bailarina. Era una lastima, la verdad, la calidad de bailarina de la Scala la habria enriquecido, la habria vuelto mas importante, la habria sacado de la nefasta tropa de las chicas de alterne, habria hecho de ella una artista, en lugar de una puta sin oficio ni beneficio, la habria situado del modo mas perfecto en el cuadro de Milan, cuya encarnacion parecia Laide: una graciosa e impertinente banderita fluctuante en el inmenso escenario de tejados, chimeneas, iglesias y fabricas, sobre los patios reconditos, los viejos jardines, las historias, las supersticiones, las miserias, los sonidos, los delitos, las fiestas. Y, sin embargo, eran demasiadas las contradicciones y las lagunas. Entre otras cosas, ?acaso era posible que en el cuerpo de bailarinas de la Scala, famoso en todo el mundo, tuvieran a una que todas las noches hacia un numero en una sala de fiestas de fama dudosa? Antonio dudaba ya incluso de haberla visto de verdad en el escenario durante la prueba de Estrella vespertina. En el momento no habia dudado de que fuera ella, pero, ?no podria haber sido autosugestion? Es tan facil confundir a una muchacha con otra, basta con que el peinado, el maquillaje, el traje sean diferentes y alli, para el ensayo, estaban todas vestidas de formas extranas. ?Como explicar, por lo demas, el hecho, inexplicable, de que Laide, si de verdad era ella, no se hubiese dignado hacerle un saludo, como si el no hubiese estado alli siquiera? ?Como explicar que la companera que se habia acercado a la presunta Laide la hubiese llamado Mazza, cuando Laide se llamaba Anfossi? ?Como explicar que, si la senora Ermelina habia dicho la verdad, Laide hubiera ido a su casa a las cuatro precisamente aquel dia del ensayo, precisamente cuando el la habia visto o habia creido verla en el escenario bailar el corro de los duendes? Otro recuerdo mas: despues de la representacion, habia pedido al fotografo de la Scala la foto de las nueve bailarinas vestidas de duendes, pero no habia logrado reconocer a Laide: cierto es que, con aquel traje y el maquillaje, no resultaba facil de distinguir. Habia dos que podian ser Laide. Lo curioso fue que, cuando el, algun tiempo despues, habia ensenado la fotografia a Laide, al tiempo que le preguntaba: «Pero a ver, ?quieres decirme cual eres tu?», ella se habia mostrado casi ofendida diciendo: «Ah, ?asi es como me quieres y ni siquiera eres capaz de reconocerme?»
Esas anomalias, que Laide habia justificado a tambor batiente sin el menor embarazo, pero con historias bastante absurdas, resaltaban ahora como otras tantas pruebas de que la muchacha ya no estaba en la Scala. Un solo enigma permanecia irresuelto: ?como es que, despues de la salida a escena del ballet, cuando Antonio telefoneo a la senora Ermelina para fijar una cita con Laide, aquella, en tono de broma, le habia dicho: «?Enhorabuena! Laide me ha dicho que lo vio en un palco, justo encima del escenario, y que estaba usted solito»?
Y eso era absolutamente cierto, el director le habia dado permiso para ir a su palco, donde no habia nadie mas. Por otra parte, habia que excluir que Laide hubiera presenciado el espectaculo desde la platea o desde otro palco, sin contar con que el, siempre timido, se habia mantenido un poco retirado, por lo que solo desde el escenario o desde alguno de los palcos de enfrente podian verlo. ?O tendria Laide a una amiga entre las bailarinas de la Scala que la mantenia informada de todo? Para satisfacer su curiosidad, Antonio habria podido pedir informaciones directamente a la escuela de baile y, desde luego, no le habrian dicho que no, pero, como ya habian acabado las representaciones del ballet, el ya no tenia motivo alguno para frecuentar el escenario y la escuela de baile. Si se hubiera dirigido a proposito para eso, habria parecido bastante extrano y en su fuero interno conocia ya la respuesta: le habrian dicho que Adelaide Anfossi ya no estaba. Tal vez hubieran anadido: «Mire, tenga cuidado con esa muchacha, fue expulsada hace tres anos por motivos que mas vale callar'. Si, le habrian dicho algo por el estilo, seguro, y para el, Dorigo, habria sido peor. No, mejor no indagar, mejor quedarse con el alma en paz. Total, Laide habria inventado, seguro, alguna otra trola, con Laide no se podia nunca aclarar nada.
Contaba que habia estado de gira, con la Scala, en Alemania, Inglaterra, Sudafrica, Egipto, Mexico, Nueva York, donde habia participado en una pelicula, pero, si se le pedian detalles, no recordaba nada; si se le preguntaba donde se habia alojado, no recordaba nada. En cambio, sabia muchas cosas sobre los grandes hoteles de Italia, en todas las ciudades habia frecuentado solo los hoteles mas lujosos.
«?Como asi? ?Tan bien os alojaba la Scala?»
«Ah, no, desde luego que no, pero yo iba por mi cuenta y pagaba la diferencia».
Conocia tambien los hoteles de la Riviera. Decia que en el Bristol de Santa Margherita, o un nombre analogo, habia habitaciones muy agradables, todas con bano, naturalmente, comunicantes de dos en dos. El, desde luego, no le preguntaba con quien habia estado. Habria respondido, como siempre, que habia estado de vacaciones con su madre o su abuelo u otros parientes maduros e inocuos. En cambio, Antonio pensaba en excitantes fines de semana con hijos de millonarios o viejos industriales un poco entrados en carnes por los anos y el trabajo, vestidos con prendas de Caraceni y muy acicalados, sometidos a electrocardiogramas semanales, pero con manos bastante gruesas, peludas y sudadas y que, con la respiracion jadeante del tipo durante la copula, apretaban avidamente sus infantiles tetitas.
Muy poco despues de que Laide rinera con la senora Ermelina, habian ido a casa de una amiga de aquella, una tal Flora, que tenia un pisito por la parte de plaza Napoli. Antonio conocia, por haber estado dos o tres veces juntos, a aquella Flora, que decia ser estudiante de Derecho y era una muchacha esbelta: lastima que tuviese una cara demasiado oblonga, pero su cuerpo era magnifico. Cuando Antonio y Laide habian ido a hacer el amor en su casa, Flora no estaba y se habian puesto a hablar de ella. Laide sabia perfectamente que Antonio la conocia, pero no le importaba. Contaba que aquella Flora tenia a alguien que la mantenia en el hotel Gallia y le pasaba medio millon al mes y, sin embargo, ella, por una tonteria de nada, habia 'metido la pata', por un capricho habia mandado todo a la porra.
«Ah, si a mi me saliera una situacion semejante, me la habria conservado bien, yo, no me la habria dejado escapar, seguro».
«?Por que? ?Se la encontro en la cama con otro?»
«Ni siquiera. No creo. Debio de ser una estupidez, una venganza, ahora no recuerdo».
«?Y quien era? ?Un viejo?»
Ella se rio:
«Si le daba medio millon a esa, seguro que no tenia veinte anos».
«Y si uno asi te ofreciera otro tanto, ?aceptarias?»
«Vaya, ya estas tu en seguida… No querras compararme con ese puton, espero… Nunca he visto a nadie trajinar como ella».
Entretanto, quitaba la colcha de la cama, la plegaba con cuidado, se veia que procuraba hacer las cosas bien, para quedar bien con Flora, e incluso ordenaba, volviendo a meter en la estanteria discos apilados sobre una silla, colgando una bata tirada en el suelo, vaciando el cenicero.
Antonio:
«Pero si me ha dicho que esta en la Universidad».
«Si, la universidad del coito… Menuda guarra esta hecha esa. Le gustan tambien las mujeres».
«?Por que? ?Lo ha intentado contigo tambien?»
«Pues yo creia que lo hacia fingiendo: vosotros, los hombres, os excitais con ciertas escenas y resulta que…»
«?Estuvisteis las dos con un hombre?»
«Una sola vez, te lo juro: la senora Ermelina insistio tanto».
«?Y quien era el?»
«?El? No lo recuerdo».
«?Y Flora lo hacia en serio?»
«Si hubieras visto como se puso a besarme, parecia volverse loca del gusto».
«?Y tu la seguias?»
«?Figurate! A mi me daba asco».
Seguia la conversacion en tono de broma, pero a cada frase a Antonio se le encogia el corazon en un puno: profanacion, verguenza, celos, tanto mas amargos por el irritante candor con que Laide contaba las proezas.
«?Y cuanto ganara Flora?»
«Dinero gana, seguro, pero tiene que pensar en su familia, le chupan por todos lados. Por eso, siempre esta sin blanca. A mi, por ejemplo, aun me debe quince mil liras».
«?Como es eso? ?Te proporciono a alguien? ?Hace tambien de alcahueta, entonces?»
«Es un asunto antiguo. Ni siquiera nos conociamos, tu y yo. Por lo demas, no era para nada malo, era para una excursion».
«Una excursion que acabaria en la cama, ?no?»