– ?Rhea! ?Tienes que venir ahora mismo!
Yo frunci el ceno y me di la vuelta. Entonces vi a Alanna, que se acercaba corriendo al box de Epi. Estaba tan palida que a mi se me encogio el estomago automaticamente. Supe que ocurria algo muy malo.
Le entregue el cepillo a una de las sirvientas del establo y me despedi de
– ?Que sucede? -le pregunte.
– Myrna esta de parto.
Yo me senti euforica y aterrorizada a la vez. El parto deberia ser en otono… Estabamos a mediados de agosto, y yo habia ido a visitar a mi hija todos los dias al nuevo hogar que habia formado con Grant, en las tierras de su familia, que estaban junto al Templo de Epona. Myrna estaba deseando dar a luz a mi nieta, y yo lo entendia. Recordaba bien como era estar embarazada de nueve meses, algo que imposibilitaba hacer cualquier cosa con comodidad. Asi que aquel deberia ser un dia de alegria. Sin embargo, Alanna estaba palida y su expresion era grave.
– ?Que ocurre?
Mi amiga no me miro.
– Han traido a Myrna hace unos minutos. Carolan esta con ella. Ha enviado a un centauro a avisar a ClanFintan, que esta en el campo de entrenamiento de tiro con arco. Yo he venido a buscarte.
La tome del brazo y la obligue a mirarme mientras caminabamos a toda prisa.
– ?Algo va mal?
Ella asintio, y yo me di cuenta de que estaba conteniendo las lagrimas.
– Carolan dice que esta sangrando demasiado. Dice que… -hizo una pausa, trago saliva y despues continuo-: Dice que se le ha roto algo por dentro.
– No…
Apenas pude susurrar aquella palabra. Me quede helada. Alanna me tomo de la mano y atravesamos corriendo el patio de la enfermeria del templo. Mis guardias personales, con actitud seria y sombria, abrieron las puertas en cuanto nos vieron.
– Por aqui, mi senora -dijo una de las enfermeras, una muchacha joven. Nos condujo a una de las salas interiores, y justo antes de que yo abriera la puerta, me toco el hombro, respetuosamente, pero tambien con firmeza-. Mi senora, deberia prepararse. Su hija va a necesitar su fuerza.
Yo entorne los ojos. Tuve ganas de golpearla y desahogar mi terror y mi rabia, de decirle que no debia suponer nada de lo que pudiera necesitar mi hija, pero lo que vi en sus ojos silencio mis palabras.
Era la seguridad de la muerte.
Me di la vuelta y apoye la frente contra la pared.
«Oh, Epona», rece con fervor. «?No permitas que suceda esto! Myrna no puede morir. No puedo perderla. Te ruego que, si necesitas una vida, tomes la mia. Pero, por favor, no te lleves a mi hija».
La voz de Epona sono con una bondad casi insoportable en mi cabeza.
«Algunas veces, ni siquiera una diosa puede cambiar el destino, Amada. Pero sabes que Myrna tambien es mi hija, hija de mi Elegida, y que habitara durante toda la eternidad en mis praderas y que…».
– ?No! -gemi yo, y me tape los oidos como una nina-. No -solloce.
Note que Alanna me abrazaba, y me aferre a ella durante unos instantes. Despues me ergui y me seque las lagrimas de la cara con la manga de la camisa. Ya tendria tiempo de llorar mas tarde. La enfermera tenia razon. Myrna necesitaba mi fuerza, no mi histerismo. Asenti y dije:
– De acuerdo, estoy preparada.
Entramos en la inmaculada habitacion. Mi hija ocupaba una cama en el centro de la sala, y se retorcia a causa del dolor de las contracciones. Tenia los ojos cerrados y respiraba profundamente. En vez de estar enrojecida por el esfuerzo y el dolor, Myrna estaba palida, y tenia los labios tenidos de azul. Estaba desnuda, y su vientre era un monticulo enorme, hinchado, que estaba cubierto con una sabana fina de lino. Mire hacia sus pies, junto a los cuales estaba Carolan, con el rostro cansado y petreo mientras la examinaba. Le entrego a uno de sus ayudantes un trapo empapado en sangre. Me miro, y no tuvo que decir nada. Yo ya sabia lo que estaba ocurriendo.
Grant estaba en la cabecera de la cama, junto a su mujer, tan palido como ella. Cuando le sonrei y me acerque a Myrna, me dio la impresion de que iba a llorar de alivio.
Tome a Myrna de la mano y le bese la frente.
– Hola, munequita de mama -susurre. Era una expresion de amor que le habia dicho muchisimas veces durante su infancia.
Parpadeo debilmente y abrio los ojos.
– ?Mama! ?Me alegro de que hayas venido! Iba a llamarte antes, pero todo ha ocurrido muy deprisa, y…
Se interrumpio, porque comenzo a sentir una contraccion. Me apreto la mano con fuerza y grito de dolor, con los ojos muy abiertos de panico.
– Tranquila, mi amor. Mirame y respira conmigo, preciosa. Mama esta a tu lado. Todo va a salir bien. Mirame…
Myrna se aferro a mi mano y a mi voz para superar aquel dolor desgarrador. Cuando por fin paso la contraccion, las dos estabamos respirando pesadamente. Yo tome un pano humedo y fresco de las manos de una de las enfermeras y le enjugue la frente a Myrna, mientras Grant le apartaba el pelo de la cara y le murmuraba palabras de carino.
– Ya veo a tu hija, Myrna -dijo Carolan con calma, con una voz reconfortante-. Quiere demostrar que es unica, porque se empena en llegar a este mundo del reves, asi que la siguiente parte sera la mas dificil para ti. Quiero que, con la siguiente contraccion, te concentres y empujes con todas tus fuerzas.
Myrna no abrio los ojos.
– No creo que pueda -susurro.
– Claro que puedes, preciosa mia -dije yo, y volvi a besarle la frente-. Yo te ayudare. Agarrate fuerte a mi mano y usa mi fuerza.
Yo tenia el don, concedido por la diosa, de canalizar el poder de la tierra, pero era mucho mas efectivo cuando estaba en contacto con arboles ancianos. Me pregunte si todavia teniamos tiempo de trasladar a Myrna al exterior. Si pudiera llevarla al bosque que rodeaba al templo, tal vez pudiera salvarla, tal vez pudiera transmitirle la energia de los arboles para que sobreviviera a aquel nacimiento.
«No puedes cambiar su destino, Amada. Solo le causarias un dolor innecesario».
Tuve que morderme el labio para no gritar al oir las palabras de Epona.
«Por favor, no dejes que sufra», le rogue a la diosa.
«Tienes mi promesa. No dejare que sufra, Amada».
– Estoy muy contenta de que estes conmigo, mama -repitio Myrna. Su voz era muy debil, pero me agarraba la mano con fuerza.
– Yo tambien, preciosa -dije suavemente.
– Mama, tengo miedo.
Yo la rodee con un brazo.
– No tienes por que, mi nina. Estoy aqui. Epona esta aqui. Y pronto, tu hija tambien estara aqui.
– Cuidala por mi, mama. Y cuida tambien a Grant. El te va a necesitar.
Yo senti un golpe de dolor fisico al oir sus palabras.
– Tu misma vas a cuidar de tu hija y de tu marido.
Myrna me miro fijamente.
– Se que hay algo malo, mama.
Yo me ahorre la respuesta, porque en aquel momento, ClanFintan entro en la habitacion.
– ?Papa! -grito Myrna.
El se acerco y le beso la frente.
– Ah, mi nina preciosa, ?que tal vas?
Le hablaba a Myrna, pero me miraba a mi. Vi la desesperacion de sus ojos oscuros, en forma de almendra.
– Es dificil, papa, y… ?Esta empezando otra vez!