desvergonzada. ?Que? ?No seria una fantasia totalmente literaria? ?No seria, en cambio, la triste y desnuda verdad de que el estaba ya a punto de envejecer y se aferraba a Laide como a la ultima oportunidad posible de la juventud perdida? ?No serian tal vez sus bellos, sanos y limpios veinte anos? ?La cabellera larga y negra, los senos de nina, las caderas estrechas como las bailarinas de Degas, los muslos largos de bailarina? ?No estaria mintiendose a si mismo?

Maldicion, alguien le habia contado un dia que habia perdido la cabeza por una chica que se divertia fastidiandolo y el se habia vuelto como loco hasta que una manana, al despertarse, se habia dado cuenta de que le importaba un comino y de la noche a la manana habia quedado definitivamente curado.

'Oh', se decia, 'si me sucediera eso a mi tambien y ella me telefonease y yo le dijera: 'Perdona, pero hoy no puedo', y el dia siguiente igual y asi sucesivamente, a saber que rabia sentiria, la jovencita. Me gustaria ver si se quedaria horas entonces arrancandose pelos, mientras yo estoy impaciente por hacer el amor».

«Ya esta: acabado. ?Te gusto?», dijo Laide, al tiempo que volvia la cabeza hacia el. Despues se levanto, volvio a poner en su sitio la mesita, a colgar el espejo en el bano y a meter las pinzas en el bolso. Es que era una maniatica del orden. Despues, en lugar de volver a la cama (Antonio se habia tumbado boca arriba, esperando recibirla entre los brazos), traslado el telefono, que estaba en la sala de estar, a la mesita de noche, lo enchufo, volvio hasta alli, regreso con el Corriere en la mano, lo abrio por la pagina de los anuncios economicos, lo doblo con cuidado y se puso a consultar las ofertas inmobiliarias.

«Y ahora, ?se puede saber que haces?»

«Nada, pero, si quiero encontrar casa, no puedo quedarme con los brazos cruzados. Aqui hay dos o tres direcciones. Dejame probar».

«?Y no puedes hacerlo despues?»

«No, despues tal vez sea demasiado tarde y no responda nadie».

«Y dale, hace ya una hora que espero».

«?Huy, por favor! ?No se va a hundir el mundo, si llegas al estudio con media hora de retraso!»

«No es por eso».

«Entonces, ?por que?»

«La verdad es que tu…»

«La verdad es que tu eres una cretina, es lo que quieres decir. De acuerdo, yo soy una cretina, desde luego, yo no tengo tu inteligencia, pero, en lugar de discutir, ya habria podido hacer dos llamadas».

?Por que era tan desagradable? Penso en levantarse, volver a vestirse y marcharse sin decir palabra: habria sido una leccion magnifica y saludable. Pero fue solo la sombra de una idea. Nunca habria tenido fuerza para hacerlo. Se quedo ahi, tumbado en la cama, rodeando con un brazo la cintura de ella, que se digno aceptarlo y se puso a hacer la encuesta telefonica.

«?Oiga? Si, llamo en relacion con el anuncio… ?ah, si?… muy amable… ?Y donde se encuentra?… ?Tercer piso, dice?… Si, podria ir dentro de poco… ?Nos encontramos en su oficina, senor abogado?»

Ponia voz amable y cortes, con un fondo de provocacion y coqueteria.

«?Oiga? Si, llamo por el anuncio del periodico, quisiera saber… ?Como?… Si… si… ?y el administrador Tamburini es usted?… No, seria para julio… ?Tres, mas los servicios?… Tal vez seria un poco demasiado para mi, verdad, senor administrador… No, no, nunca se sabe… ire a verlo con mucho gusto… no, no… yo sola… No, trabajo en la Scala… si, en el teatro… bailarina… ?Huy, por favor!» Una larga carcajada. «Si, ire manana por la manana… de acuerdo, senor administrador, y mil gracias».

Y el cretino de el:

«?Y que te decia ese que fuera tan divertido?»

«Nada, ya sabes lo idiotas que son los hombres… al enterarse de que eres bailarina, en seguida se imaginan… ?Imaginate si va a verme manana ese!»

«?Por que? ?No vas a ir?»

«Tengo olfato. Esos tipos asi, ceremoniosos, no me gustan y, ademas, es un paleto, pero tenia una voz bonita, debo reconocerlo».

Antonio la miro con expresion de suplica.

«Venga, basta ya, Laide, ni siquiera hace calor aqui. Yo aqui, desnudo, voy a coger algo».

«Pero, ?espera un poco!», dijo ella, irritada, y marco un tercer numero.

Telefoneo por tercera, por cuarta, por quinta vez, la vocecilla se le ponia aflautada y con su erre aun mas acentuada de lo habitual y por el otro extremo parecia que fueran todos hombres jovenes, graciosos, galantes, que habian puesto el anuncio en el periodico con el unico fin de acechar a hermosas muchachas ingenuas y sin techo y necesitadas de proteccion. Resultaba evidente que ella continuaba por el gusto de fastidiarlo a el, Antonio, hacerlo rabiar, ponerlo celoso con aquellas absurdas zalamerias telefonicas.

De repente, sin que el mismo se diera cuenta, la rabia lo arrastro. Con ira arranco y desgarro el periodico de la mano de Laide y lo tiro al suelo. «?Dejalo ya, de una vez por todas!» Laide reacciono como una pobre nina ofendida y perseguida. Se puso en pie de un brinco. Se dirigio corriendo a la silla en la que habia dejado la ropa y la lenceria, cogio el sosten e hizo ademan de ponerselo:

«Muy bien», grito con voz casi llorosa. «Yo me voy y no vuelves a verme mas. No importa. ?Quiere decir que tendre que irme a dormir bajo un puente!» Logro abrocharse por la espalda la tira del sosten. Recogio de la silla el liguero. «Me voy, me voy, me voy, ?entiendes?»

Antonio se quedo aplanado. El miedo a que ella se fuera en serio y para siempre supero cualquier recuerdo de dignidad. Salto de la cama, se le acerco, la abrazo con fuerza, empezo a suplicarle, con voz tremula:

«Por favor, no lo hagas, Laide, escuchame, Laide, te lo suplico, no lo hagas».

Ella se hizo rogar un poco, mortificada, y volvio a sentarse al borde de la cama, volvio a levantar el auricular y reanudo las llamadas. Naturalmente, de recoger el periodico del suelo se habia encargado Antonio.

XXIV

«Entonces, ?que? ?Nos vemos esta noche?»

«Si, pero llegare tarde: esta noche vuelve mi hermana de la clinica y quiero que encuentre la casa arreglada».

«De acuerdo, pero tienes toda la tarde para hacerlo».

«Perdona, pero yo las cosas las hago bien y, ademas, esta tarde tengo que salir, tengo cita con el podologo».

«Conclusion: ?a que hora? ?A las ocho y media, a las nueve menos cuarto?»

«Como quieras, pero mira que antes de las nueve y media…»

«De acuerdo, vendre a las nueve y media».

A las nueve y media la calle estaba ya casi desierta, solo unos pocos coches parados, la mayoria de poca cilindrada. El se detuvo para poder observar, desde el asiento del conductor, las ventanas de ella, puertas-ventana que daban a un gran balcon. Era una casa moderna, de cinco pisos. Ella estaba en el cuarto.

Aunque la hora era relativamente avanzada, habia bastante gente que entraba y salia por la cancela de la entrada. Por dentro la casa se convertia en un caseron gigantesco, debian de ser varias decenas de familias.

Antonio se detuvo, miro arriba: una de las dos ventanas tenia las persianas echadas, la otra estaba iluminada. Hacia calor. Al cabo de cinco minutos se apeo del coche y se paseo fumando a lo largo de la acera. Se veia poca gente. La acera bordeaba una larga verja allende la cual habia un gran patio circundado de cobertizos. Debia de ser un deposito o el almacen de una empresa. Al fondo del patio a la derecha, habia un surtidor privado de gasolina y, al lado, un cobertizo y debajo de el una lamparita azul como las que se usaban durante la guerra. Bajo el cobertizo habia un banco, en el que estaba sentado un hombre que parecia dormido. No habia otra alma viva.

Las diez menos veinte. Antonio sintio que comenzaba la tension habitual. Era una inquietud que le entraba en todas las partes del cuerpo, una ansiedad que subia, subia. Todas las veces esa desdicha insoportable se repetia, pese a que se decia: 'Laide siempre ha venido, Laide no ha faltado nunca a su palabra, tal vez haya tardado veinte minutos, pero siempre ha venido'. Le habria bastado con tener la certeza de que vendria, habria estado

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