Sus dedos teclearon en el movil el numero de marcacion rapida del jefe de la clinica. Por primera vez en los once anos que llevaba trabajando alli, se dio de baja por enfermedad. No queria contagiar a ninguno de sus companeros, de modo que podian dar por sentado que se ausentaria toda la semana. Despues, fue a la sala de estar y deslizo el indice por los lomos de los libros. Encontro lo que buscaba en el tercer estante, saco el libro y fue a tumbarse en el sofa, echo mano de una manzana del frutero que habia en la mesa y abrio la Historia de Suecia por la primera pagina.

16

Estaba ante el espejo de su habitacion, girandose a uno y otro lado en un intento de ver cual era su aspecto por detras tambien, pero para ello tenia que torcer el cuerpo de un modo totalmente antinatural. Tal y como se veia en el espejo no se veria en absoluto si pudiera contemplarse derecha. Y era muy importante cual seria su aspecto por detras, porque, por lo general, el solia verla por detras. Pero hoy no. Hoy era algo especial.

Vanja le habia prestado su camisa nueva. Vanja, la unica que lo sabia, la unica a la que se habia atrevido a contarselo. Lo de Vanja era muy raro. Llevaban muchos anos siendo amigas pero ella no comprendia por que, pues formaban una pareja bastante desigual. Vanja era muy valiente, no dudaba ni por un instante en decir lo que pensaba ni en mantener su opinion en cualquier situacion. Maj-Britt sabia que en su casa tenia una situacion dificil, su padre era un personaje famoso en el pueblo, todos lo conocian y, sobre todo, sabian de sus problemas con el alcohol. Pero Vanja no se dejaba intimidar por el desprecio. Con solo intuir un tono despectivo, respondia como un rayo. No fisicamente, pero con las palabras era como un boxeador. Y Maj-Britt se quedaba admirandola, deseando ser capaz de atreverse a decir con la misma naturalidad lo que pensaba y, ante todo, atreverse a mantenerlo.

Ningun dios se incluia en el vocabulario utilizado en casa de Vanja. Satanas, en cambio, aparecia muy a menudo. A Maj-Britt le costaba decidirse por que pensar. No le gustaban las maldiciones pero, por extrano que pudiera parecer, en casa do Vanja era mas facil respirar. Era como si Dios hubiese dejado una tierra franca en el mundo precisamente en la casa de Vanja. Incluso cuando su padre estaba borracho y murmuraba para si sentado a la mesa de la cocina y a Vanja le permitian decir las cosas mas horribles sin que nadie la interrumpiese, incluso entonces se le antojaba mas facil respirar en casa de Vanja. Porque en la suya, Dios estaba omnipresente. Tomaba nota del menor desvio del comportamiento, veia cada idea y cada accion, para luego sopesar y saldar posibles favores. Alli no habia una sola puerta cerrada, una sola luz apagada, ninguna soledad posible libre de su mirada.

Vanja era, desde que Maj-Britt tenia conciencia, su valvula de escape hacia el mundo exterior, una pequena abertura por la que el aire fresco de otros mundos entraba a borbotones. Sin embargo, bien se cuidaba ella de dar a entender en su casa lo mucho que esto significaba. Claro que sus padres habrian preferido que se relacionase con los ninos de la Comunidad, y tampoco se esmeraron en ocultar lo que pensaban de Vanja, pero no llegaron a prohibirle expresamente que saliera con ella. Y Maj-Britt estaba profundamente agradecida por eso. No sabia como podria arreglarselas sin Vanja. A quien si no habria acudido con sus problemas, cada vez mayores. Maj-Britt intento preguntarle a El, pero jamas le respondio.

Claro que a Vanja no le parecia que lo que Maj-Britt tenia en aquel momento fuesen problemas propiamente dichos, sino que era algo del todo normal y tal vez lo viese incluso como un signo de libertad. Pero Maj-Britt lo sabia mejor que ella. Era a causa de todas aquellas ideas que la conducian a hacer aquella cosa fea y asquerosa por lo que Dios no la queria. Tenia tanto miedo de quedarse ciega o de que se le volvieran las manos peludas… Sabia que era lo que le sucedia a la gente que hacia lo que ella a veces. Pero ni siquiera a Vanja se habia atrevido a contarle que ella era una de esas que hacian esas cosas.

Oyo a su madre trajinar en la cocina, la cena no tardaria en estar lista y, despues de comer, Maj-Britt se iria al coro. Ya no era el coro infantil, que dejo al cumplir los catorce; desde hacia cuatro anos cantaba en el coro de la iglesia. Altos y sopranos y bajos y tenores. Ella cantaba muy bien y habia convencido a sus padres de que le permitiesen cantar en el coro normal de la iglesia, no solo en el coro de la Comunidad. Finalmente, cedieron a cambio de la promesa de que, si las actuaciones de los coros coincidian, le daria prioridad al de la Comunidad.

El era el primer tenor y lo hacia divinamente. El director del coro siempre lo elegia a el para las piezas que contenian partes especialmente dificiles.

– Tu, Goran, te encargas del do agudo. Los demas os quedais en la tercera si no llegais tan alto.

El se habia fijado en ella, Maj-Britt lo sabia, aunque solo habian cruzado unas palabras. Durante las pausas, ella siempre se sentaba con las demas sopranos, pero a veces, entre los altos y los bajos, sus miradas se las habian arreglado para cruzarse; para rozarse un instante antes de, timidamente, seguir su camino. Justo aquella noche, todo seria distinto. Aquella noche no habria un coro entre el que disimular sus miradas, estarian los dos solos y el director del coro, que les habia pedido a Goran y a ella que acudiesen, pues los habia elegido como solistas para el concierto de Navidad. Era una sensacion imponente la de haber sido elegida. Y en especial, junto con Goran.

Lo vio de lejos mientras se acercaba a la iglesia. Estaba en la escalinata de la iglesia leyendo su partitura. Inconscientemente, Maj-Britt aminoro la marcha, pues no sabia si se atreveria a estar a solas con el. Si el director del coro tardaba en llegar, se quedarian esperandolo alli, en la escalinata y, ?que iba a decirle? Un segundo despues, Goran alzo la vista y la miro. Ella continuo caminando con el corazon acelerado. El le sonrio al verla acercarse.

– Hola.

Ella lo saludo quedamente y bajo la vista. Era como si se quemase al mirarlo, como si los ojos eligiesen por su cuenta mirar a otro lado.

Se hizo un silencio demasiado largo como para que se sintiesen comodos. Ambos se dedicaron a hojear las partituras, como si las vieran por primera vez. Maj-Britt comprendio con asombro que Goran, que por lo general solia hacerse notar y oir, tampoco parecia saber que decir.

– ?Has tenido tiempo de practicar?

Ella le respondio agradecida:

– Si, un poco. Pero sin acompanamiento me parece bastante dificil.

Goran asintio y, un segundo despues, le dijo lo mas asombroso del mundo, algo que ella se repetiria sin cesar los dias siguientes.

– Casi estoy mas nervioso por cantar solo delante de ti que luego en el concierto de Navidad.

Le sonrio turbado cuando se lo dijo. Y al rumor de los pasos del director del coro sobre la gravilla ella se atrevio por primera vez a sostenerle la mirada.

– Bien, lo tomamos desde el principio sin el preludio y, despues del estribillo, tu entras directamente en la segunda estrofa.

Maj-Britt se habia sentado en la primera hilera de bancos. Aunque Goran habia admitido lo nervioso que estaba, ella se sintio agradecida por no tener que empezar. El no era el unico que estaba nervioso. Alli estaba, atolondrada, en el banco de la iglesia, recordando admirada las palabras que el acababa de decirle. Que tambien el se sintiese asi. Lo observo alli delante, siguio cada movimiento suyo, un joven tan guapo y con tanto talento. Goran empezo a cantar con los ojos cerrados. Su cristalina voz resonaba jubilosa entre las paredes de piedra y ella sintio que un escalofrio le recorria la espalda. Goran habia dejado su chaqueta en el banco, a su lado, y ella tanteo el forro a hurtadillas, justo en el lugar que coincidia con el corazon. A ningun hombre le habia permitido nunca acercarsele, pero, ahora, el embrion de una voluntad desorientada aleteaba en su pecho. Queria estar cerca de el, asegurarse de que el se interesaba por ella, pues, aunque el no estuviese cerca, siempre se hallaba

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