«Ya estas tu. Ni por asomo. Simplemente, una excursion y se acabo. Ella se habia comprometido y no habia podido ir, conque me rogo que fuera yo».
«Bueno, si era uno que pagaba, no lo haria por nada, me imagino».
«?Sabes que eres muy poco amable?… Tu, con tal de ofender…»
«Pero perdona, me parece que no es necesario ser demasiado malpensado para imaginar…»
«Imaginar una leche… ?Tu crees que todos son como tu? Furio Sebasti, por ejemplo…»
«?Quien es ese Sebasti?»
«Habras oido hablar de el, ?no? El de la griferia».
«?Es rico?»
«?Quien lo fuera como el! Tiene un yate en Portofino en el que caben treinta invitados».
«?Y tu has estado a bordo?»
«Yo, no, pero de vez en cuando me telefonea, me lleva a comer y despues al teatro acaso y todas las veces me da veinte mil».
«?Asi porque si? ?Solo por llevarte de paseo?»
«Bueno, pero pierdo una noche, ?no?»
«?Y te telefonea a menudo?»
«Hace meses que no lo veo. Siempre anda viajando por el mundo».
«?Y como es que el te telefonea y yo no puedo hacerlo?»
«El es amigo de mi hermano, pero tu eres muy aburrido, la verdad, con todas estas preguntas. ?Que mas quieres saber?»
El callo. A saber que clase de excursion habria sido. Las presentaciones cuando ella hubiera llegado a la cita. Dos hombres y dos mujeres, seguro.
«Ah, ?eres tu la amiga de Flora? Estas muy bien. Te felicito».
Montarian en el coche.
«Pues, ?sabes que me alegro de que Flora no haya podido venir? Eres exactamente el tipo de chavala que me va. Yo las tetazas no las aguanto. Mientras que tu… dejame sentir… Eh, ?caray! Dejame un momento… no iras a poner pegas, espero… si eres amiga de Flora… total, aqui nadie nos ve… Oh, muy bien, asi… y ahora, mientras conduzco, pon la manita aqui».
Una ira, una rabiosa impotencia en Antonio, mientras con la imaginacion reconstruia la escena, pero Laide lo hizo volver en si:
«?Se puede saber por que pones esa cara? ?En que estas pensando?»
La primera vez que Antonio la habia llevado a casa de Corsini, Laide le habia ensenado cardenales en los brazos y en los muslos.
«?Como te los has hecho?»
«Al hacer el numero en el Due», respondio ella con una punta de orgullo. «El, el bailarin, en determinado momento me da un empujon y yo ruedo por el suelo. Se reciben ciertos golpes al hacer el blues».
«?Tambien anoche fuiste?»
«Si, ?por que? Por cierto, tendrias que hacerme un favor. Cuando salgamos, acompaname a la Feria de Muestras: total, desde aqui son dos pasos».
«?Para que?»
«Anoche un amigo, uno de los que van siempre al Due, me acompano a casa y me olvide la pulsera y el reloj en su coche».
«?Como asi?»
«Con la prisa por vestirme y salir, me los lleve en la mano y me los deje en el asiento».
«Me parece un poco extrano».
«Tu siempre dispuesto a pensar mal, la verdad. Es solo un buen amigo y, cuando digo amigo, quiero decir que no hay nada mas».
El no insistio, no hablaron mas de eso, pero, cuando salieron, el no pudo resistir el deseo de quedarse un poco con ella, no le importaba llegar tarde a la oficina. Tampoco lo retuvo la verguenza de acompanarla a ver a un hombre que probablemente la noche anterior, en la obscuridad, en el automovil… («No, tesoro, aqui no, esta noche no… en el coche no me gusta… Ten cuidado, que me estropeas la falda… Bueno, entonces espera, que me quito la pulsera…») Lo encontraron sentado en una caseta de electrodomesticos, se levanto, fue a su encuentro, era un tipo de unos treinta anos, bastante insignificante.
«Pero he dejado el coche al comienzo de Via Domodossola, esta un poco lejos».
Laide a Antonio:
«?Que? ?Vienes tu tambien?»
«No, es tarde, es mejor que me vaya».
«Hasta luego, entonces, tal vez despues pase a saludarte al estudio. Adios, adios y gracias».
El hombre y Laide se alejaron. El se fue solo, ya la ansiedad y la exasperacion le subian, impetuosas, como el agua de una boca de alcantarilla, mantenida repentinamente cerrada, pero, cuando desaparece la tapa, se desencadena la presion del fondo. Pero, ?por que lo exponia Laide a situaciones tan humillantes? ?Lo hacia aposta? ?Se divertia atormentandolo? ?O lo hacia inconscientemente, porque le parecia que no tenia nada de malo? Entretanto, el se sentia precipitarse cada vez mas abajo, se acordaba del profesor Unrath de El angel azul. ?Oh, que cierta era esa historia! Cuando habia visto la pelicula, en los buenos tiempos jovenes y despreocupados, le habia parecido inverosimil. Un estimado profesor de instituto degradarse hasta ese punto. Ahora lo entendia. ?El amor? Es una maldicion que cae encima y resulta imposible resistirsele.
Le contaba que su madre nunca la habia querido. De nina, le hacia vestidos muy bonitos, le regalaba juguetes magnificos, aunque solo para quedar bien ante los vecinos, pues no la queria. Por una cosita de nada le daba capones, que le hacian un dano terrible, y desde entonces Laide habia padecido siempre dolores de cabeza atroces. Su madre no la queria, sino que la odiaba y odiaba tambien a un chico que era su novio, un muchacho estupendo y, el dia en que ese muchacho murio en un accidente de moto, su madre fue la primera en enterarse y se apresuro a telefonear a Laide, que estaba en la Scala.
«Una buena noticia», le dijo, «gracias a Dios, tu amor se ha estrellado con la moto: muerto en el acto. La verdad es que me alegro».
Entonces ella se habia ido al bano y con un cortaplumas se habia cortado las munecas y despues, para que los demas no se dieran cuenta, se las habia vendado y habia salido corriendo, pero la sangre salia a borbotones y habia caido al suelo desmayada en medio de la galeria, conque la habian llevado a un hospital y habia pasado en el varios meses.
«?Sera posible?», decia el. «?Por que habia de odiarte asi? ?Nunca tenia gestos de bondad?»
«?Sabes cuando era buena conmigo? Cuando llevaba dinero a casa».
«?Y no te preguntaba como lo habias ganado?»
«Ah, ella no se andaba con sutilezas. Le daba igual de donde procediera, bastaba con que hubiese dinero. Entonces si que se mostraba afectuosa: Laidina por aqui, Laidina por alla. ?Que asco!»
«?Y no sospecharia la vida que hacias?»
«Lo sabia mejor que yo, vaya si lo sabia, pero, ?que le importaba yo? Con tal de que llegaran a casa las habichuelas».
Contaba que, como su hermana casada esperaba un hijo, ella tenia que buscarse casa propia y, naturalmente, contaba con el, Antonio, sin decirlo. Antonio habia preguntado a sus conocidos y un colega le habia ofrecido un pisito, tipo garconniere, que el mes siguiente debia dejar. Antonio y Laide habian ido a verlo, pero ella habia huido al instante.
«Huy, por favor, ni pensarlo. Me conozco demasiado esa casa. ?Sabes quien vive en el piso de arriba? Matilde».
«?Y quien es esa Matilde?»
«Pero si ya te he hablado de ella» (pero no era cierto). «Una casa de esas».
«?Y tu has ido a ella algunas veces?»
«Esa tenia una especialidad. Los clientes acudian todos por la manana, a las diez, a las once».
«Y eso, ?por que? ?Comerciantes que bajaban de la provincia?»
«No, no, eran autenticos senores, unos tipos que no veas. Recuerdo a uno, un joven que tampoco estaba mal y se habia encaprichado conmigo. Todas las mananas, ?comprendes?, durante diez dias consecutivos. Despues