– Eso, y que el nacio para quererme.

– Tienes que volver, Bichito. Ese nino necesita a su padre -me dijo entonces, mirandome con tristeza.

– Es una nina.

– ?Como lo sabes?

– La Elegida de Epona siempre tiene una nina en primer lugar -le explique.

– Tu diosa y yo estamos de acuerdo en una cosa.

– ?En que?

Me cubrio la mano con la suya, curtida de trabajar.

– En que las hijas son regalos de los dioses -dijo. Los dos tuvimos que parpadear, con los ojos llenos de lagrimas. Despues, el se levanto-. Tengo cosas que hacer. Os dejare solos durante un rato, pero despues me vendria bien que me ayudarais a llevar la comida a los animales, asi que no tardeis mucho -dijo, y miro a Clint-. Esto cambia las cosas, hijo.

– Lo se, senor -respondio Clint.

Mi padre asintio y despues salio por la puerta de la cocina, que llevaba al garaje. Sin embargo, al instante volvio y miro fijamente a Clint.

– Ya se por que me resulta tan familiar tu cara -dijo, sacudiendo la cabeza-. Eres ese coronel del Ejercito del Aire cuyo F-16 se estropeo justo por encima de Tulsa, y que se quedo en el aparato lo suficiente como para impedir que se estrellara en la ciudad y cayera en el rio Arkansas. La historia salio en todos los periodicos. ?No te acuerdas, Shannon? Fue hace unos cinco anos.

Yo asenti y parpadee como una boba. Me acordaba, pero no habia reconocido a Clint.

Mi padre lo miro con las cejas arqueadas.

– Dijeron que por haber esperado tanto, fuiste eyectado demasiado tarde. Te rompiste la espalda, si mal no recuerdo.

– Recuerda bien -dijo Clint.

– Dijeron que fuiste un heroe.

– Solo estaba haciendo mi trabajo.

Mi padre asintio con respeto.

– Hay botas altas en el armario. Antes de venir al establo, abrigaos bien. No quiero que mi nieta se enfrie.

Cerro la puerta de la cocina y me dejo a solas con Clint.

– Entonces, ese es el motivo por el que te duele la espalda -le dije.

– Si.

– ?Y te viene bien vivir en mitad del bosque?

– Si. Es el unico modo en el que puedo moverme. Cuanto mas lejos estoy del bosque, mas empeoro. Por eso no pude quedarme en Tulsa con Rhiannon cuando vino, y por eso no me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta mucho despues.

– ?Y ahora estas bien, o necesitas volver al bosque hoy?

– Puedo tolerarlo durante unos dias, porque las tierras de tu padre tienen arboles que me dan algo de alivio. Es en la ciudad donde me debilito rapidamente.

– Bueno, avisame. No quiero ser la causa de…

El me interrumpio con mas tristeza que enfado.

– Podias haberme dicho lo del bebe.

Me encogi de hombros.

– No representa ninguna diferencia. De todos modos, habria querido volver, aunque no estuviera embarazada. Lo he dicho para que mi padre lo entienda con mas facilidad.

– Para mi tambien es mas facil comprenderlo, pero quiero que sepas una cosa. Todavia quiero que te quedes. Si por algun motivo no puedes volver o decides no hacerlo, yo te querria, y te desearia. A ti y a tu hija.

– Gracias, Clint. Lo recordare.

Me tomo la mano y me dio un beso en la muneca. Yo la aparte, de mala gana.

– Vamos a lavar los platos del desayuno para ir a ayudar a mi padre.

– De acuerdo.

Cuando terminamos el trabajo, salimos de la cocina y, en el garaje, nos pusimos unos abrigos viejos, gorros, guantes, bufandas y las botas de goma, altas y de suela gruesa. Abrimos la puerta del garaje y entramos a un mundo completamente blanco.

Seguia nevando. Aquella manana eran unos copos cristalizados que caian sobre los monticulos brillantes que ya lo cubrian todo. El viento de Oklahoma soplaba con fuerza, y era lo unico que me resultaba familiar de aquel tiempo.

Nos acercamos al establo, cuya puerta estaba abierta, y comenzamos a escuchar los ladridos de los perros, que salieron y saltaron hacia nosotros, intentando no resbalarse en la superficie helada de la nieve. A cada pocos pasos, alguno de los cachorros rompia con una pata la capa dura y tenia que luchar por no hundirse en la nieve que amenazaba con envolverlo.

Yo me asome al establo y dije:

– Vaya, papa, ?no tenias solo tres perros hace seis meses? Aqui cuento cinco, creo.

– Si -respondio mi padre, que aparecio en la puerta con un cubo de pienso en las manos-. Mama Parker se enamoro de la cachorrita marron y del cachorro plateado hace dos meses. Se llaman Fawnie Anne y Murphy.

Clint y yo atravesamos la nieve y entramos en el establo junto a los perros. El maravilloso olor a alfalfa me envolvio e inhale profundamente el olor del heno mezclado con el de caballo. El establo era grande y estaba bien disenado. Habia ocho boxes ocupados por yeguas, potros y un par de caballos de carreras muy elegantes. En el otro lado habia pilas de heno que llegaban al techo. Junto al heno estaba la habitacion de los arreos, de la que provenia olor a grano y a cuero.

– ?Donde estan el resto de los caballos? -pregunte, mirando en el primer box, y acariciando el hocico de terciopelo que me saludo.

– En el prado. Estaran bien, siempre y cuando se mantengan juntos bajo el techado. Tienen heno suficiente para un par de dias. Bichito, llenales los cubos de agua. Clint, pon heno en las cestas de los boxes. Yo voy a medir el grano -nos ordeno-. Despues miro a Clint y anadio-: Si tu espalda te lo permite.

– Mi espalda siempre esta dispuesta a trabajar en el campo -le aseguro Clint.

– Bien -dijo. Despues, se dirigio hacia los perros-. ?Vamos, fuera! ?A estirar las piernas! Estais demasiado en medio.

Todos hicimos lo que nos habia dicho.

El establo se lleno con los sonidos amables de nuestras tareas y con los maullidos de algun gato que habia entrado ahora que los perros habian salido, y que pedia algo de atencion.

Al cabo de un rato, percibi un sonido extrano. Era una mezcla entre aullido y gemido. Parecia un grito de panico, diferente a cualquier otro ruido de perro que yo hubiera oido nunca.

– ?Que demonios pasa? -pregunto mi padre, mientras se dirigia hacia la puerta del establo.

– ?Clint!

Clint ya lo habia oido. Dejo la bala de heno, y los dos salimos detras de mi padre.

Fuera, el viento se habia detenido por completo, pero la nieve caia con mas fuerza. Los copos gruesos formaban una capa que lo oscurecia todo, salvo un velo de luz matinal.

Nos quedamos inmoviles, intentando localizar la direccion de la que provenia el ruido.

– Seguro que esos cachorros nuevos se han quedado atrapados en la nieve, y no saben salir.

El silbido agudo de mi padre atraveso el aire.

– ?Fawn! ?Murphy! ?Venid, perrines! -dijo, y volvio a silbar.

De repente, aparecieron varios perros por la esquina del establo. Corrieron hacia mi padre, temblando y gimiendo.

– ?Que os pasa, cabezas de chorlito? -les pregunto mientras les acariciaba afectuosamente las cabezas.

– Papa, estan aterrorizados -dije, y anadi-: Ademas, faltan dos.

– Esos dos cachorros… Deben de haberse quedado atascados en la nieve. Parece que los aullidos vienen del estanque. Voy a ir a sacarlos de donde esten.

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