personas de esta casa, que se guardaran silencio, nadie debe saber que estoy de vuelta.

Tal como esperaban Perceval y Marie, la herida de Sylvie era dolorosa pero en absoluto inquietante: la bala habia pasado bajo el brazo derecho y rasgado el costado sin interesar las costillas. El caballero lavo con vino la larga herida, mas parecida a una quemadura que a un corte, y la impregno de aceite de corazoncillo antes de colocar un vendaje de gasa que envolvia el torax de la paciente. Luego, para calmar la sobreexcitacion causada por la aparicion casi milagrosa de su hijo, le hizo beber casi por la fuerza una infusion de tila con miel y un poco de opio. Despues fue a un cuartito vecino de su «libreria» en el que habia instalado un laboratorio bastante rudimentario pero suficiente para extraer el jugo de las plantas y componer jarabes, tisanas y unguentos. En esta ocasion preparo un pote de cerato de Galeno con cera blanca, aceite de almendras y agua de rosas, que, alternado con el corazoncillo, iba, segun el, a obrar maravillas. Finalmente bajo a la cocina para indicar a Nicole Hardouin, su impasible gobernanta, los alimentos mas indicados para compensar la perdida de sangre sufrida por Sylvie y restablecer sus fuerzas con rapidez.

De hecho, la alegria era sin duda el mejor remedio, porque, al despertarse la manana siguiente, Sylvie se sintio casi bien. No del todo, por culpa de la angustia que habia acompanado a su despertar: temia haber sonado aquella felicidad inesperada. Pero muy pronto se presento su hijo, y ella pudo abrazarlo. No sin quejarse amablemente de aquella cara peluda que le daba la sensacion de estar abrazando a un oso.

— No querras seguir asi mucho tiempo, ?verdad? Tienes que ir a Saint-Germain, hacer saber a todos que estas vivo y recuperar tu puesto, tu rango… todo lo que querian arrebatarte.

— Lo se. Mientras dormiais, el caballero y Marie me han informado de los acontecimientos de los ultimos meses. Pero mas vale que lo sepais, mama, es preciso que siga pasando por muerto. Incluso es posible que esta situacion se convierta en definitiva si no quiero que se encarguen de matarme definitivamente…

— ?Quieren matarte? ?Pero por que?

— A causa del que ha desaparecido conmigo, o mejor dicho yo con el, puesto que yo le seguia.

— ?Y que si esta completamente muerto! -murmuro Sylvie con pena.

Philippe sonrio, y luego se inclino sobre su madre para hablarle de mas cerca.

— No. Esta tan vivo como yo, aunque es mucho menos feliz; pero si el rey, Colbert o su compadre Louvois, que maquinaron la trampa diabolica en la que cayo, supieran que estoy en Paris, mi vida no valdria nada. Mas tarde quiza pueda jugar a los aparecidos, pero hara falta tiempo…

— ?Dices que no ha muerto? -susurro Sylvie, dividida entre la alegria y la inquietud suscitada por la actitud grave de su hijo-. ?Donde esta entonces? ?Todavia en Candia… o en Constantinopla? Han corrido rumores de que los turcos le tenian preso…

— Lo estuvo, como yo, pero ya no lo esta. De los turcos, por lo menos. Os dire mas tarde donde se encuentra.

La campanilla del portal acababa de sonar, lo que era sorprendente. Las visitas escaseaban desde que la casa de la Rue des Tournelles alojaba a una reproba. Solo se arriesgaban a visitarla los amigos «literarios» de Perceval, la entranable Motteville y Mademoiselle, pero el hombre que se apeo de un sobrio coche de color verde oscuro no habia venido nunca. Sin embargo Perceval, que miraba por una ventana, lo identifico, no sin una inquietud muy explicable:

— Es Monsieur de La Reynie, el teniente de la policia…

— ?Que viene a hacer? -pregunto Sylvie.

— Pronto lo sabremos. Yo lo recibire. Tu, Philippe, harias bien en encerrarte en tu habitacion.

El joven asintio con la cabeza y salio al mismo tiempo que Perceval y Marie. La curiosidad siempre despierta de la joven la impulso a ir, tambien ella, a recibir a aquel importante personaje.

— Mi madre esta en cama. Es normal que yo la sustituya -declaro en un tono tan tajante que Perceval no considero oportuno oponerse.

Juntos entraron en el recibidor a la moda antigua en el que esperaba el teniente de la policia.

A sus cuarenta y cinco anos, Nicolas de La Reynie era un hombre de alta estatura, ojos y cabello castanos, rostro agradable a pesar de una nariz prominente, y menton hundido por un hoyuelo debajo de unos labios firmes y bien dibujados que sabian sonreir. Habia nacido en Limoges, y pertenecia a esa gran burguesia de la magistratura que acaba siempre por fundirse con la nobleza. Rico, competente y culto, era tambien un hombre de gran inteligencia y dotado de un raro valor, la incorruptibilidad, que habia hecho que con toda naturalidad el rey se fijara en el y le diera su confianza. No en vano: desde su nombramiento para el puesto creado para el, La Reynie habia empezado a combatir la inseguridad dedicandose a la limpieza de las cortes de los milagros, al mismo tiempo que sentaba las bases de una policia digna de ese nombre y unificada bajo su mando.

Saludo como un hombre de mundo y se excuso por la hora quizas algo temprana de su visita.

— Me importaba -dijo- tener noticias de la senora duquesa de Fontsomme, que fue cobardemente atacada ayer al salir de misa. ?Como esta?

— Mucho mejor de lo que seria de temer. La bala solo desgarro la carne y no afecto a ningun organo. Cuando cicatrice la herida, estara totalmente restablecida.

— ?Me hace muy feliz saberlo! Y creo que tambien al rey…

Perceval se puso rigido.

— ?El rey? -dijo en tono seco-. ?Eso si es una novedad! No hace mucho tiempo, al rey le preocupaba muy poco lo que Madame de Fontsomme sufriera o dejara de sufrir.

— Es dificil -dijo La Reynie con una semisonrisa- penetrar en el fondo de su pensamiento. Se diria que oscila entre la severidad generada por un rencor cuyo origen ignoro y un carino muy antiguo del que no puede desprenderse. En cualquier caso, si estoy aqui es por orden suya. Y repito que muy feliz por lo que acabo de oir.

— ?Veis al rey todos los dias? -pregunto Marie, a la que le gustaba muy poco quedarse callada.

— Casi todos. El rey trabaja mucho mas de lo que la gente imagina. Esta al corriente de todo lo que ocurre en el reino, sin duda, y muy especialmente en Paris.

— Sin embargo no lo ama, y desea, dicen, instalarse en ese nuevo Versalles que esta edificando con enormes gastos.

— No he dicho que sea por amor. Mas bien por desconfianza. Creo que nunca olvidara la Fronda… Bien, me retiro ya -anadio el visitante, y se puso en pie.

— Un instante aun, por favor -repuso Perceval-. ?Podemos saber que ha sido de la agresora? ?Ha muerto?

— Aun no, pero poco le falta. Desgrez, el oficial que le disparo, y que es el mejor de mis colaboradores, sabia quien era ella y ha preferido, dado su estado, dejarla morir en su casa sin divulgar su nombre. Es una simple muestra de respeto por una familia respetable en muchos aspectos. Madame de La Baziniere sucumbira a una breve enfermedad… Por supuesto, he dado mi aprobacion. Tambien el rey.

La Reynie se dirigia ya a la puerta, y sus dos huespedes se disponian a acompanarlo, cuando se detuvo de repente.

— ?Ah, se me olvidaba…! ?Quien es el joven que ayer parecia tan emocionado y que trajo aqui en brazos a Madame de Fontsomme?

Con un aplomo que confundio a Raguenel, Marie dio de inmediato una respuesta, en tono tranquilo.

— Gilles de Perussac, un amigo de la infancia de mi hermano. Se veian a menudo cuando Gilies estaba en el Vermandois en casa de su abuela Madame de Montgobert. Nos quiere mucho, y al enterarse de… la desaparicion de mi hermano Philippe, vino ayer a visitarnos; tenia poco tiempo, pero quiso ver a mi madre.

El teniente observo a la hermosa joven, tan orgullosa en sus ropas de luto que hacian destacar su cabello rubio, y no pudo evitar sonreirle, pero aun pregunto:

— ?Se ha marchado ya?

— Ya lo he dicho: estaba de paso, camino de Brest para reunirse con Monsieur Duquesne, bajo cuyo mando sirve.

— ? Ah, es un marino! Eso explica su aspecto un tanto desalinado.

Cuando La Reynie se hubo marchado, Perceval, inquieto desde el comienzo de la entrevista, felicito a Marie por su sangre fria.

— ?Has estado magnifica, que aplomo! ?Pero no has ido demasiado lejos? Ese hombre cuenta con los medios necesarios para informarse de todo lo que ocurre en Francia, y si busca en Brest…

— ?O en la escuadra de Duquesne? Encontrara en ella a Perussac. Como es realmente un amigo de la

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