Me callo,

– ?Un beso… beso?

– Claro, ?acaso el chocolate no es chocolate chocolate? Permanezco en silencio. ?Quiere un beso? Sonrio mientras le pienso.

– Pero si acabas de asegurar que no tengo chocolate en el coche… ?que mas te da? No puedes perder.

Lo esta haciendo adrede. Es un farol. O tal vez no.

– Gibbo, dado que sabes hacer todos esos calculos, ?que probabilidades tengo?

– Bueno, teniendo en cuenta que no debe ser un chocolate cualquiera, sino un chocolate fondant tipo Cioccolati…

– Ah, claro, ?eso es fundamental!

– En ese caso, yo tengo un treinta por ciento de posibilidades de ganar, y tu un setenta.

Abre los brazos. Lo miro por un instante a los ojos. Lo observo con detenimiento. Quiero comprobar si esta mintiendo. Tiene el semblante tranquilo de alguien que no oculta nada.

– Bien. Acepto.

Subimos al coche. Gibbo sonrie y pulsa un boton, tac. No me lo puedo creer. Debajo del salpicadero se abre un pequeno cajon con un cazo, agua, una plancha electrica, un cable conectado al encendedor y… una infinidad de sobres diferentes de Cioccolati: ?con leche, avellanas y chocolate fodant! Y no solo eso, porque tambien los tiene con distintos porcentajes de cacao: setenta y cinco, ochenta y cinco y noventa por ciento.

– ?Esto no vale!

– ?Si, claro, nunca vale cuando gana el otro!

?Pero tu lo sabias!

– Y tu podrias haber dicho que no…

Gibbo abre en seguida la botella de agua, la vierte en el cazo y lo pone encima de la plancha. A continuacion conecta el cable con el enchufe al encendedor y arranca el motor.

– No puedes decir que te he obligado.

– Eso es cierto…

Gibbo coge los sobrecitos.

– ?Setenta y cinco, ochenta y cinco o noventa?

– Ochenta y cinco.

Echa el chocolate en el cazo y lo mezcla con una cucharilla. ?Si hasta tiene una cucharilla! El chocolate esta listo en un abrir y cerrar de ojos.

– Pero me hiciste creer que no tenias.

– No, eso si que no. Me preguntaste si tenia un coche magico, y yo te conteste que no, que no lo tenia. -Sirve el chocolate en dos tazas-. Y es cierto, -Me pasa la mia-. Mi coche no es magico, solo esta bien preparado.

Miro la taza.

– Nooo, no me lo puedo creer. ?Si tiene escrito mi nombre!

– Si.

Esboza una sonrisa y bebe su chocolate. Y yo me bebo el mio, esta delicioso.

– Mmmm, que rico. Te ha salido realmente bien.

Guardamos silencio por un momento. Gibbo pone otro CD con una musica preciosa. Creo que es Giovanni Allevi, me parece que he oido esa cancion en un anuncio. Intento beberme lo mas lentamente posible el chocolate, pero ya no me queda casi en el fondo.

Gibbo se da cuenta, me coge la taza de las manos y la vuelve a poner en el cajoncito. Acto seguido me pasa un panuelo.

– Ten.

– Gracias… ??Pero es que las tazas llevan los nombres de todas las chicas que suben en este coche!?

– No, solo hay una taza. -Se aproxima a mi-, Y lleva tu nombre.

– ?Si?

Se acerca mas.

– Si.

Se acerca mas aun. Sonrio.

– Se ha hecho tarde, deberia volver a casa.

– Pero antes tienes que pagar la apuesta.

Me vuelvo y miro por la ventanilla. Cambio de idea, me vuelvo de nuevo, lo miro y sacudo la cabeza.

– ?No me lo puedo creer! Pero Gibbo… si es que somos amigos desde siempre.

– No. Desde hace ochocientos veinticuatro dias, desde que nos conocimos, y me gustas desde hace ochocientos veintitres dias.

Llegados a este punto, ya no hay nada que hacer.

– Pero podrias habermelo dicho, ?no?…

No me deja acabar. Me besa. Me resisto por mi instante, pero luego me abandono… Al fin y al cabo, he perdido, es justo pagar las apuestas y, ademas… sabe a chocolate, ?esta rico!

Nos separamos al cabo de un rato.

– Ya esta. Ya he pagado la apuesta… -Simulo estar un poco enfadada- ?Podemos irnos?

– Faltaria mas.

Gibbo arranca el motor, dobla una curva y se dirige hacia mi casa. Dios mio, ?que pasara ahora que nos hemos besado? ?Cambiara nuestra relacion? Ya no seremos amigos.

Lo miro por el rabillo del ojo y veo que sonrie.

– ?Que te pasa? ?En que piensas?

Se vuelve hacia mi. Ahora parece realmente divertido.

– ?Imaginate cuando se entere Filo!

– ?Por que? ?Acaso piensas decirselo?

– No, no -se disculpa-. ?Pero quiza llegue a saberlo!

– ?Y como? Si ninguno de los dos dice nada, no veo que haya muchas posibilidades… -Lo escruto-. Eh, ?no sera que tambien has apostado algo con el?

– Pero ?que dices?

– Que has apostado que esta noche me besarias. Mira que si es eso te conviene decirlo cuanto antes porque, como lo descubra, no volvere a hablarte en la vida.

Gibbo suelta el volante, alza la mano izquierda y se lleva la derecha al pecho.

– Te juro que no es asi.

– ?Sujeta el volante!

– Vale, vale. -Vuelve a agarrarlo-. Pero ?me crees?

Lo observo durante unos instantes, me mira fijamente intentando convencerme.

– Bien, te creo. A pesar de que antes me has enganado.

– Pero eso era distinto…

– ?Por que?

– ?Porque queria besarte!

– Imbecil.

– Venga, estaba bromeando, no discutamos…

– Vale.

Exhala un suspiro. Yo tambien. Confiemos en que no se entere Filo. Una vez me pidio un beso y yo me negue alegando que no quena arruinar nuestra amistad.

Luego, de repente, siento curiosidad.

– Perdona, pero si en lugar del chocolate te hubiese pedido un capuchino, que, en cualquier caso, tambien me gusta mucho, no habria tenido que besarte.

Gibbo se queda perplejo.

– ?Quieres saber la verdad?

– ?Pues claro!

Abre de nuevo el cajoncito y lo hace girar sobre si mismo. Detras hay todos los cafes y descafeinados posibles.

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