«?En bonitos lugares me situas! En mi vida he estado en la Torcida, gracias a Dios».

«?Por que? ?Que tiene de malo?»

«Mira: en la Torcida solo hay putas, ladrones, maricas y chulos».

«?Como que chulos!»

«Si, chuloputas, macarras».

«Pero, disculpa, ?tu que sabes?»

«Lo sabe todo el mundo, ?no? ?Por que? ?Tu que creias?»

«Yo, nada. Ni siquiera sabia que existiese».

«Bueno, mira, yo por aquellos andurriales no pongo los pies».

Parecia resentida.

«?Que quieres que te diga? Me parecia haberte visto».

«Seria una que se pareciera a mi. ?Como iba vestida?»

«Imaginate si voy a acordarme», dijo Antonio, que, en cambio, lo recordaba perfectamente.

«?Y que mas me has visto hacer? ?La carrera?»

«No se por que te lo tomas asi. ?Te he dicho algo ofensivo?»

«Bueno, a mi ciertas conversaciones no me van. Y se acabo. ?Esta claro? Y ahora…»

Lo atrajo hacia si y le puso la boca en su boca.

VI

?Quien era? ?Adonde iba? ?Con que esperanzas? ?Por que llevaba aquella vida? Una jovencita tan lozana, viva, autentica. Si hubiera nacido en una familia como la de el, Antonio, ?habria acudido jamas alli, a casa de Ermelina? ?Que infancia desgraciada tenia tras si? ?O era solo un afan de libertad y rebelion, deseo de ropa elegante, necesidad imperiosa de humillarse, echarse a perder, venderse, abandonar el cuerpo a los deseos anonimos, voluptuosidad de arrojarse al abismo?

Mientras volvia a vestirse, con aquel estado de animo particular, sereno y melancolico, que sigue al desahogo de los sentidos, Antonio aparto el visillo de muselina que tapaba la ventana y miro afuera.

No pensaba estar tan alto. Enfrente habia una casa de la misma altura y tal vez mas, pero a la derecha de ella se abria un claro por el que la mirada se extendia en una vasta perspectiva de terrazas y tejados: tejados sobre todo, negros, atestados de chimeneas, alli abajo.

Alli abajo estaba la Milan de la que procedia Laide. Las casas de galerias con tufo de gato, con tiestos floridos en mayo y bragas tendidas y la voz de una joven que canta con abandono y una horrenda disputa entre hombre y mujer con palabras que daria verguenza repetir, el sol bana un jardin nobiliario y calienta un poco las amarillentas paredes de la casa con blasones, llaman al trapero por la manana, que se acerca poco a poco y despues ya esta ahi abajo y, antes de que queramos darnos cuenta, ya se ha alejado, el chirrido del tranvia en la curva, todas las veces los ojos del contable apuntan silbando a la nuca de una empleadilla de quince anos, los pozos comunales de los patios brillantes con la lluvia, negros, cristalinos, con un tocadiscos abandonado en el septimo piso que hace taa-taa-taa, porque ella esta echada en el sofa y el la sujeta y jadea, las once y media de la manana, al final del mercado de trigo vendra el senor Marisigliano de Borgotaro, habia dicho 'una jovencita rubia, por favor', la camioneta descarga los paquetes de bobinas, 'esta vez el boss esta cabreado, solo Dios sabe donde colocar este parne', 'basta con que lo quieras, querida, ?que eres?, ?camarera?, aqui tienes mi numero, por si te apetece, pero una cosa, mira: limpieza, por favor, no son necesarios perfumes, pero jabon y dentifrico, si', '?sabes que esos tipos que holgazanean en el paso subterraneo Carminati necesitan la sombra?', la puerta chirrio, 'no, mama, he estado en casa de Nora escuchando discos y hablando y hablando se me ha hecho tarde', 'tres mil por noche, mas la venta de las flores, mas los extras, ?comprendes?', '?no iras a hacerte la delicada aqui, en mi casa?', 'la cuestion es meterse en el bote a ciertos vejetes que, si los sacudes, hacen ding, ding, de tan forrados como estan de cucas, Milka desplumo a uno este otono que era un poema de tan repugnante, pero con eso se gano un abrigo de vison, la viste, ?no?', ese zumbido del ascensor para arriba y para abajo, el le coge la barbilla entre dos dedos, la sacude con rabia seis, siete veces y despues la sujeta y luego la sacude otra vez, ella lo mira asustada, 'y ahora no me vengas con cuentos, guapa, tu me apoquinas veinte mil pelas una tras otra, y, si lo intentas otra vez, te daremos para el pelo, un palizon, que ni siquiera vas a poder hacer una carrera de cien, ?esta claro?', 'y despues, ?toma, jeroma!, menudo tortazo que te pega, que ya es que sientes estallarsete la cara', ?y pam!, al suelo, que, si tiene una mala caida, asi aprendera, y algunas veces el le da correazos en el trasero, no veas que senales despues, como para no poder trabajar durante una semana, y tambien en los muslos, el conductor del ingeniero Kasparri todas las noches se cambia, pero, ?quien le da el dinero para el night-club?, tan feo, que parece un gorila, pero dicen que ella, la senora Kasparri, que parece un angel, una Virgencita, despues, de noche, se pone como loca de celos sabiendo que el, entretanto, esta trincando champan con las zorras, pero no puede por menos de hacerlo, es como una enfermedad, en la oficina de la SNDL a obscuras, suena el telefono a esa hora e insiste, seis, siete veces, se ha dado cuenta todo el inmenso vecindario, un sonido verdaderamente desesperado hasta las tres y media, mas o menos, hara una semana que el se dio cuenta, hay un descubierto de trece millones, pero en el foso de la estacion de servicio el que ve pasarle por encima el vientre, la ingle y las verguenzas de los seiscientos y los mil cien, siempre los mismos con sus inmundas incrustaciones, nunca ve la hora de darse el piro y entre rueda y rueda mira de reojo el reloj, las seis menos cuarto, las seis menos diez, tambien en el entresuelo de la oficina de la TETRAM un timbrazo del telefono, 'no, no, de ningun modo', un cenutrio impasible riendose, sardonico, con el cigarrillo en los labios: 'por menos de tres, no, no y no, te he mandado adrede, tu ahora no me hagas arrepentirme con todos esos gastos que hemos tenido por ti', y, entretanto, piensa en la pantorrilla con medias negras de una periquita que, al verla, le ha dado un tiron en la ingle, pero es absurdo, el tiene mujer e hijos, y los tacones, los tacones, ese grosero ruido de tacones escaleras abajo y por dentro todo el peso de las caderas abandonadas a la gravedad carnal, 'rapido, Ines, hay un senor esperandote', '?que senor?', 'ya lo sabes, lo conoces, es el que siempre viene a esta hora, no te hagas de rogar, hazle escupir el alma, ya sabes', desde la barandilla del sexto piso ella asoma con los ojos fuera, el vientre fuera, esperandolo a el, que no llega, en el entresuelo, al final la luz del alba y tal vez el cielo sea grande y azul, pero tal vez haya nubes o el maldito asunto del alba, del momento en el que sale el sol, pero la ciudad no lo conoce, no lo conoce nunca, las casas lividas, adormecidas y cerradas y los pocos, poquisimos, que aun estan vivos sienten algo casi divino por un instante, solo un momento, porque despues viene el sueno, ese peso en la cabeza, pensando en el horario, luz del alba livida y apatica en la gran ciudad, pero, a ver, ?es grande?, es ridicula, en el mundo hay centenares mas grandes, en el entresuelo la luz filtrandose precisamente por entre los intersticios, lo que demuestra la seriedad, la chica desnuda ve al hombre que la ha comprado para esa noche, lo ve ahito y dormido, con la boca entreabierta semejante a las de las alcantarillas o tambien a las tremulas luces en el altar de la Dolorosa, donde, arrodillada en el frio del alba y con la cabeza cubierta de un velo negro, ella misma esta manana -?sera posible?- rezaba, con lagrimas en los ojos, rezaba por su amor, su porvenir, su casa, un cura holgazaneaba en la nave, socarron, y la miraba de reojo sin desmerecer de la dignidad eclesiastica, aquel olor de incienso, aquel sentido de las casas en derredor, una pegada a la otra, verticalmente rigidas, grises, repletas de vidas humanas, telones tremendos, uno encima del otro, atrancados, apinados, en torno a la pequena iglesia decimononica de paredes negras y chorreantes, le dolian las rodillas, ella se sentia pura, pese a la noche que habia pasado a merced de un desconocido pagador, precisamente por eso incluso, por el sacrificio personal que entranaba la prostitucion, su madre en casa enferma tal vez de un mal horrendo, unos dolores en las partes bajas, todas las noches, todas las noches, y en derredor los perfiles cortados a pico y negros de las paredes con el reflejo que le enviaban con aquel velo de sombra, una delicada luz violeta en el reloj del salpicadero del superdeportivo, mientras el ponia una mano en el muslo de ella, asi, distraidamente, como prueba de la mercancia y, entretanto, una chachara idiota, '?sabes ese del nino malhablado? Pues, mira, un nino entra en el salon y ahi estaba su madre con un monton de amigas y el dice', en algunos momentos, al tomar la curva con chuleria, iban a topar con un taxi y despues perdiendo el culo en tercera, tambien es hermosa esta sensacion de fuerza mecanica, 'a saber lo que tendra este tipo, aun no teniendo mal aliento', 'senti la media izquierda deshacerse por encima de la rodilla, una carrera de repente, maldicion, con lo que cuesta', el senor coronel del piso de arriba, jubilado, con su perrito bastardo que la mira, cuando se la encuentra por la escalera, como la mira, si supiese, Dios mio, si supiera, cierto es que los tacones altos cansan los pies, pero como resaltan las pantorrillas, las miradas de los hombres se pegan como

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