de bronce le hizo desechar el pensamiento. Ese lugar le hacia sentirse desanimado y anticuado; se le paso por la cabeza que deberia cortarse el pelo.

– Me llamo Peter Brolin y le aseguro que no tengo nada que ver con su esposa, pero hace un rato me pidio que le hiciera un favor y le entregara a usted este paquete.

Decidio no comentar nada sobre los dos billetes de quinientas coronas. No porque eso obligara a Olof Lundberg a pasar hambre sino porque, cada vez mas, Peter sentia que se los habia ganado.

Lundberg se puso de pie, se acerco y observo el paquete sin hacer ningun gesto por cogerlo.

– ?Donde se encontro a mi mujer?

– En la pasteleria Nylen en Surbrunnsgatan.

– ?Sabe donde se encuentra ahora?

Intento imaginarse a la mujer del cafe junto al hombre que estaba frente a el. No fue facil. Ella desentonaria en esta habitacion como un mamut en el museo de Tecnologia.

– ?No, no lo se!

Comenzo a preguntarse cual de los dos esposos, que sin quererlo habia conocido, era mas desagradable.

De repente algo le vino a la memoria.

– Si no recuerdo mal dijo algo sobre que tenia que ir al ginecologo.

Se dio cuenta de que se sonrojo al decirlo, como si Lundberg pudiese creer que era el propio Peter quien habia realizado la exploracion. Entonces se irrito de nuevo. Joder, el no habia pedido que le hicieran ninguna confidencia. En realidad, no habia pedido nada, y comenzaba a cansarle ser tratado como un sospechoso al que ese guru de la publicidad podia interrogar como si fuera el mismisimo dios padre.

Se puso de pie para irse, se acerco a la mesa y dejo el paquete.

Su encargo estaba mas que cumplido.

Lundberg se habia sentado de nuevo y observaba con recelo el paquete adornado de rosas.

– Me imagino que no sabra a que ginecologo ha ido -dijo en voz baja.

Algo hizo que Peter se enfadara.

– Estoy aqui porque su mujer me pidio que le entregara un paquete importante. No puedo decir que me llenara de satisfaccion su peticion pero por razones que ahora no vienen al caso no me dio tiempo a decir no antes de que desapareciera y dejara el maldito paquete sobre la mesa del cafe en el que estaba sentado sin ganas de hablar con nadie. No me parecio que tuviera otra eleccion que venir hasta aqui y entregarlo. Le pido mil disculpas por haber abusado del valioso tiempo del senor director y le ruego le diga a su esposa que deberia dejar de abordar a hombres solos. ?Por lo menos a mi!

El mismo Peter se sorprendio. No recordaba la ultima vez que habia dicho tantas palabras seguidas.

Durante su ataque algo fuera de tono, Lundberg habia levantado la vista y lo habia observado con una especie de renovado interes; bajo de nuevo los ojos y contemplo fijamente el paquete.

No era un hombre que estuviese acostumbrado a ser increpado. Peter sintio que la explosion le habia subido la moral y se sintio mas tranquilo de lo que se habia sentido desde que el banco le telefoneo nueve dias atras para informarle de que su empresa estaba en bancarrota.

Lundberg respiro hondo como poniendose en guardia. A continuacion comenzo a abrir el paquete. Sujeto la rosa seca entre el pulgar y el indice y mantuvo los otros dedos abiertos para tocarla lo menos posible. La tiro inmediatamente a la papelera.

Peter arqueo las cejas y lo observo sorprendido.

– No es lo que parece -dijo Lundberg con voz cansada.

Abrio el paquete y sus hombros se hundieron. De repente se esfumo todo su aplomo y, por un instante, Peter sintio que el era el dueno de la situacion.

– Mi mujer murio hace tres anos.

Un rayo alcanzo a Peter y noto que de pronto su cerebro se quedaba totalmente vacio. ?Que estaba pasando? ?Solo habia sonado? ?Se estaba volviendo loco?

– ?Pero si esta embarazada! Su mujer…

Lundberg cerro los ojos y la boca como si hubiese sentido unas repentinas nauseas. A continuacion tiro la cinta y el papel rasgado, y aparecio una caja de terciopelo rojo. Habia una tarjeta de floristeria con un dibujo de un ramo de rosas rojas pegada a la tapa. «El amor lo puede todo», decia en tinta roja y con un estilo exageradamente ceremonioso. Lundberg entreabrio cuidadosamente la tapa.

– ?Joder!

Se echo de golpe hacia atras en la silla y oculto el rostro con su mano derecha.

Peter lo observaba. Lundberg no daba muestras de interes. Peter dio un paso hacia la mesa y el atormentado hombre le hizo una senal con la mano izquierda indicandole que podia abrir la caja si lo deseaba. Peter dudo un segundo. A estas alturas la curiosidad sobre lo que habia llevado en el bolsillo durante su paseo era mas fuerte que el. Sin acercarse del todo rozo la tapa con su indice derecho. No necesito acercarse mas para ver lo que habia sobre el algodon de la caja. Era el dedo de un pie.

3

Diez minutos despues tuvo claro que Olof Lundberg era un hombre que nunca habia tenido la sensacion de no tener un control absoluto sobre su existencia, y comprendia por primera vez en su vida que se encontraba en una situacion que no dominaba. Ese conocimiento habia dejado sus huellas pues ahora, al agrietarse la fachada de autoridad, parecia un nino de cinco anos que habia perdido a su madre en la Estacion Central.

Despues de que Peter abriera la caja, ninguno de ellos dijo nada durante un buen rato; su respiracion era lo unico que se oia en la habitacion.

A pesar de su confusion percibio el silencio y penso que la habitacion debia de estar insonorizada.

Lundberg cogio un lapiz negro y cerro la caja mientras la empujaba hasta el extremo opuesto de la mesa.

Peter se habia retirado y estaba sentado en una silla junto a la puerta; no se decidia ni a decir algo ni a levantarse y marcharse.

Fue Lundberg quien finalmente rompio el silencio.

– Esto lleva ocurriendo desde hace medio ano. Comenzo con algunas cartas dirigidas aqui, a la oficina. No me preocupe especialmente pero despues de un tiempo empezaron a ser particularmente intimas. En realidad rozaban lo repulsivo; casi al mismo tiempo empezaron a mandarme cosas a mi casa. Cosas de todo tipo, desde grandes osos de peluche a provocativa ropa interior de mujer en paquetes anonimos que aseguraban que yo mismo habia encargado.

Hizo una pequena pausa y prosiguio.

– Cuando las cartas comenzaron a tratar de asuntos personales como por ejemplo una detallada descripcion de la ropa que habia usado la ultima semana o lo que habia almorzado, o contenian notas con mi escritura que alguien habia cogido de la basura de mi casa denuncie los hechos a la policia pero me dejaron muy claro que no podian hacer nada mientras la persona en cuestion no hiciera algo ilegal. Luego durante dos meses todo paro y fue como siempre, pero hace ocho dias comenzo de nuevo. Entonces recibi esta carta.

Abrio el cajon inferior de la mesa y saco una bolsa de Konsum. Saco de la bolsa dos sobres rosas y los coloco al otro lado de la mesa donde se encontraba el ultimo envio.

Peter se puso de pie y se acerco a la mesa. Cogio el sobre de arriba y cuando se lo acercaba para leerlo sintio el fuerte olor a perfume. Arrugo automaticamente la nariz y extrajo la carta.

– Amor mio -decia con el mismo estilo de escritura ceremoniosa que en la caja de terciopelo-. ?Podras alguna vez perdonar que dejaras de recibir mis cartas? Desgraciadamente no he podido escribir. Sin embargo, mi amor no ha disminuido. Tu nombre resuena en mis oidos y tu voz me sigue como un angel de la guarda dondequiera que voy. Ayer cuando me miraste desde el otro lado de la habitacion el tiempo se detuvo, y vi en mi interior todo nuestro futuro juntos. La mesa que habia entre nosotros se esfumo y formo un camino rosa lleno de felicidad y resplandeciente amor. Cuento los minutos que faltan para tenerte entre mis brazos.

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