Saco del bolsillo la pagina arrancada del periodico.
Lundberg parecia impresionado.
– Un laboratorio en Goteborg. Tengo que reconocerlo: aqui se trabaja en serio.
Peter no pudo determinar si el tono era ironico. Penso que no lo habia sido. Se sento en la silla junto a la puerta.
– Ayer cuando hablaba de sus… relaciones amorosas se me ocurrio que quiza pudiera ser alguna de ellas.
– Entonces tendremos que repasar una larga lista. No puedo recordarlas a todas.
Peter, que podia contar sus relaciones amorosas con los dedos de una mano, bajo la vista. Era extrano lo diferente que Lundberg se volvia aqui en la oficina. ?O era en casa donde era diferente?
Prosiguio:
– ?Pero no recuerda a ninguna que pareciera rara o que se sintiera burlada?
– Nadie que pueda recordar asi a bote pronto. Burlada. Hacia mucho que no escuchaba esa palabra. ?Es dialectal?
Peter se encogio de hombros. Penso que Lundberg no sabia nada de el mientras que el habia echado un vistazo hasta en los calzoncillos de Lundberg.
– ?Quien es esa Kerstin que aparece en la esquela de su mujer?
Intento seguir por el buen camino. No tenia ganas de responder a las preguntas que Lundberg pudiera hacerle. Funciono. Lundberg cruzo las manos detras de la nuca y se recosto en la silla.
– La hermana mayor de Ingrid. Bueno, en realidad no eran hermanas de verdad sino que llego a la familia como nina de la guerra de Finlandia [1] unos anos antes de que Ingrid naciera. Al finalizar la guerra supieron que su padre habia muerto y su madre nunca se puso en contacto con ellos, de modo que Kerstin se quedo en la familia. Me dio la sensacion que la trataban como si fuera su propia hija. Por cierto, no tiene por que sospechar de ella. Es tortillera y fue una de las primeras que oficializo su relacion cuando se permitieron las bodas entre homosexuales. Siempre nos hemos llevado bien, es una mujer agradable. A ella la puede borrar de la lista de sospechosas.
Con este dato la lista de Peter estaba acabada. Un desconocido numero de amantes medio olvidadas y una cunada homosexual no le habian dado ninguna nueva pista, y no tenia nuevas hipotesis. No sentia deseo alguno de decirle eso a Lundberg, asi que se levanto para parecer ocupado.
Llamaron a la puerta en el mismo momento en que esta se abria. Un enorme ramo de rosas rojas entro en la habitacion.
– Las han enviado por mensajero de la floristeria Lowstedts. No sabian quien las habia encargado -dijo Lotta desde algun lugar detras del ramo.
– Dejelas en el suelo -dijo Lundberg y se puso de pie. Habia un sobre y Lundberg lo abrio y lo leyo. Le dio la tarjeta a Peter.
Era el mismo estilo pomposo.
«Pronto ya no tendras que esperar mas. En el amor y la guerra todo esta permitido.»
La floristeria Lowstedts estaba a solo un par de manzanas de alli. Peter camino tan rapido como pudo. Habia comenzado el deshielo y la nieve derretida hizo que se le humedeciesen los pies.
Habia dos clientes antes que el junto a la caja. Espero pacientemente. Otro dependiente aparecio y Peter se salto la cola por primera vez en su vida. El cliente numero dos echo una mirada critica pero hizo lo que el mismo solia hacer cuando alguien se colaba: mando una maldicion con la vista pero no se atrevio a decir nada.
– Acaban de enviar un inmenso ramo de rosas rojas a Olof Lundberg en Karlavagen. Me pregunto si puede decirme quien las encargo -dijo.
El dependiente sonrio torpemente.
– Bueno, ?de verdad quiere saberlo?
– Es muy importante.
Peter intento sonar convincente.
– Nuestros clientes prefieren guardar sus secretos y no somos de los que chismorrean -respondio el dependiente aun sonriendo.
Peter busco su cartera en el bolsillo interior de la chaqueta y saco su antigua identificacion de conductor de SL. La agito delante de los ojos del hombre y luego se la guardo de nuevo en el bolsillo.
– Me llamo Per Wilander y soy de la policia. Es de vital importancia que me ayude.
La sonrisa del hombre desaparecio.
– Por supuesto -dijo. Se coloco tras el mostrador y saco un archivador.
– Dijo rosas, veamos. Hemos tenido un encargo esta manana, un ramo grande.
Hojeo el archivador.
– Aqui… Olof Lundberg… Aqui esta. Se encargo a las nueve y media pero se pidio que no se entregara antes de la una.
Peter giro el archivador de forma que el mismo pudiese leer. No habia ningun nombre junto al pedido.
– ?Puede recordar como era la persona? -pregunto.
– Si. La recuerdo perfectamente.
De pronto el dependiente parecio incomodo.
– Si le soy sincero, al principio pense que alguien intentaba gastarnos una broma. Llevaba puestas unas gafas de sol todo el tiempo y eso no es corriente en esta epoca del ano. Ademas, era morena, tenia el pelo totalmente negro y si le digo la verdad no parecia autentico. De joven fui peluquero, ?sabe? Creo que media un metro setenta. Hablaba sin parar, no consegui decir ni pio.
Se lo que se siente, penso Peter.
– ?Puede recordar lo que dijo? -pregunto.
– No, apenas nada. Hablo de su marido y que el era quien iba a recibir las rosas. Creo que comento que tenia dolor de espalda y despues, lo siento, pero no escuche detenidamente. Tenia mucho que hacer arreglando el ramo. Ella misma quiso elegir las rosas.
– ?Y esta seguro de que no dejo ningun nombre?
– Si, por alguna razon no quiso rellenarlo, pero eso no es necesario, de modo que no insisti. Eso se apunta, sobre todo por los clientes. Si el ramo por alguna razon no llegara o la direccion no existiera el recibo sirve como garantia.
– ?Vio hacia donde se dirigio despues de abandonar la tienda?
– No. Creo que debieron de llamar por telefono pues no recuerdo haberla visto salir.
El dependiente miro a su alrededor. En ese momento no habia clientes en el local.
– Por cierto, mientras pagaba, lo hizo en metalico, se le cayo una tarjeta de visita sobre el mostrador. Era de una galeria de arte de Gamla Stan. Ahora recuerdo que dijo que ahi tenian unos cuadros muy bonitos.
– ?Recuerda como se llamaba? -pregunto Peter esperanzado.
– Era algo parecido a
– ?Me puede dejar las Paginas Amarillas? -solicito.
Buscaron en galerias de arte y examinaron los nombres.
– Aqui esta -dijo el hombre-. Galeria Easy Light. Svartmangatan. ?Esa es!
Peter cogio una tarjeta de visita del monton del mostrador y dio las gracias; ya se dirigia hacia la puerta cuando el hombre le llamo.
– ?Oiga! Note una cosa mas. Cojeaba. Pero quiza se debia a su embarazo.
– Si, puede -respondio Peter y siguio pensando: o quiza se debia a que acababa de cortarse un dedo del pie…
El trayecto en metro desde la Tekniska Hogskolan hasta Gamla Stan duro ocho minutos. Despues de un corto paseo subiendo por Kakbrinken, cruzo Stortorget y torcio hacia Svartmangatan. No fue dificil encontrar el local. Un letrero rosa chillon con el nombre de la galeria sobresalia del resto del edificio; se pregunto apenado si no habia ningun tipo de reglas sobre como debian ser los letreros en Gamla Stan.
Solo mirar el escaparate tuvo claro que la diabla no compartia su gusto. Y, definitivamente, tampoco el de