– Espero que tenga carnet de conducir -dijo-. Yo no deberia conducir.

Cinco minutos despues Peter estaba sentado tras el volante del Audi Quattro negro de Lundberg. Peter lo habia sacado cuidadosamente marcha atras del garaje doble, donde estaba aparcado junto a lo que supuso era un Jaguar E fuera de circulacion durante los meses de invierno. La puerta de la calle se abrio y Lundberg conecto la alarma antes de sentarse junto a el en el asiento del copiloto.

– Conduzca a toda pastilla -dijo y se abrocho el cinturon de seguridad.

Peter tenia una extrana sensacion en la boca del estomago. Habia empezado en el garaje. Le habia costado encontrar la llave apropiada del coche en la oscuridad y mientras estaba ahi torpemente, se sintio de repente acobardado.

Quiza fuera solo la oscuridad lo que de repente le asusto, pero estaba casi seguro.

No estaba solo en el garaje.

7

Tardaron casi tres cuartos de hora en recorrer los treinta kilometros de distancia hasta Huvudsta. No fue culpa del coche. La sensacion de malestar no le abandonaba. Claro que una vez dentro del coche cerro las puertas con el seguro e intento mirar alrededor del garaje con la luz de los faros, pero estaba completamente seguro de que podria haber buscado con mas detenimiento si no se hubiera asustado tanto.

Por lo menos deberia haberle dado a Lundberg la oportunidad de mirar el mismo.

Ademas, hacia tiempo que no se sentaba tras un volante.

El piso de Katerina se encontraba en medio de una zona de edificios de viviendas y parecia haber servido de ejemplo para todo el Programa millon. Se vieron obligados a aparcar el coche en un aparcamiento algo alejado y luego tuvieron cierta dificultad en encontrar el numero de la casa.

La puerta no estaba cerrada. La escalera era como uno podia esperarse. Estaba deteriorada y llena de grafitos, algunos de ellos a medio limpiar de modo que parecia aun mas sucia.

Lundberg se detuvo frente a una puerta en el segundo piso. En la placa de la puerta decia Radkowitz, ademas de una exhortacion escrita a mano advirtiendo que el propietario del piso no deseaba correo comercial.

Lundberg pulso el timbre. Apenas le dio tiempo a retirar el brazo antes de que se abriera la puerta. Una cadena de seguridad impedia que esta se abriera mas de diez centimetros; Lundberg se aparto para poder ver a traves de la abertura.

– Soy Olof Lundberg. ?Esta Katerina?

La puerta se cerro, pero se abrio inmediatamente de nuevo.

– Pase.

Una mujer de unos setenta anos le invito a pasar al vestibulo.

– Espere, la voy a buscar -dijo en sueco mal pronunciado.

El vestibulo no era especialmente grande. Sobre todo para dos hombres con abrigos de invierno.

No habia ninguna ventana.

Peter intento controlarse.

Aparecio una mujer de pelo negro de unos treinta anos. Parecia asustada.

No los invito a pasar.

– Siento mucho que vengamos tan tarde pero tengo que hacerle algunas preguntas -comenzo Lundberg.

La mujer no hizo ningun gesto de dejarlos pasar dentro del piso y Peter comenzo a sentir los latidos de su corazon.

– De acuerdo -respondio ella.

Lundberg cambio de pie.

– No es que la acuse de nada, pero hay una serie de indicios que muestran que alguien ha entrado hoy en mi casa.

– Si, yo he estado alli -dijo la mujer desconcertada-. Siempre voy los lunes.

Peter noto que tambien Lundberg se sentia incomodo en el estrecho espacio.

– ?No podriamos entrar un momento? -pregunto con un poco de irritacion en la voz.

La mujer dudo. Luego se dio media vuelta y se dirigio hacia el interior del piso.

Lundberg la siguio. Peter se agacho y se quito los zapatos.

Entraron en un salon. Una tercera mujer estaba sentada en uno de los sofas y veia la television. Se puso de pie inmediatamente y con un saludo en voz baja abandono la habitacion.

En el salon habia dos ventanas y una puerta que daba al balcon. Peter eligio una silla junto al balcon mientras que Lundberg y la mujer se sentaron cada uno en un sofa. Peter vio que los zapatos de Lundberg habian dejado manchas de humedad en el suelo.

– ?Ha estado hoy alguien mas, aparte de usted, en mi casa?

Lundberg estaba sentado echado hacia delante con los codos apoyados sobre las rodillas.

– No, hoy estuve limpiando sola.

– ?Y no vio a nadie en el jardin o algo por el estilo?

– No -respondio la mujer dudando.

– ?Salio de la casa en algun momento sin conectar la alarma?

Parecia como si ella pensara. Se puso de pie, se acerco al televisor y lo apago. Se quedo parada en medio de la habitacion y agito la cabeza.

– ?Que ha ocurrido? ?Han robado algo?

Continuo sin esperar una respuesta:

– Le prometo que yo nunca… quiero decir, nunca he cogido nada. No he sido yo. ?Yo no soy asi!

Parecia que iba a echarse a llorar.

– No, yo tampoco lo creo -dijo Lundberg tranquilizadoramente-. Solo deseaba saber si habia visto alguna persona cerca de la casa.

Ella se seco el ojo con el indice y fue a sentarse de nuevo en el sofa.

Lundberg suspiro. Cruzo las manos sobre las rodillas y se puso de pie.

– Hemos encontrado unas huellas y nos seria de mucha ayuda si pudieramos echar un vistazo a sus pies. Para estar seguros de que las huellas no son suyas.

Katerina parecia completamente desconcertada. Peter intento atrapar la mirada de Lundberg para decirle que era una medida innecesaria. Esa mujer no era la diabla, estaba totalmente seguro.

Era por lo menos treinta centimetros mas baja y, ademas, no estaba embarazada. Katerina ya se habia quitado las medias. Se pregunto si esa mujer llegaria a recuperarse despues de esto.

Como siempre que se sentia avergonzado miro al techo.

– Muchas gracias -dijo Lundberg y comprobo que a Katerina no le faltaba ningun dedo de los pies.

– Si se le ocurre algo que pueda explicar como ha podido entrar alguien en la casa sin que sonase la alarma me puede llamar. A casa o al movil. Tiene los dos numeros, ?verdad?

Katerina asintio.

Unos minutos despues estaban de vuelta en el coche.

– Si miente nunca mas volvere a creer en nadie en mi vida -dijo Lundberg.

Su movil sono. Despues de responder y oir quien era pulso el boton de manos libres y la voz de Katerina inundo el coche.

– Bueno, me he acordado de una cosa. Cuando ventilaba la ropa de la cama en la ventana del dormitorio se me cayo una almohada. Tuve que salir y dar la vuelta a la casa para recogerla. Por desgracia deje la puerta abierta durante un minuto. Pero no quedaron manchas en la funda de la almohada, se lo prometo.

Lundberg y Peter se miraron. Lundberg le dio las gracias a Katerina y colgo.

– Joder, que alivio saber que esa persona, por lo menos, no puede traspasar las paredes -dijo Lundberg-. ?Donde vive?

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