gatita, el sobrenombre que le habia dado Elisabeth. Pero su tez se habia iluminado y dorado, y la masa de bucles castanos, sujeta encima de cada oreja por cintas amarillas, mostraba ahora un espesor sedoso con reflejos casi plateados de un efecto subyugante. No tenia nada de una madona, pero su carita traviesa no carecia de encanto. En suma, aquella chiquilla en la que se reflejaba ya el brillo de la corte seduciria sin duda a mas de un hombre. Lo importante era que entre ellos no se contara Beaufort, y Cesar se sintio reafirmado en un proyecto al que tal vez habria renunciado si se hubiera encontrado con una «Mademoiselle de l'Isle» asustadiza e insignificante.

—Sentaos —dijo por fin, senalando el sillon del que se habia levantado ella, y yendo a su vez a recostarse contra la mesa de la cena—. Y en primer lugar, responded a una pregunta: ?que sentimientos os inspira mi hijo Beaufort?

La brutalidad de aquellas palabras hizo que Sylvie se tornara tan roja como las cerezas que mordisqueaba un momento antes. El hombre que fijaba en ella sus ojos helados y cuyos labios dibujaban una semisonrisa sarcastica, era la ultima persona en el mundo a la que deseaba abrir su corazon. Incluso habria preferido a Richelieu, que al menos la distinguia con muestras de cierta simpatia. Asi pues, se esforzo en que su voz no temblara.

—Todas las personas de vuestra casa me son queridas, monsenor. Al menos, todas las que han sido buenas conmigo.

—Lo cual excluye a Mercoeur, que no os estima, y a mi mismo...

—Que tampoco me estimais. Sin embargo, monsenor, habeis sido muy generoso conmigo al darme un nombre, bienes y una posicion...

—Todo eso lo debeis a la duquesa. Es la mujer mas testaruda que respira aun sobre la tierra, ahora que su madre ya no existe. Pero en fin, me satisface ver que sois agradecida y espero que sabreis demostrarmelo. Pero... no habeis respondido a mi pregunta, joven. ?Amais a Beaufort, tal como creemos todos en nuestra casa? Hablo de amar. ?Si o no?

Sylvie alzo la cabeza y miro directamente a los ojos que estaban sopesandola:

—Si. —No dijo mas, pero lo dijo con tanta firmeza que no era posible la duda. Como Cesar no decia nada y seguia observandola, apreto con fuerza sus manos la una contra la otra, y anadio—: Creo que le he amado siempre desde que me encontro en el bosque, y estoy segura de que nunca amare a otra persona.

Hablo con sencillez: fue una constatacion tranquila que no por ello perdio un apice de su fuerza. Ni por un instante puso en duda Vendome su palabra. Sin embargo, quiso saber mas.

—No pensareis que, a pesar de todo, os sera posible convertiros en su esposa, ?verdad? Puesto que no entrara en la Orden de Malta, Beaufort solo puede unirse a una princesa.

—Se todo eso, pero para amar no es necesario el matrimonio. Tampoco es necesario estar siempre juntos. El verdadero amor lo soporta todo: el alejamiento, las separaciones, la soledad e incluso la muerte.

—?Quien diablos os ha ensenado todo eso? —exclamo Cesar, sorprendido por la filosofia de aquella jovencita—. ?Ese buen Raguenel que fue vuestro maestro?

—Nadie. Creo, monsenor, que siempre lo he sabido.

—Pues bien, es muy loable, pero falta ver lo que significa en la practica, y si os he hecho venir es para juzgar la solidez de vuestro amor. Si Beaufort estuviera en peligro, ?que hariais?

El corazon de Sylvie dejo de latir por un instante, pero no dejo que su angustia se transparentara.

—Lo que estuviera en mi mano para ayudarle.

—?Ahora lo veremos! Esta en peligro —dijo el duque, recalcando cada silaba.

—?De que?

—De muerte si consiguen prenderle. Lo que, felizmente, no ha sucedido todavia.

—?Dios mio! ?Que ha ocurrido?

—Se batio en duelo en Chenonceau y mato a su adversario.

Aterrorizada, Sylvie cerro los ojos por un instante. Sabia hasta que punto eran inflexibles en ese tema los edictos de Richelieu. Un duelo habia llevado a Montmorency-Bouteville al cadalso. El terrible cardenal no dudaria un momento en enviar al mismo lugar a un nieto de Enrique IV. Posiblemente incluso disfrutaria al hacerlo.

—?Cual fue el motivo del duelo?

Vendome dudaba en contestar pero Sylvie, alzando hacia el su mirada limpida, anadio:

—?Una... mujer?

—Si. Madame de Montbazon, de la que tal vez ignoreis que es su amante —dijo con brutalidad—. Monsieur de Thouars hablo mal de ella delante de mi hijo, que no lo soporto y cumplio con su deber de gentilhombre y de amante. Marie de Montbazon esta loca por el...

—Pero el ama a otra —repuso Sylvie—. Lo cual es algo bastante conforme con la naturaleza de las cosas...

—?Otra? ?De quien se trata?

—Si no lo sabeis de cierto, tal vez lo sospecheis. Yo he llegado a pensar que la bella duquesa de Montbazon no era mas que una magnifica cortina de humo. Y precisamente la existencia de esa otra mujer anadiria gravedad a su caso, si se da la circunstancia de que los hombres del cardenal lo prendan. ?Donde esta?

—No voy a deciroslo, y por el momento el duelo sigue siendo un secreto. Sin embargo, siempre cabe la posibilidad de una indiscrecion. Si Richelieu se entera, enviara a uno de sus torturadores, a sonsacar la verdad a los testigos o a los servidores. Y esos miserables serian capaces de hacer confesar a san Pedro que quiso violar a la Virgen Maria, tan abominables son sus metodos. Si apresan a Beaufort, nada podra salvarlo... salvo vos, tal vez.

—?Yo? Pero ?que puedo hacer?

El duque Cesar hizo una pausa, se aparto de la mesa en que estaba recostado con indolencia y fue a abrir un armario, del que tomo algun objeto.

—Me han dicho que estais en excelentes relaciones con el cardenal.

—Es mucho decir. He tenido el honor de ir a cantar para el en tres ocasiones, en su palacio. Reconozco que me ha tratado con cierta bondad...

—Luego, no desconfia de vos. ?Excelente!

—No veo por que —dijo Sylvie con una voz que traslucia su inquietud. No le gustaba la sonrisa cruel con que Vendome examinaba el objeto que tenia en la palma de la mano.

—Pues bien, voy a abriros los ojos, y al mismo tiempo a evaluar la solidez de ese gran amor que decis experimentar: si Francois es apresado, nada podra salvarlo excepto...

—?Excepto?

—La muerte de Richelieu. En caso de extremo peligro, os arreglareis para que la sotana roja os pida que vayais a adormecer sus dolores con vuestra musica... y le adormecereis de forma definitiva.

Sylvie sintio que su garganta se secaba de golpe.

—?Como? ?Quereis que...?

—Que lo enveneneis... con esto —dijo, colocando delante de la joven un frasquito de cristal muy oscuro, cuidadosamente cerrado con un tapon de esmeril—. No deberia seros muy dificil: he sabido que en cada visita bebeis un poco de vino espanol y servis una copa a vuestro anfitrion.

Decididamente sabia muchas cosas pero Sylvie, arrastrada por la indignacion, dejo para mas tarde averiguar quien era el, la o los que le informaban.

—?Yo? ?Hacer una cosa asi? Verter la muerte con discrecion y tenderla luego, ?con una sonrisa, supongo?, a quien me ha acogido con toda confianza. ?Por que no recurris a un lacayo cualquiera, sobornandole? Hay todo un ejercito en el Palais-Cardinal.

—Por una razon muy sencilla: Richelieu hace que otra persona pruebe antes todo lo que come o bebe. Por lo demas, vos misma lo haceis sin siquiera daros cuenta cuando bebeis en su presencia, imagino.

—Si, es verdad. Nunca bebe el primero. ?Es desconfiado hasta ese punto?

—Mas aun. Es verdad que le gustan los gatos, pero no es ese el motivo por el que hay tantos en sus mansiones. ?Tomad este frasco!

—No. Nunca me prestare a un acto tan vil, tan cobarde. Si quereis la muerte de Richelieu, atacadle vos mismo, de frente y a cara descubierta.

Vendome dejo escapar un sonoro suspiro y se encogio de hombros:

—Me pregunto si Raguenel no os ha hecho leer demasiadas novelas de caballerias. En nuestros dias, es necesario matar para no ser muerto... Ahora bien, si preferis que Beaufort suba al cadalso para dejar alli su

Вы читаете La Alcoba De La Reina
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату