boca cerrada. Maj-Britt no queria saber, pero Ellinor le contaba de todos modos. Sin que nadie se lo pidiese, las palabras surgian de su boca como un rio imparable y cada una de ellas iba penetrando en los reacios oidos de Maj-Britt. Vanja era una de las pocas personas condenadas a cadena perpetua en todo el pais. Quince o dieciseis anos atras, asfixio a sus hijos mientras dormian, degollo a su marido y, despues, le prendio fuego a la casa en la que vivian, con la esperanza de arder dentro ella misma. Al menos, eso declaro despues cuando, aunque victima de graves quemaduras, sobrevivio al incendio. Ellinor no sabia mucho mas y lo poco que recordaba lo habia leido en un suplemento dominical de uno de los diarios vespertinos en un reportaje sobre las mujeres mas vigiladas de Suecia.

Pero lo que recordaba y lo que le conto era mucho mas de lo que Maj-Britt habria querido saber jamas. Y eso no era todo. La muchacha no se dio por satisfecha, sino que siguio importunandola intentando sonsacarle de que conocia a Vanja y si ella misma sabia algo mas. Ni que decir tiene que Maj-Britt no le contestaba, pero era bastante molesto que la muchacha no pudiese cerrar el pico y dedicarse a limpiar, que era la unica razon por la que estaba alli. Su parloteo no tenia fin. Tan persistente era que casi podria creerse que su aparato fonador debia estar necesariamente en marcha para que funcionase tambien el resto del cuerpo. Un dia llego incluso a llevarle una planta, una cosa horrenda y diminuta de color lila que no agradecio el olor a lejia. O puede que no resistiera las bajas temperaturas nocturnas del balcon. Ellinor dijo que pensaba protestar en la tienda y reclamar otra pero, por suerte, nunca volvio a aparecer con ella en el apartamento de Maj-Britt.

– ?Quieres que compre algo especial para la proxima vez o solo lo que hay en la lista?

Maj-Britt estaba sentada en el sillon viendo la tele, uno de esos programas que ponian ahora. Aquel, en concreto, trataba de un grupo de jovenes ligeras de ropa que debian procurar a toda costa seguir viviendo en un hotel por el sencillo procedimiento de buscarse un companero de habitacion del sexo contrario.

– Tapones para los oidos me harian falta. De los amarillos, preferentemente, los de espuma que venden en la farmacia para profesionales con trabajos muy ruidosos y que se hinchan y taponan todo el canal auditivo.

Ellinor lo anadio a la lista. Maj-Britt la miro de soslayo y creyo entrever una media sonrisa bajo el flequillo, justo por encima del escote por el que casi se le salian los pechos.

Aquella individua la haria perder el juicio. Maj-Britt no comprendia que le pasaba para no dejarse provocar. Jamas habia deseado con tanto ardor deshacerse de alguien y de pronto resultaba que sus viejos trucos no funcionaban.

– ?Donde se ha metido aquella chica tan agradable, Shajiba? ?Por que ya no viene nunca?

– Porque no quiere. Nos hemos cambiado los horarios, porque se negaba a volver aqui nunca mas.

Mira tu por donde. Puede que Shajiba no fuese tan pesada despues de todo. Comparada con aquella, le parecia una maravilla.

– Dile de mi parte que apreciaba mucho su trabajo.

Ellinor se guardo la lista de la compra en el bolsillo.

– Pues que pena que la llamases negra puta la ultima vez que estuvo aqui. No creo que se lo tomase precisamente como una muestra de aprecio.

Maj-Britt volvio a la tele.

– Sera que hay cosas que no se ven claras hasta que no se tiene con que compararlas.

Miro de reojo a Ellinor y la vio sonreir de nuevo; Maj-Britt juraria que, en efecto, habia advertido una sonrisita. Era mas que obvio que aquella muchacha no era normal. Quiza fuese incluso retrasada mental.

Se imaginaba lo que dirian en las oficinas de la asistencia domiciliaria. Seria una de las usuarias mas odiadas. Asi los llamaban, ni pacientes ni clientes, sino usuarios. Usuarios de la asistencia domiciliaria. Usuarios de la atencion de seres repugnantes sin cuya ayuda no se las arreglaban.

Que dijeran lo que quisieran. Ella representaba con gusto el papel de La Lagartija Gorda y Terrorifica que nadie queria tener en su turno. Le daba igual. No era culpa suya que las cosas fuesen como eran.

Era de Goran.

En el televisor, una de las participantes femeninas acababa de contarle un monton de mentiras a una amiga confiada y empezaba a desnudarse de cintura para arriba a fin de atraer a un presunto companero de habitacion. Las mas bajas actitudes humanas de pronto elevadas a la condicion de apreciado entretenimiento, gente que se humillaba publicamente, llenaban la television entera, estaban en todos los canales, no habia mas que ir pasando de una cadena a otra con el mando a distancia. Y cada una competia por escandalizar mas que la otra con el fin de retener a sus telespectadores. Una exhibicion repulsiva.

Era raro que ella se perdiese un capitulo.

Vio por el rabillo del ojo que Ellinor se habia quedado mirando la tele. Un resoplido de indignacion resono discreto en la sala.

– ?Madre mia! Desde luego, puede decirse que el embrutecimiento es un hecho consumado.

Maj-Britt fingio no oirla. Como si eso sirviera de algo.

– ?Sabes que la gente se sienta a discutir sobre esos programas completamente en serio, como si fuese algo importante? El mundo se va a pique ahi fuera, pero la gente pasa y se implica en ese tipo de cosas. Estoy convencida de que toda esta basura responde a un plan, pretenden que nos volvamos tan idiotas como sea posible para que los que ostentan el poder puedan hacer lo que quieran sin que nos entrometamos.

Maj-Britt exhalo un suspiro. Quien pudiera tener un poco de paz y tranquilidad. Pero Ellinor no se rendia.

– Se pone uno triste viendo esas cosas.

– Pues no mires.

Admitir que, en cierto modo, ella estaba de acuerdo era impensable. Antes defenderia una epidemia de colera que admitir que compartia alguna opinion con aquella joven. Y Ellinor estaba ya lanzada.

– Me pregunto que sucederia si suspendiesen todas las emisiones televisivas durante un par de semanas y, al mismo tiempo, impidieran que la gente pudiera echar mano del alcohol. Los que no se ahorcaran directamente se verian obligados a reaccionar de alguna jodida manera ante lo que esta pasando.

Por poco que a Maj-Britt le apeteciese recurrir al telefono, pronto no le quedaria otra alternativa, tendria que llamar a la asistencia domiciliaria para que la sustituyesen por otra asistente. Hasta ahora, no habia sido necesario. Ellos mismos habian puesto remedio.

La idea de verse obligada a realizar una llamada telefonica la indignaba aun mas.

– ?Y si te presentas para participar? Con la ropa que llevas, no tendrias ni que cambiarte.

Se hizo un minuto de silencio durante el cual Maj-Britt no aparto la mirada de la pantalla.

– ?Por que dices eso?

Resultaba dificil discernir si aquello la enojo o la entristecio. Maj-Britt siguio hablando.

– Si te pasearas ante el espejo y echaras una ojeada a tu aspecto, no tendrias que hacer una pregunta tan estupida.

– ?Que le pasa a mi ropa, segun tu?

– ?Que ropa? Llevo tiempo sin ponerme las gafas y no he sido capaz de ver que lleves ninguna ropa.

Se hizo un nuevo silencio. A Maj-Britt le habria gustado ver cual era el efecto de sus palabras, pero se abstuvo. En la pantalla empezaban a salir los creditos. Programa patrocinado por NorLevo, la pildora del dia siguiente.

– ?Puedo hacerte una pregunta?

Maj-Britt lanzo un suspiro.

– Me cuesta creer que, de repente, yo pudiera impedirtelo.

– ?Disfrutas siendo asi de hiriente o es solo por lo fracasada que te sientes?

Maj-Britt noto con horror que enrojecia. Aquello era insolito. Hasta el momento, nadie habia entablado batalla. Nadie se habia atrevido. Y dar por sentado que ella se sentia fracasada era una humillacion por la que podian despedir a aquella repulsiva criatura.

Maj-Britt subio el volumen con el mando a distancia. No existia razon alguna por la que tuviese que recibir insultos.

– Estoy orgullosa de mi cuerpo y considero que no hay razon alguna para esconderlo. Y pienso que estoy guapa con esta camiseta, si es eso lo que tanto te molesta.

Maj-Britt seguia sin apartar la vista del televisor.

– Si, bueno, cada una es muy duena de pasearse por ahi vestida como una fulana.

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