amistad con la portera la alivia de su soledad y… -El anciano, comicamente vestido con un traje principe de Gales de cuadros grises, con chaleco y pajarita, se percata de como lo estamos mirando tanto Sandro como yo. De repente balbucea-: Bueno…, quiza sea mejor que no cuente demasiado… En cualquier caso, a mi me gusto mucho.

Y se vuelve poco menos que molesto por nuestro silencio.

Sandro lo contempla mientras se aleja.

– Queria pegar la hebra.

– Si, y contarme el final.

– ?Y ni siquiera lo ha leido! Recuerdo que todo eso se lo conte yo… Esta muy solo, ?sabes? Viene aqui para charlar y a final de mes se lleva un libro, el mas barato quiza, ?puede que para demostrarme que no he gastado saliva en balde!

Lo miro. Esta en un rincon apartado hurgando entre los libros. Abre alguno, lo hojea, lee algo, pero lo hace distraidamente, para disimular, porque en realidad nos observa por el rabillo del ojo, sabe que estamos hablando de el. Luego se vuelve por completo. Sonrie. En el fondo debe de ser simpatico. El y la abuela Luci. Quien sabe, tal vez algun dia podrian encontrarse y tomar un te, conversar y hacerse compania el uno al otro. La abuela sabe infinidad de historias, podria contarle una al dia hasta el final de su vida. No. Es probable que a la abuela no le apetezca hablar con ningun otro hombre. Ya habla a diario con el abuelo Tom, solo que nosotros no podemos oirlos.

– ?Carolina! ?Que bonita sorpresa!

La abuela me hace pasar, me da un beso en la mejilla y un largo abrazo, rebosante de carino. A continuacion pone las manos sobre mis hombros y me mira como si buscase algo en mi.

– No te esperaba…

No se si creerla. Tengo la impresion de que no es verdad. Se habria puesto triste si no hubiese pasado a verla. Mucho. Exhala un suspiro de alivio y acto seguido vuelve a ser la abuela de siempre.

– ?Como estas? Cada vez me pareces cambiada…

– ?Cambiada en que sentido, abuela?

Cierra la puerta a mis espaldas.

– Mayor. Mas mujer Mas mujercita, quiero decir

– ?Es que soy una mujercita!

Me vuelvo para mirarla riendo.

– Si, si, ya lo se… -Luego se muestra de nuevo curiosa-. ?Tienes algo que contarme?

– No, abuela. -Entiendo que pretende aludir a algo-. Tranquila.

Entramos en la sala y nos sentamos frente a una mesita, a la sombra del albaricoquero.

– Estan saliendo las primeras flores.

– Si…

Las miramos, acaban de brotar y se doblan ligeras y fragiles con el primer soplo de viento. A saber que recuerdos le traen. Veo que sus ojos se tinen de emocion. Se cubren con unas lagrimas ligeras y opacas. Se queda ensimismada, quiza este viajando al pasado. Esa maceta. Ese arbol. Un beso recibido en ese rincon. Un regalo. Una promesa. Permanezco en silencio en tanto que ella navega lejana, transportada por una corriente cualquiera de recuerdos. Luego vuelve en si repentinamente. Exhala un largo suspiro Me mira de nuevo y sonrie serena. No se averguenza de su dolor. Le sonrio a mi vez.

– ?Te apetece tomar un te?

– ?Si, abuela! Un te verde, si tienes…

– Claro que tengo. Desde que se que te gusta, nunca falta en esta casa…

Y se dirige a la cocina.

Yo permanezco sentada a la mesa de madera alli, en ese rincon, junto a los jazmines y las rosas silvestres. Recuerdo que el abuelo saco unas fotografias preciosas de esas rosas. Cierro los ojos y huelo su delicado aroma. Me siento relajada, descanso, pese a que no tengo ningun motivo para estar cansada. Bueno, tal vez si, puede que haya estudiado demasiado. Incluso me he saltado la clase de gimnasia. Son las ultimas lecciones, aunque tambien es cierto que los examenes estan al caer. Permanezco absorta en mis pensamientos cuando, de repente, recuerdo algo que me conto mi madre poco despues del funeral del abuelo, al regresar a casa. Se habia quedado en el salon, yo no tenia sueno y me la encontre alli por casualidad, sentada en el sofa con las piernas dobladas bajo el cuerpo, igual que hago siempre yo.

Esa noche.

– Eh, ven aqui…

Me siento frente a ella en la silla.

– No, aqui, a mi lado…

Me deja un poco de sitio en el sofa y me acomodo a su lado. Me siento igual que ella. Somos dos gotas de agua separadas por un poco de tiempo.

– ?En que piensas, mama?

– En algo que siempre he imaginado y que nunca ha sido posible…

Permanece en silencio con la mirada perdida mas alla de la television, que esta apagada, del sofa que esta al fondo, de la alfombra gastada, del espejo antiguo.

– ?Puedo saber de que se trata?

Adquiere de nuevo conciencia de si misma. Se vuelve lentamente hacia mi. Sonrie.

– Si, faltaria mas. Se quieren tanto. Mejor dicho, se querian tanto que me habria gustado que desaparecieran juntos, a la vez… Pese a que para mi habria supuesto un palo enorme.

Me acerco a ella y apoyo la cabeza sobre su hombro.

– Todavia se quieren, mama -le digo casi en un susurro.

Me acaricia el pelo, la cara, de nuevo el pelo.

– Si. Todavia se quieren.

La oigo llorar. Silenciosa, incapaz de contener el llanto, los sollozos, que poco a poco se hacen mas fuertes. Y yo tambien lloro en silencio y la abrazo con todas mis fuerzas, pero no consigo articular palabra, ni siquiera imaginar algo, encontrar una frase bonita que poder decirle que no sea: «Lo siento mucho, mama.» Y seguimos llorando asi, como dos ninas de madres diferentes.

– Aqui tienes tu te.

Lo deposita tambaleandose ligeramente sobre la mesa de madera. Abro de nuevo los ojos y me los enjugo a toda prisa para que no se de cuenta de que he vuelto a llorar.

– Estupendo… ?No sabes cuanto me apetecia, abuela!

Lleno mi taza de agua, abro el sobrecito y meto la bolsita dentro.

– ?No quieres probarlo?

– No, gracias. -La abuela se sienta delante de mi-. Prefiero el normal, elEnglish, y sonrie mientras lo dice, orgullosa de su pronunciacion. Me encojo de hombros.

– Como quieras, abuela…

Acabo de servirme el mio y pruebo una galleta.

– ?Abuela! Son de mantequilla…

Sonrie.

– ?Por eso estan tan ricas!

Sacudo la cabeza. No quiere ni oir hablar de mi dieta, no me ayuda para nada, al contrario.

– ?Estarias mejor con algun kilo mas!

– Si, si…, en lugar de ayudarme…

– Pero si yo te ayudo… ?a estar guapa!

Cojo mi bolsa, que he dejado bajo la mesa.

– Bendita tu, que te lo crees, abuela…Toma, te he traido esto.

Apoyo sobre la mesa un paquete.

– ?Que es?

– Abrelo…

La abuela deja la taza de te y coge el paquete. Empieza a desenvolverlo. Esta emocionada.

– ?Gracias!

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