Perdido es el tiempo que no transcurre con amor. Tuya siempre.
Peter guardo la carta dentro del sobre e intento imaginarse como la diabla habladora de la pasteleria Nylen podia escribir una carta asi. No pudo.
Abrio el otro sobre y desdoblo un papel. Era la fotocopia de una esquela.
– De mi mujer -dijo Lundberg-. La de verdad, vamos. Tuvo una hemorragia cerebral hace tres anos. Lo llaman apoplejia. Permanecio inconsciente durante una semana y luego decidi, siguiendo la recomendacion de los medicos, que desconectaran la respiracion asistida.
Peter miro el papel que tenia en la mano. Era una esquela grande, mas de dos columnas, con un paloma en la parte superior.
Nuestra querida
INGRID LUNDBERG
* 3 de mayo de 1944
17 de febrero de 1994
OLOF
Agrieta y Borje
Kerstin
David y Klas
Familiares e infinidad de amigos
A continuacion seguia una invitacion a la ceremonia del entierro seguida de una recepcion, horarios y una peticion para contribuir a la Asociacion contra el Cancer.
A Peter le sorprendio que la esquela no tuviera ningun verso. Solia divertirse leyendo los versos cuando tenia tiempo de sobra para dedicarlo al periodico matutino, lo cual habia sucedido con bastante frecuencia estos ultimos dias. Las esquelas sin versos siempre le habian parecido impersonales e indicaban algun tipo de indiferencia para con el muerto. Como si nadie se hubiera podido esforzar en buscar unas palabras apropiadas de despedida.
Peter le dio automaticamente la vuelta al papel como para asegurarse de que la parte de atras estaba vacia.
– Hay una nota en el sobre -dijo Lundberg y senalo con el lapiz.
La nota era media holandesa cuadriculada de un cuaderno y estaba completamente llena de letras. El estilo era descuidado y sin sentido y muchas letras estaban tachadas con gruesas lineas. «Viejo verde de mierda… la puta de la chaqueta roja… folla, guarro… asqueroso culo porculizado… te voy a matar a ti y a tu putita caperucita roja…» eran algunas de las palabras sueltas que se podian descifrar.
Empezo a comprender que en el mundo habia diferentes tipos de problemas y que el por el momento podia estar relativamente satisfecho con los suyos.
– Esa carta llego anteayer. El dia anterior habia almorzado con una de nuestras clientes. No soy bueno recordando la ropa de la gente, de modo que la llame y le pregunte de que color era su abrigo. Era rojo. Ella es la representante de una de las mayores cuentas de la agencia y me temo que penso que me habia vuelto loco. Mi pregunta fue dificil de explicar -resoplo Lundberg.
Se dejo caer en la silla de nuevo y miro fijamente a Peter.
Parecio tomar una resolucion.
– ?Sabe una cosa? -dijo-. Esto me esta volviendo loco. Por primera vez desde mi juventud me siento completamente aterrorizado. No puedo explicar por que he reaccionado asi. Hasta tengo miedo de la oscuridad por la noche en mi propia casa. Tengo la alarma instalada de forma que este conectada mientras duermo. Por la manana tengo miedo de salir a recoger el periodico por si ella esta en el jardin esperandome. Cuando tengo una comida de negocios me concentro mas en el resto de los comensales del restaurante que en mis propios clientes. Por mi culpa ya hemos perdido dos cuentas importantes.
Tomo carrerilla.
– ?Por favor, tiene que ayudarme! Usted es el unico que la ha visto.
Peter lo miro extranado y se sorprendio de sentirse de repente mas tranquilo que en meses. La presion sobre el pecho, de momento, habia desaparecido y el corazon latia acompasadamente. Se imagino que la fuerza de Lundberg de alguna manera se habia trasladado por la habitacion y habia ocupado su cuerpo.
– ?Que cree que podria hacer yo? -pregunto.
– ?Buscarla y hacer que pare de una vez!
Por segunda vez en ese dia le vino a la cabeza que quiza el, para el resto de la gente, fuera el prototipo de lo que deberia de ser un detective.
Estaba casi seguro de que eso no era un cumplido.
Agito la cabeza.
– No tengo ni idea de como hacerlo. Solo la he visto un momento y si le digo la verdad ni siquiera demasiado bien.
Sintio escalofrios al pensar en volver a verla. Los acontecimientos de la ultima media hora no le habian hecho cambiar de opinion.
– ?Como es ella? -pregunto Lundberg con una voz como si le preguntara a su medico los resultados de unas pruebas de cancer.
Peter intento describirsela lo mejor que pudo.
Lundberg irguio la espalda y dijo con algo de su vieja autoridad en la voz:
– Le dare lo que quiera si la encuentra.
Peter se retorcio y comenzo a estudiar la armazon cromada del techo. La habitacion estaba completamente en silencio pero se oyo decir a si mismo.
– ?Que le parece un millon trescientas cincuenta y dos mil coronas?
4
Habia dejado de nevar cuando salio a Karlavagen. Empezaba a anochecer. Un gigantesco reloj con cifras digitales rojas en el vestibulo de Lundberg & Co. le habia informado de que eran las 16.42.34.
Despues de que con renovadas fuerzas hubiese lanzado su proposicion, Lundberg le habia mirado sorprendido. No estaba seguro de si se debia al montante de la cantidad o a la exactitud de la misma. Lundberg solo se lo penso unos segundos antes de responder que si Peter podia conseguir que la mujer parase le prometia que el dinero seria suyo.
Al principio se sintio como si le hubiese tocado la loteria. Como si su problema mas acuciante se hubiera resuelto. Fue abajo, en la calle, cuando el valor empezo a abandonarle.
Habia pedido llevarse la caja de terciopelo. En realidad, no sabia por que, pero Lundberg no parecio lamentar quedarse sin ella. Quiza pudiera, como el principe de Cenicienta, darse una vuelta por el reino para ver a quien le encajaba el dedo. Esa fue su mejor e unica idea, lo cual no lo animo demasiado.
Respiro hondo y carraspeo cuando el aire frio entro en sus pulmones. Se dirigio hacia la estacion de metro de Karlaplan. Solo pensar en coger el metro hubiera sido imposible durante estos ultimos meses, pero una nueva llama se habia encendido en su interior y sintio que estaba preparado para intentarlo. Solo eso ya era una buena senal.
Fue bien. En realidad fue mucho mejor de lo que habia esperado.
Veinte minutos despues entraba por la puerta de su piso en Asogatan. Sobre la alfombra del recibidor habia una hoja de propaganda de ICA y una carta del S-E-Banken. Escribian diciendo que deseaban tener una reunion con el tan pronto como fuera posible para discutir un plan de pago.
Volvio el pequeno dolor en el pecho, pero dejo la carta y saco la guia de telefonos.