a mi y, ademas, siento tener que dejarla sola. Alli estan varios de sus tios. La ayudo a coger la escalera, le tiendo las llores, cojo agua y se la paso. Y ella se pone a arreglarlo todo. Mientras la espero, doy una vuelta y leo las inscripciones y las oraciones de las lapidas mas antiguas. Hay algunas muy breves y suenan un poco extranas. Tambien observo esas fotografias completamente descoloridas en las que apenas se pueden reconocer los rasgos de las caras. Y esos nombres que ya casi no se usan, unos nombres tan remotos como esas vidas… Luego mi madre me llama y nos marchamos. Asi, igual que hemos llegado.

Noviembre ha sido un mes extrano, un mes de transito, uno de esos que no olvidare facilmente en mi vida. Por primera vez me he sentido…, digamos…, mujer. Gracias a mi hermano. Era un viernes. Los viernes resulta un poco extrano estar en el colegio. Quiza porque se siente la proximidad del sabado y del domingo, y por eso el jaleo suele ser mayor.

– ?Venga, no le hagas eso! ?Le vas a dar un susto de muerte?

Pero Cudini hace oidos sordos. Menudo tipo. Es delgado a mas no poder y alto como una jirafa. Lleva siempre unas sudaderas preciosas, dice que se las regala su tio de America, uno que viaja constantemente por trabajo. La de hoy es increible, militar, azul mezclado con gris y verde, traida directamente de Los Angeles. El tio de Cudini compra de todo en el extranjero y lo lleva a Italia: peliculas para la television, objetos para las boutiques, cuadros para los amigos, vestidos para las chicas, camisetas y vaqueros para las tiendas de tejanos, y cerveza para los bares. Y, ademas de todos los regalos que le hace, tiene siempre un billete de avion a punto para su sobrino. A Cudini le gustan las sudaderas y, por encima de todo, le gusta gastarle esa broma a la profe Fioravanti, la de tecnologia. Lo llama «el caetemuerto». ?Cuelga la capucha de la sudadera en la percha de clase y despues se deja caer a peso ‹muerto», como dice el! Y cuando llega la profe Fioravanti, bueno, pues se organiza una buena.

– ?Aqui esta, aqui esta, ya viene!

Alis entra corriendo en clase. Se divierte como una loca vigilando a ver si se acerca alguien.

– ?Venga, vamos, sentaos ya!

Volvemos a nuestros pupitres y cuando la profe Fioravanti entra parecemos una clase modelica. Se detiene justo detras de Cudini, que esta colgado de la percha.

– ?Que pasa? ?Como es que estais tan callados? ?Que ha pasado? ?Debo preocuparme?…

Antes de que le de tiempo a acabar, Cudini empieza a patear, a moverse, a forcejear gritando «?Ah! ?Ah!». Chilla como un loco, como un cuervo golpeado, como un ave rapaz, que se aleja volando en un valle cualquiera, mientras agita los brazos y las piernas colgado por la capucha de la sudadera, y sacude con fuerza la percha contra la pared.

– Ah, ah…

La profe Fioravanti se sobresalta.

– ?Socorro, ?que ocurre?! -Se lleva la mano al corazon-. ?Que susto? Pero ?que es esto?

Y entonces ve esa especie de murcielago humano pegado a la pared que grita y se debate haciendo ruido.

– Ah, ah, ah… -brama Cudini.

Entonces la profe Fioravanti coge su carpeta y lo golpea varias veces en la espalda, con fuerza, intentando aplacar a ese extrano animal. Victima de todos esos golpes en la espalda, Cudini al final se tambalea, no consigue mantenerse en pie y pierde el apoyo. Se queda colgado de la percha solo por la sudadera y, al final, se suelta. La sudadera se estira, la capucha resiste, lo sujeta todavia un poco…, pero luego Cudini se precipita hacia adelante arrastrando el perchero de madera consigo, arrancando las sujeciones, y cae al suelo con gran estruendo.

– ?Ay!

Cudini rueda por el suelo y la percha se le viene encima. Todos nos echamos a reir, organizamos una buena algarabia, algun que otro chalado se sube al pupitre, todos gritan, arman jaleo, e imitan las voces de extranos animales.

– ?Hia, hia!

– ?Glu, glu!

– ?Roar, roar!

– ?Sgrumf, sgrumf!

La profe Fioravanti sigue pegando con su carpeta a Cudini incluso ahora que esta en el suelo, con el perchero encima.

– Toma, toma, toma

– ?Ay, ay, profe! ?Que soy yo!

Por fin consigue quitarse el perchero de encima y se retira la capucha de felpa, dejando la cara a la vista.

– ?Cudini! ?Eres tu? ?Pensaba que se trataba de un ladron!

El se levanta dolorido.

– Ay, ay… Me han gastado una broma, mis companeros me colgaron ahi…

– ?Como es posible que siempre te gasten la misma broma a ti? ?Y que tu caigas una y otra vez? ?Y pensar que no te tenia por un idiota!…

Llegados a ese punto, Cudini no puede anadir nada mas. Ha recibido la nota que se merecia, y ha tenido que pasarse la tarde ayudando a enyesar la pared y a colocar de nuevo el perchero en su sitio. Y, lo peor de todo, ha debido presentar la cuenta del albanil a sus padres. Por lo visto, su padre no ha empleado la carpeta de la Fioravanti para zurrarlo, sino que lo ha hecho directamente con los pies. En cualquier caso, Bettini, el amigo de toda la vida de Cudini, ha grabado la broma del «caetemuerto» con su movil usando el zoom. Y luego lo ha colgado en www.scuolazoo.com

. ?Y segun parece ha entrado en la lista de los mejores! El caso es que jamas nos habiamos reido tanto como hoy. Pero lo que mas me ha sorprendido es lo que ha sucedido a la salida.

– ?Hola, Gibbo! Hola, Filo.

– Eh, Clod, ?hablamos luego?

– Claro, ?que piensas hacer?

– Alis pensaba ir a dar una vuelta por el centro.

Y justo en ese momento, piiii, piiii, oigo el claxon. Y no puedo por menos que reconocerlo. ?Es mi hermano! Hacia una semana que no lo veia ni hablaba con el. Y lo sentia. Es decir, en un principio pense que volveria a casa en seguida despues de la pelea con mi padre, o quiza pasados uno o dos dias. En cambio, ha resistido fuera una semana, no se donde ha dormido, ?y ademas ha ido a recoger sus cosas! ?Rusty James es genial! Quiero decir que, por un lado, lo he echado de menos, pero por otro me gustan las personas que son consecuentes con lo que dicen.

– ?Que haces?

Me sonrie subido a su moto, una preciosa Triumph azul con el tubo de escape plateado, cromado y un sillin largo de piel negra.

– ?Vienes conmigo? -Me ofrece un segundo casco-. Tengo una sorpresa para ti.

Esboza una sonrisa increible. No puedo remediarlo. Rusty James me gusta muchisimo. Siempre esta moreno, tiene la tez oscura y les dientes muy blancos, que hacen que su piel resalte aun mas. Puede que porque siempre va por ahi con la moto. O porque, como dice mi madre, «El sol besa a los guapos». Bah, no se. Sea como sea, corro hacia el, le quito el casco y me lo pongo a toda velocidad. A continuacion me agarro a el y monto al vuelo, apoyo los pies sobre el estribo y, voila, paso la otra pierna al otro lado, como si montase a caballo. Me abrazo con fuerza a su cintura. Y Alis y Clod, y tambien las otras chicas me miran. Rusty gusta a rabiar…, ?mas incluso! Todas querrian tener un hermano asi, o un amigo o un novio, en fin, de una manera o de otra, todas querrian estar ahora en mi lugar… ?Pero la afortunada soy yo!

– ?Adiooosss!

Consigo saludarlas liberando el brazo derecho en su direccion. Pero es un instante. Rusty ha puesto primera y la moto se precipita hacia adelante. Apenas me da tiempo de volver a abrazarlo y ya estamos volando en medio del trafico. El viento en el pelo, Me miro en el espejito que hay delante. Tengo los ojos entornados y las puntas de mi pelo, con mechas de un rubio claro, sobresalen del casco. Encuentro las gafas Ray-Ban dentro de mi bolsa. Me las pongo con una sola mano, lentamente, la patilla tropieza al principio con el pelo, despues detras de la oreja, pero al final consigo colocarmela. Ahora el viento me molesta menos y puedo ver bien la calle. Lungotevere. Direccion centro. Nos estamos alejando del colegio, de casa…

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