Le respondio, aunque no pensaba hacerlo. El nuevo comportamiento de Ellinor la atemorizaba, en especial ahora que sabia que ocultaba sus verdaderas intenciones tras aquella fachada de amabilidad.
– En la acera de enfrente vive una familia. El padre murio ayer en un accidente de trafico.
Maj-Britt no deseaba saber nada, pero evoco la imagen del hombre, que solia salir a columpiar a su hija, y de la madre, a la que parecia dolerle algo. Como de costumbre, se la informaba de cosas en las que ella no queria verse involucrada y por las que no habia preguntado. Cambio de canal.
Ellinor abrio la puerta para dejar entrar a
– Habia pensado arreglarlo.
Maj-Britt giro la cabeza. Ellinor tenia en el regazo su vestido, el que aun le quedaba bien, aunque habia empezado a ceder un poco por las costuras. Maj-Britt quiso oponerse, pero sabia que la prenda necesitaba un arreglo. La alternativa era sufrir la molestia de encargarse uno nuevo, y el solo recuerdo de la ultima vez le producia escalofrios. O coserlo ella misma. No. Por alguna razon, ni siquiera se le habia pasado por la cabeza la idea, ni aun en aquella epoca en que, fisicamente, habria sido posible. Ni siquiera tenia aguja e hilo. Pero contemplar los dedos de Ellinor deslizandose por aquello que, en condiciones normales, se hallaba pegado a su piel le resultaba repugnante.
Maj-Britt se mordio la lengua y volvio a concentrarse en el televisor. Pero, entonces, reacciono a un movimiento junto al sofa. Ellinor habia estirado el brazo por encima de su cabeza. Maj-Britt no tuvo tiempo de pensar. No tuvo ocasion de entender que la hizo dirigir toda su atencion a Ellinor, al tiempo que la invadia un terror tan intenso que, de pronto, le impedia moverse. Se quedo mirando a la joven fijamente. Entre sus manos se extendia una hebra de hilo y Maj-Britt no podia defenderse; como si estuviera embrujada, siguio el hilo hasta la bobina que Ellinor tenia en la mano izquierda. Ya era demasiado tarde. El recuerdo penetro en su mente desde la blancura nebulosa, como un estor desenrollado, con el mecanismo tenso al maximo que, al soltarse de repente, se enrolla de nuevo con un crujido. Maj-Britt estaba como paralizado, contemplando la escena que cobraba forma ante su vista. Algo que ella habia obligado a permanecer oculto pero que, sin previo aviso, regresaba a traves de los anos. Y nada pudo hacer para defenderse. Nada.
Estaba sentada en la cocina, pero no era la cocina de su casa, sino la del pastor y su familia. Llevaba alli cerca de dos semanas, durmiendo en una sordida habitacion con dos camas, en una de las cuales dormia la esposa del pastor. No la dejaron sola ni un minuto y no le permitieron abandonar la habitacion ni un segundo, salvo para ir al bano, lo que solo podia hacer por la manana y por la noche. Pero nunca sola, siempre dejaban la puerta entreabierta unos diez centimetros y, al otro lado, la aguardaba la mujer del pastor.
Era una gran casa de madera y ella no reconocia los ruidos que la poblaban. Sobre todo por las noches, se filtraban en la habitacion de forma inesperada, por entre los tablones del suelo, y entonces se alegraba de no estar sola, aunque durante el dia le habria gustado que la dejasen en paz un rato. Pero no era posible. Estaba bajo vigilancia y sabia que era preciso, sabia que era por su bien, para ayudarle despues del juego al que habian estado jugando en la lenera. Le ayudarian a ahuyentar los pensamientos que le sobrevenian y que la impulsaban a hacer cosas que ella no queria hacer.
Ahora estaba en la cocina viendo como la mujer del pastor colocaba tazas y platos en una bandeja. Ella sentia que deberia ayudarle pero no se atrevia a preguntar. Pese a que habian pasado juntas cada minuto de las ultimas semanas, salvo alguna que otra hora en que el pastor la relevaba, no habian llegado a conocerse lo mas minimo. Gran parte del tiempo habia transcurrido en silencio y el resto lo dedicaban a la oracion o a las Sagradas Escrituras. Maj-Britt sentia una enorme gratitud hacia aquella mujer, que estaba dispuesta a sacrificar su tiempo para ayudarle, pero tambien la asustaba; era muy evidente que la mujer del pastor no la apreciaba en realidad, sino que hacia aquello por cumplir con una obligacion. Como algo que debia hacerse.
Maj-Britt aspiro el agradable aroma de los bollos recien horneados y echo una ojeada por la ventana. Fuera habia oscurecido. Tantas veces como habia estado sentada al otro lado de la cerca, en la calle, contemplando aquella hermosa casa, mirando las ventanas iluminadas e imaginandose como seria estar alli dentro. Dentro, en el otro lado, en aquella casa tan llena de amor que Dios mismo habia elegido al hombre que la habitaba para transmitir su palabra. Y alli estaba ahora, en su cocina. La habian acogido y habian cedido su hogar y su tiempo para ayudarle a ella y a sus padres a ponerlo todo en orden. La invadia una gratitud inmensa. Ellos sabian lo que habia hecho y, los primeros dias, no se atrevio a mirarlos a la cara. Hizo todo lo que pudo por ahuyentar el recuerdo de como el padre de Bosse los pillo justo cuando ella estaba solo con las braguitas y los pantalones bajados delante de Vanja y de Bosse. Bosse era el medico y Vanja la enfermera y no tenian pensado hacer nada mas, solo bajarse los pantalones uno detras del otro; la peor de las verguenzas fue verse obligada a admitir para si misma el cosquilleo que sintio en el pecho de pura emocion y curiosidad. Ni siquiera se mareo cuando Satanas se apodero de ella, claro que eso no se atrevio a reconocerlo. Seria un secreto que deberia ocultar siempre, pero con Dios no se podian tener secretos. Y quiza tampoco fuese posible tenerlos con el pastor, porque a ella le leia todas las noches: «Si el mal es dulce para su boca, si lo oculta bajo su lengua, si lo conserva y no lo suelta y lo retiene en medio de su paladar: su comida se corrompe en sus entranas, es un veneno de aspid en su interior. Devoro riquezas y ha de vomitarlas, Dios las hace salir de su vientre. Ha chupado veneno de aspid y una lengua de serpiente lo matara».
Y ella rogo cada vez con mas ahinco que Dios le ayudase. Durante dos semanas le rogo ser elegida igual que lo fueron los demas de la Comunidad, verse envuelta en Su amor y Su gracia. No pidio por comprender, sabia que sus caminos eran inescrutables, pero ?deseaba tanto obedecer! Que El la obligara a someterse para poder purificarse.
Y alli estaba ahora, en la cocina, sin saber por que y, puesto que no tenia otra cosa que hacer, aprovechaba paro rezar, tal y como le habian ensenado a hacer en las dos ultimas semanas. No habia que abusar de la gracia del Senor.
Oyo el ruido de las tazas de porcelana que, de vez en cuando, chocaban contra sus platillos y el tintineo de las cucharillas cuando rozaban las tazas. La mujer del pastor habia entrado en el comedor y de alli venia el ruido que resonaba del fondo de los muebles de los que habian sacado la vajilla. Habia un ambiente familiar que infundia seguridad. El aroma de los bollos y el ruido al poner la mesa. La habian dejado salir de su habitacion, lo que debia de significar que habia satisfecho sus expectativas, que habian logrado sanarla y ahora la consideraban digna de relacionarse con el resto de la humanidad.
– Maj-Britt, ?puedes venir?
Se levanto enseguida y se dirigio al comedor, desde donde la llamo la mujer del pastor. Estaba detras de una silla, ante un extremo de la mesa, con las manos apoyadas en el respaldo. Era una bonita habitacion. Una gran mesa marron en el centro con doce sillas alrededor y cuatro mas ante dos de las paredes. La tercera pared estaba cubierta por un armario gigantesco a juego con el resto del mobiliario y, en la cuarta, la propia Maj-Britt, en el umbral de la puerta que daba a la cocina.
– Puedes sentarte ahi.
Le senalo una de las sillas que habia contra la pared. Maj-Britt obedecio. Se preguntaba por que habrian puesto la mesa con una vajilla tan bonita, a quien esperarian para tomar cafe. Casi sentia cierta expectacion, hacia tantos dias que no veia mas que al pastor y a su mujer… ?Y si fuesen sus padres los invitados? Entonces les demostraria que habia conseguido mejorar y que sus plegarias no habian sido en vano. Casi sentia un atisbo de orgullo, no mucho, nada de presuncion, mas bien cierto alivio. Habia logrado deshacerse de todo aquello que, en su interior, la habia tentado a tomar el mal camino. Claro que lo hizo con ayuda, pero ella misma lo consiguio. Mediante la perseverancia de sus ruegos, logro por fin tomar el mando de los pensamientos que siempre acechaban fuera del alcance de sus prohibiciones. Dios la habia escuchado al fin y habia acudido en su ayuda. El, en Su gracia infinita, la habia perdonado y no permitiria que sufriera mas. Ni tampoco sufririan sus padres, ellos tambien serian perdonados.
La mujer del pastor se acerco al armario y abrio un cajon del centro. De espaldas a Maj-Britt, trasteo un rato haciendo un ruidito de pequenos objetos al moverse. Luego se dio la vuelta con una bobina de hilo en la mano. Una bobina de madera con hilo blanquisimo.
– Y ahora te quitas la falda y las braguitas.