Volamos un momento en silencio antes de que me volviera otra vez hacia ella.
– ?Hay alguna relacion mas entre ellos?
– He hecho una lista de similitudes, asi como una lista de aspectos disimiles de los casos. Quiero estudiarlo todo un poco mas, pero por ahora las ortesis son lo mas significativo para mi. Despues de eso, tenemos el patron fisico de las mujeres y los medios de causar la muerte. Pero ha de haber una conexion en alguna parte, un enlace entre ellas dos.
– Lo encontraremos, y encontraremos a ese tio.
– Si. Y ahora es tu turno, Jack. ?Que es lo que has descubierto?
Asenti y ordene rapidamente mis ideas.
– Bueno, hay algo que no estaba en el material que Angela encontro en Internet; me lo conto porque no habia nada que imprimir. Dijo que encontro los articulos de Las Vegas y algunas de las viejas historias de Los Angeles cuando hizo una busqueda con las palabras «asesinato» y «maletero», ?si?
– Si.
– Bueno, pues me dijo que tambien encontro una web llamada asesinodelmaletero.com, pero cuando entro no habia nada. Clico en un boton, pero habia un cartel que decia que estaba en construccion. Asi que, como has dicho que las capacidades de este tipo incluyen hacer cosas en Internet, estaba pensando que quiza…
– ?Por supuesto! Puede ser una trampa de IP. Debe de estar alerta de cualquiera que busque informacion en Internet sobre victimas de asesinato encontradas en un maletero. Luego puede rastrear la IP y descubrir quien lo esta buscando. Eso podria haberlo llevado a Angela y despues a ti.
El
– Probablemente se excito cuando vio tu nombre -dijo Rachel.
La mire.
– ?De que estas hablando?
– De tu reputacion, Jack. Tu fuiste el periodista que cazo al Poeta. Escribiste un libro sobre eso. Eres el senor Bestseller, estuviste con Larry King. Esos tipos prestan atencion a todo eso: leen esos libros; en realidad los estudian.
– Es genial saberlo. A lo mejor le firmo un ejemplar cuando lo vea.
– Hago una apuesta contigo. Cuando cojamos a ese tipo, encontraremos en su posesion un ejemplar de tu libro.
– Espero que no.
– Y otra mas. Antes de que pillemos a ese tio, establecera contacto directo contigo. Te llamara o te enviara un mensaje o conectara de alguna manera.
– ?Por que? ?Por que correr el riesgo?
– Porque una vez que esta claro que esta en campo abierto (que sabemos que existe) buscara tu atencion. Siempre lo hacen. Siempre cometen ese error.
– No hagas apuestas, Rachel.
La idea de que yo estuviera alimentando o de algun modo hubiera alimentado la psicologia retorcida de ese tipo no era algo en lo que quisiera pensar.
– Bueno, no te culpo -dijo Rachel, captando mi desasosiego.
– Y agradezco que hayas dicho «cuando cojamos a este tipo» en lugar de «si cogemos a este tipo».
Rachel asintio.
– Oh, no te preocupes, Jack. Vamos a pillarlo.
Me volvi y mire por la ventana. Veia la alfombra de luces al dejar atras el desierto y volver a la civilizacion. La civilizacion como la conocemos. Habia millones de luces en el horizonte y sabia que todas ellas juntas no bastaban para iluminar la oscuridad del corazon de algunos hombres.
– ?Donde esta tu coche? ?En LAX?
– No, cogi un taxi. Esta en casa. En el garaje.
No pensaba que una frase tan simple sonara tan repugnante. «En el garaje.» Le di a Rachel la direccion y salimos del aparcamiento.
Era casi medianoche y se circulaba con fluidez por la autopista. Tomamos la 101 al pie del valle de San Fernando y luego bajamos por el paso de Cahuenga. Rachel salio por Sunset Boulevard, en Hollywood, y se dirigio al oeste.
Mi casa estaba en North Curson Avenue, una manzana al sur de Sunset. Era un bonito barrio lleno sobre todo de casitas para familias de clase media que desde hacia mucho habian huido del barrio por los precios. Yo tenia una casa estilo Craftsman de dos dormitorios, con garaje separado para un vehiculo en la parte de atras. El patio trasero era tan pequeno que hasta un chihuahua se habria sentido encerrado. Habia comprado la casa doce anos antes con el dinero de la venta de mi libro sobre el Poeta. Dividi por la mitad todos los cheques que recibi a cuenta del contrato con la viuda de mi hermano, para ayudarla a criar y educar a su hija. Hacia mucho que no recibia un cheque de derechos y todavia mas desde la ultima vez que habia visto a mi sobrina, pero tenia la casa y la educacion de la nina como recompensa por ese tiempo de mi vida. Al divorciarnos, mi mujer no hizo ninguna reclamacion por la casa, porque yo ya la poseia de antes, y ahora ya solo me quedaban tres anos de pago de hipoteca antes de que fuera mia del todo.
Rachel entro por el sendero y condujo hasta la parte de atras de la vivienda. Aparco, pero dejo las luces del coche encendidas. Se reflejaron con intensidad en la puerta cerrada del garaje. Salimos y nos acercamos muy despacio, como artificieros que se mueven hacia un hombre con un chaleco lleno de dinamita.
– Nunca la cierro -le dije-. No guardo nada que valga la pena robar, salvo el coche en si.
– ?Al menos cierras el coche?
– No. La mayoria de las veces se me olvida.
– ?Y esta vez?
– Creo que me olvide.
Era una puerta de garaje de batiente vertical. Me agache, la levante y entramos. Se encendio una luz automatica en el techo y nos quedamos mirando el maletero de mi BMW. Yo ya tenia la llave lista. Aprete el boton y oimos el sonido neumatico de apertura del maletero.
Rachel dio un paso adelante sin titubear y levanto la tapa del maletero.
A excepcion de una bolsa de ropa que tenia la intencion de dejar en el Ejercito de Salvacion, el maletero estaba vacio.
Rachel habia contenido el aliento. Oi que soltaba el aire lentamente.
– Si -dije-. Estaba seguro de que…
Rachel cerro el maletero, enfadada.
– ?Que, te molesta que no este ahi? -le pregunte.
– No, Jack, me molesta que me esten manipulando. Me ha hecho pensar de una manera determinada y ese ha sido mi error. No volvera a suceder. Vamos, registremos la casa para asegurarnos.
Rachel retrocedio para apagar las luces de su coche y entramos en la cocina por la puerta de atras. La casa olia a humedad, pero siempre era asi cuando estaba cerrada. No ayudaba que hubiera platanos demasiado maduros en el bol de frutas de la encimera. Yo fui delante, encendiendo las luces a medida que avanzabamos. Aparentemente, la casa estaba talcual la habia dejado: razonablemente limpia, pero con muchas pilas de periodicos en las mesas y en el suelo, junto al sofa de la sala.
– Bonita casa -dijo Rachel.
Miramos en la habitacion de invitados, que usaba como despacho, y no encontre nada inusual. Mientras Rachel entraba en la habitacion principal, yo rodee el escritorio y puse en marcha mi ordenador de sobremesa. Tenia acceso a Internet, pero no podia entrar en mi cuenta de correo electronico del