba a unir su vida a la de un paralitico que ademas estaba enajenado. Las bodas reales habian puesto fin a ese nuevo exilio, y Mademoiselle recuperaba en esa ocasion su lugar de honor en la familia.
Cuando Sylvie entro en la estancia, hablaba animadamente con la reina, pero al oir anunciar su nombre, volvio hacia la recien llegada un rostro afable.
— ?Madame de Fontsomme!… ?Que sorpresa! Se decia que os habiais encerrado para siempre en vuestras tierras picardas.
Como si fueran las mejores amigas del mundo, fue hacia Sylvie con las manos tendidas, con lo que esta apenas pudo hacer mas que una media reverencia. Mientras, Ana de Austria se encargaba de la respuesta:
— Nadie se resiste al rey, sobrina. La duquesa ha sido nombrada dama de vuestra prima la infanta. [6] ?Venid aqui, querida Sylvie, que os abrace! La verdad es que os hemos anorado, y que he aplaudido la decision de mi hijo. ?Mas de diez anos de luto son un poco excesivos!
— Fuerza es reconocer -continuo Mademoiselle, que no quitaba ojo al vestido de Sylvie- que el luto se presenta a veces bajo aspectos realmente deslumbrantes. ?Seguis llevandolo aun?
— No lo dude Vuestra Alteza -respondio Sylvie-. He hecho voto de no volver a llevar nunca colores…
— ?Como Diana de Poitiers, que era una mujer de gusto! Es verdad que os habeis criado en sus castillos. Me pregunto si no debo seguir vuestro ejemplo.
Llevaba en efecto el luto mas severo en memoria de su padre, muerto el 2 de febrero anterior; y como en aquel momento hacia mas bien frio, Mademoiselle habia suspirado al sustituir sus espectaculares penachos por las cofias y los velos de crespon. Intentaba consolarse luciendo encima de ellos tantas perlas como poseia.
— Vuestra Alteza es demasiado joven para ello. Ademas -dijo Sylvie que, aunque ausente, conocia bien la corte-, de obrar asi podria disgustar al principe soberano que algun dia vendra a pedirla.
Con aquellas pocas palabras se atrajo la simpatia de la princesa. Esta, en efecto, se volvio impetuosamente hacia la reina madre.
— Me gustaria -dijo- que Madame de Fontsomme me acompanara manana a Fuenterrabia, donde tengo la intencion de asistir de incognito a la boda por poderes de la infanta. Tengo curiosidad por verla.
— ?De incognito? Eso no tiene sentido. Si no os reconocen no os dejaran entrar en la iglesia…
— Seremos dos damas francesas venidas a rendir un… discreto homenaje a su nueva soberana. Creo que es una buena idea.
— Excelente, incluso, pero Madame de Motteville os acompanara. Ella es mis ojos y mis oidos, y sobre todo sabe mejor que nadie contar lo que ha visto…
— Encantada. ?En ese caso seremos tres!
La llegada de Mazarino la interrumpio, y el ballet de reverencias recomenzo. El cardenal entro como si habitara en el mismo aposento de la reina, sin hacerse anunciar y en zapatillas. Sin embargo, a los ojos de Sylvie, que no lo veia desde hacia dos anos por lo menos, ese detalle estaba menos justificado por los rumores persistentes sobre un matrimonio secreto entre Ana y el que por los estragos de la enfermedad. Por primera vez en su vida, la duquesa admiro el valor de aquel hombre torturado por los calculos renales y por un cruel reumatismo deformante, que desde hacia meses afrontaba, lejos de las comodidades de su palacio, a los diplomaticos espanoles con el fin de acabar de una vez con la sempiterna guerra con Espana y concluir una paz