Olof Lundberg. Abrio la puerta y entro. Todos los cuadros tenian motivos florales y habian sido pintados por el mismo artista. Por lo menos, eso esperaba el. Como una especie de tema constante todas las pinturas eran de un rosa chillon, y habia rosas representadas de una u otra forma en todos los cuadros chillones.

– Buenos dias, ?puedo ayudarle?

La mujer tras el mostrador frisaba en los sesenta. Era alta y delgada; la palabra elegante aparecio en el cerebro de Peter.

– Si, quiza -dijo el-. Voy a hacerle una pregunta un poco extrana. Tengo una antigua companera de clase que no veo desde hace mucho. Ahora otros companeros y yo hemos pensado hacer una cena de antiguos alumnos y me han dicho que alguien vio hace algun tiempo a nuestra companera de clase en esta galeria. Se me ocurrio hacer un ultimo intento por encontrarla y deseaba saber si quiza usted la conoce.

A Peter no se le daba mal mentir. Se sorprendio de que quiza causara mejor impresion cuando mentia que cuando decia la verdad.

– ?Como se llama la senora en cuestion?

– Ese es el problema -contesto e intento parecer indignado-. Nadie sabe cual es su apellido de casada y el nombre, al parecer, se lo cambio hace tiempo. Antes se llamaba Eva Wilander.

– ?Que aspecto tiene entonces? Quiza sepa eso -dijo la senora con un tono de voz que indicaba que tenia cosas mas importantes que hacer que dedicar su tiempo a clientes que no pensaban comprar un cuadro.

– Mide alrededor de uno setenta y tiene el pelo corto. La persona que la vio dijo que le parecio que estaba embarazada.

La mujer arqueo las cejas.

– Tiene suerte. Se parece a una clienta que ha estado aqui hoy hace un rato y ha comprado ese cuadro.

Senalo una horrible pintura de rosas rosadas.

– Regresara a buscarla hoy a las cuatro.

El corazon de Peter dio un vuelco.

– ?No sabra, por casualidad, como se llama?

– No, lo siento. Pago en metalico.

Deseaba salir de la tienda. Ahora mismo. Retrocedio hacia Svartmangatan.

– ?Le doy algun recado? -pregunto la senora justo antes de que cerrara la puerta.

– No es necesario.

Asomo la cabeza por la puerta entreabierta.

– Regresare a las cuatro y le dare una sorpresa.

El reloj de Storkyrkan marcaba las dos y veinte. Volvio a pasar por la plaza y entro en la cafeteria de Stortorget. Se sento a una mesa junto a la ventana y pidio un cafe.

?Que podia hacer ahora? ?Acercarse a ella y decirle que dejase de aterrorizar a Olof Lundberg? ?Seguirla para ver donde vivia y luego llamar a Lundberg? Se decidio por esta ultima alternativa. No estaba seguro de poder soportar una confrontacion.

Se sentia nervioso. El cafe no sabia a nada y no tenia hambre aunque no habia comido nada desde el sandwich de la manana.

Las agujas de Storkyrkan iban mas lentas que nunca. Cuando marcaron las tres menos cuarto no pudo aguantar mas, pago el cafe y salio a Stortorget.

El sol se habia puesto detras de las casas y el crepusculo se apoderaba del lugar. Se encamino hacia la galeria. Miro atentamente a su alrededor todo el tiempo. No podria soportar que ella le sorprendiera por detras. A una decena de metros de la galeria habia un portal abovedado. Se detuvo alli a esperar. Estaba helado. Tenia los pies mojados y ahora comenzaban a helarsele de nuevo.

Se maldijo por no llevar nunca reloj.

Cuando penso que ya habia pasado una eternidad se escabullo y camino la veintena de metros que le separaban de Stortorget para echarle un vistazo al reloj. Eran solo las tres y media. Regreso de nuevo y espero.

No sucedio nada.

De vez en cuando pasaba alguien para entrar en el portal. Todos le miraban con desconfianza. El intentaba sonreir y parecer tan inocente como le era posible, pero tenia tanto frio que estaba temblando; se dio cuenta de que debia de parecer raro.

No habia entrado ni un solo cliente en la galeria desde que habia llegado. Unos pocos se habian detenido a mirar el escaparate pero rapidamente habian seguido su camino. No se lo reprochaba. Cada vez que se acercaba una mujer con abrigo su corazon latia mas deprisa, pero todas pasaban de largo.

Ahora tenian que ser mas de las cuatro. La sensibilidad de los pies habia desaparecido. Pronto no necesitaria ningun dinero.

Paso una joven con una mochila.

– Disculpa, ?tienes hora? -pregunto el.

– Dios mio, me has asustado -dijo ella- No te habia visto.

Eso no es raro, penso Peter.

– Son las cinco menos veinte.

Ella continuo hacia la puerta.

Ya no aguanto mas. Se encamino hacia la galeria y entro despues de mirar apresuradamente a traves del escaparate.

– Ah, es usted -sonrio la senora-. ?No se lo va a creer! Un par de minutos despues de irse usted ella vino a llevarse el cuadro. Le conte que la estaba buscando y por que y se puso muy contenta. Comento que inmediatamente se pondria en contacto con usted. Dijo que tenia su numero de telefono.

Entro en calor en dos segundos. Por primera vez en casi treinta horas sintio que el corazon le latia mas acelerado.

Salio a la calle sin decir nada y se dirigio automaticamente hacia la estacion elevada del metro. Temia encontrarsela en cada cruce. Su campo de vision ya habia comenzado a disminuir y por eso tuvo que bajar la vista para estar seguro de no tropezar. Ella podria acercarse a el por un lado sin ser vista y sorprenderle.

Estaba en el anden. Llego un metro procedente de Slussen. En el estado en que se hallaba no podia ir en metro. La oscuridad se podria apoderar de el dentro del vagon. Tenia que irse caminando a casa.

Otro metro en el anden. Vio a gente entrar y salir antes de que las puertas se cerraran. En el mismo instante en que el tren se ponia en movimiento la vio al otro lado de las puertas. Ella le dijo adios con la mano.

Al segundo siguiente habia desaparecido.

El comenzo a trotar escaleras abajo y cogio la salida hacia el helipuerto. Tuvo el tiempo justo de llegar al muelle en el que estaba aquel antes de vomitar.

Ni siquiera sintio si tenia frio camino a casa. Estaba tan cansado que su unico pensamiento era llegar a casa tan rapidamente como lucra posible e irse a la cama.

Su cansancio era tal que parecia como si hubiese tomado un somnifero de efecto inmediato. Como si el mismo cuerpo se autoinyectase somniferos para escapar de la miseria.

Marco el codigo en el portero automatico. Cuando empujo la puerta se dio cuenta de que estaba abierta. Habia una piedra entre la puerta y el marco que impedia que esta se cerrase correctamente. Su cerebro estaba demasiado cansado para percibir la senal. Subio por la escalera con sus ultimas fuerzas. El ascensor no era una alternativa razonable.

Habia algo apoyado contra su puerta. Algo envuelto en papel marron con una cuerda alrededor. En el papel estaba escrito con tinta roja:

«PARA ENTREGAR A OLOF LUNDBERG».

Era el cuadro.

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