Maj-Britt no comprendio al principio lo que le decia. Por un instante, lo unico que habia aun era el aroma de los bollos recien horneados y la esperanzada expectacion. Pero de pronto vino el miedo, a hurtadillas, no tenia la ropa descosida, ?para que queria el hilo la mujer del pastor? Maj-Britt inspecciono la falda en busca de una costura descosida, pero no hallo ninguna.

– Tu haz lo que te digo y vuelve a sentarte.

Le hablaba con voz suave y amable. No era un tono acorde con sus palabras y Maj-Britt seguia sin comprender lo que pretendia, aunque entendia lo que le acababa de decir. La mujer del pastor midio una hebra con su brazo. Cuando lo bajaba, le echo un vistazo al reloj de pulsera.

– Date prisa, que me de tiempo de terminar de poner la mesa.

Maj-Britt no podia moverse. Quitarse la ropa en el comedor del pastor. No entendia nada pero vio que la mujer del pastor empezaba a impacientarse y no queria enojarla. Con manos temblorosas, se dispuso a obedecer y volvio a sentarse en la silla. La verguenza que sentia la quemaba como el fuego e intentaba esconder lo mas secreto con las manos en las rodillas. La ropa estaba amontonada junto a la silla y le costaba mucho trabajo no cogerla y echar a correr lejos de alli.

La mujer del pastor se acerco y se acuclillo a su lado. Tomo el fino hilo y lo ato a su pierna derecha, justo bajo la rodilla, con un nudo sencillo, antes de atar el otro extremo a la pata de la silla.

– Hacemos esto por tu propio bien, Maj-Britt, para que comprendas la gravedad de lo que hiciste.

Dicho esto, tomo la ropa y se levanto.

– Es por el amor que te profesan tus padres y todos los miembros de la Comunidad por lo que intentamos ayudarte a volver al camino verdadero.

Maj-Britt estaba temblando. Su cuerpo se estremecia de miedo y de humillacion. El la habia enganado, El no la habia perdonado, tan solo habia alimentado en ella falsas esperanzas, aguardando que llegase su momento.

– Por amor, Maj-Britt, aunque ahora no lo creas, pero cuando seas mayor, lo comprenderas. Solo queremos ensenarte como deberias haberte sentido cuando te desnudaste ante ese nino. Y como te sentiras siempre, a menos que cambies tu conducta.

Doblo la ropa en un prolijo monton y se fue a la cocina. Maj-Britt se quedo inmovil. Tenia tanto miedo de que se rompiese el hilo si se movia.

Paso el tiempo. Un tiempo totalmente blanco, sin segundos, sin minutos. Solo instantes que se desplazaban hacia delante, cada vez mas carentes de sentido. Sobre la mesa colgaba una gran arana de cristal. Los prismas relucian y centelleaban. Y la mesa, puesta con tanto esmero. Tazas torneadas y decoradas con pequenas flores y la mujer del pastor que volvia con dos bandejas llenas de los bollos de canela mas exquisitos del mundo. Y bien estaba que la tuviesen atada porque, de lo contrario, habria podido comerselo todo ella sola antes de que llegasen los invitados siquiera. Pero ya llegaban. Oyo el timbre y el murmullo de voces y no entendia lo que decian, aunque seguro que no era de su incumbencia. La corriente de la puerta abierta hizo que las piezas de la arana resplandeciesen como piedras preciosas. Figurate, poder estar sentada mirando una creacion tan hermosa. Entraron los invitados al comedor, en parejas o de uno en uno, fueron sentandose a la mesa, los Gustavsson y los Wedin, y alli estaba Ingvar que dirigia el coro, con lo divertido que era estar en el coro. Los Gustavsson se habian traido a Gunnar, lo que habia crecido. Todos iban muy bien ataviados con trajes y vestidos, como si fueran a la misa del domingo. Hasta Gunnar llevaba traje, aunque solo tenia catorce anos. Era azul oscuro y lucia una corbata y parecia muy mayor. Y tambien vinieron mama y papa. Se alegro de verlos porque hacia mucho que no veia, pero ahora no tenian tiempo para ella, y ella lo comprendia muy bien. El pastor empezo a hablar de cosas de la Comunidad y ofrecieron bollos y sirvieron el cafe en las tazas. Pero su madre parecia muy triste. Varias veces se seco los ojos con un panuelo y a Maj-Britt le habria gustado tanto poder acercarsele y consolarla, decirle que todo estaba bien, pero ella estaba atada a la silla y sabia que tenian que hacerlo asi. Lo hacian por ella, aunque fingian no verla como si ella no estuviese alli. Tan solo Gunnar la miraba de reojo de vez en cuando.

Y de pronto, ya tenian que irse todos. Se levantaron y se dirigieron al vestibulo y luego callaron todas las voces. Solo un leve murmullo que, segun sabia ya, procedia del pastor y de su mujer, y entonces los segundos volvieron a correr en el tiempo.

Ella estaba en el comedor del pastor, sentada y sin ropa de cintura para abajo y ahora habia comprendido como debio sentirse.

Y habia aprendido que jamas debia volver a hacer lo que hizo.

Al dia siguiente pudo regresar a su casa. La dejaron llevarse la bobina de recuerdo. La colocaron en la estanteria de la cocina, para que jamas lo olvidase.

15

Habia cosas que no tenia sentido conservar. Ciertas cosas tenian por objeto pasar de largo y recordarles a algunas personas que era lo que no podian conseguir. Procurar que no descuidasen su desesperanzada anoranza o, simplemente, que no la olvidasen. Incluso que aprendiesen a vivir con ella y a experimentar cierta complacencia. No, cuando la gente no queria comprender su limitacion, habia que recordarsela, hacer que sintieran su sabor, aplacar su sed ligeramente.

Eso fue Thomas.

Un recordatorio que paso por alli para decirle como habria podido ser la vida si ella no hubiese sido una de esas personas que viven a costa de los demas.

Una de esas personas que habian perdido el derecho.

Todo estaba destrozado. La vertiginosa sensacion de esperanza que se esfumo disolviendose en la infinita desesperanza que se adueno de ella.

Estaba sentada ante la ventana de la sala de estar. Su hermosa sala de estar, cuyos muebles eligio sin vacilar ante los precios. Todo habia sido escogido con esmero, exquisito y bien pensado. Un orgullo para quien vivia alli y un reto para las visitas.

Al compararlo, los hacia desear lo mismo. Todas aquellas cosas caras y bonitas.

Todas las lamparas estaban apagadas. El frio reflejo del exterior describia un amplio reguero de luz en el suelo de parquet e iba a morir a mitad de la estanteria de la pared de enfrente, justo por encima de la vitrina de las figuras de cristal. Como la que tenian muchos de sus colegas medicos, no exactamente igual, pero casi. De las que indicaban que tenian tanto dinero como buen gusto.

Tenia el movil apagado. El la habia llamado varias veces, pero ella no respondio. Se quedo alli sentada, junto a la ventana, en aquella sala de estar que se le antojaba cada vez menos importante, dejando pasar el tiempo.

Habia sido tan facil ocupar el tiempo que le sobraba. La television, el gimnasio, horas extras en el trabajo. Al vivir sola, estaba acostumbrada a planificar su tiempo, no para tener horas para hacerlo todo, sino mas bien para tener el tiempo justo. No podia permitirse dejar grandes huecos en los que todo se detuviese ofreciendo un espacio a las cavilaciones. Vivir ya era bastante duro. Y cuando, a pesar de todo, se le hacia demasiado insoportable, siempre podia hallar consuelo en un nuevo jersey, en una botella de vino caro, en un par de zapatos nuevos o en cualquier nuevo detalle para que su casa fuese aun mas perfecta. Y podia permitirselo, claro.

Lo unico que le faltaba era una vida de verdad.

Y ninguna fortuna en el mundo podia reparar lo que se habia roto.

Las siluetas de la calle que se extendia a sus pies iban difuminandose hasta perderse en la luz del amanecer. Se acercaba la llegada de un nuevo dia, para ella y para todos los que seguian vivos. Pero no para Mattias. Y para Pernilla y su hija, daba comienzo un viaje de desesperanza hacia la aceptacion de las injusticias de la vida y de su incomprensible objetivo.

El primer dia.

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