La piedra resplandecio bajo sus manos, con una luz que tenia la pureza y la belleza de un diamante perfecto. Con una sonrisa, Morrigan levanto los brazos y senalo al techo de la cueva, lleno de cristales.
– ?Alli arriba tambien!
Hubo un restallido en el aire, y el techo se ilumino con un brillo cristalino.
– Vaya -susurro Morrigan, mirando todas aquellas piedras brillantes-. Es asombroso.
– ?Bendita sea la Portadora de la Luz, y bendita sea Adsagsona!
La voz de su abuela, llena de felicidad, saco a Morrigan de su ensimismamiento. Miro a Birkita, y vio que se habia puesto de rodillas. Tenia la cara llena de lagrimas, pero estaba sonriendo con adoracion a Morrigan.
– ?Ave, Portadora de la Luz! -grito, y todas las mujeres del grupo repitieron sus palabras. Tambien ellas habian caido de rodillas.
Entonces, Morrigan carraspeo, sin saber que esperaban de ella.
– Eh… bueno, muchas gracias por darme una bienvenida tan agradable -dijo-. Por favor, no teneis por que arrodillaros ante mi. Podeis levantaros -anadio rapidamente.
Entonces, percibio un movimiento por el rabillo del ojo, y volvio la cabeza. Vio a un enorme gato que habia saltado desde uno de los salientes de la pared y que se estiraba languidamente mientras la observaba con sus grandes ojos color ambar, y con evidente inteligencia.
– ?Demonios, que gato mas grande! -exclamo Morrigan.
Con una suave carcajada, las mujeres se incorporaron. La abuela… no, Birkita, se corrigio Morrigan mentalmente, le dijo:
– Es Brina, una hembra de lince que vive en la cueva, la mascota de las Sacerdotisas de Adsagsona. No se ha movido de aqui desde que la diosa aparecio en mi sueno y me aviso de tu llegada.
Fascinada con la belleza del enorme felino, Morrigan sintio un gran placer cuando el animal se acerco a ella y la olisqueo delicadamente. Como si la encontrara aceptable, el animal comenzo a frotarse contra las piernas de Morrigan, ronroneando suavemente.
– Eres una gatita preciosa, preciosa -la arrullo Morrigan.
El lince era tan grande que ella no tuvo que agacharse para acariciarle la suave piel del lomo. Cuando Morrigan miro a Birkita, vio que estaba sonriendo, como el resto de las mujeres que habia en la cueva.
– Creo que le caigo bien.
– Reconoce a la Elegida de la Diosa -dijo Birkita.
Aquellas palabras, «Elegida de la Diosa», le parecieron algo tangible. A Morrigan se le llenaron los ojos de lagrimas.
Birkita se acerco inmediatamente a ella y le acaricio el brazo con preocupacion de abuela.
– Debeis de tener hambre, Portadora de la Luz. Los trabajadores van a volver de los tuneles, y todos vamos a tomar la comida de la noche. ?Quereis uniros a nosotras, o preferis retiraros a vuestra habitacion para comer y recuperar fuerzas en privado?
Morrigan carraspeo.
– No, me gustaria comer con vosotros -dijo-. Con todos vosotros. No estoy cansada, sino hambrienta.
Al tocar la piedra de selenita, se habia llenado de una energia que habia acabado con el agotamiento del cambio de mundo. Ahora queria comer, y queria empezar a explorar su nuevo y asombroso hogar.
– Como deseeis, mi senora -murmuro Birkita-. Este es el camino hacia la Gran Camara -dijo.
Con una sonrisa, la mujer que parecia su abuela la precedio hacia la salida de aquella sala gemela a la Sala del Campamento, mientras el lince caminaba a su lado silenciosamente. Morrigan siguio a Birkita a cenar, y a descubrir su nuevo futuro.
Capitulo 3
La Gran Camara habia sido excavada desde la sala que Kyle habia descrito como la mas profunda de las Cuevas de Alabastro. Al pensar en el, le dolia el corazon, pero Morrigan intento apartarse de la cabeza la tragedia de la muerte de Kyle y siguio a Birkita hasta que llegaron a la sala. Morrigan la reconocio, pero solo vagamente. Aquella sala cavernosa, primitiva, llena de piedras de Oklahoma, solo era la sombra de su magnifico reflejo en Partholon. Morrigan se detuvo maravillada en el umbral.
La gran sala estaba llena de gente que iba de un lado a otro sirviendo comida y bebida entre las largas filas de mesas que estaban talladas en la piedra, una piedra de color mantequilla. Piedra caliza… El nombre de la piedra le aparecio en la mente cuando acaricio el lado suave de la entrada a la sala. Asimilo el conocimiento con facilidad, y le envio su gratitud en silencio al espiritu de la piedra.
La sala estaba muy bien iluminada, con muchas llamas azuladas que ardian en recipientes de piedra situados sobre pedestales. Eran los mismos recipientes que habia en la Sala del Campamento y en los tuneles, y Morrigan se pregunto como era posible que ardieran sin emitir ningun humo. Sin embargo, su mirada no permanecio en las llamas; observo las paredes de la cueva, que tenian incrustados unos mosaicos bellisimos de animales, plantas y paisajes.
– Es increible… -susurro Morrigan-. Precioso.
– Venid, Portadora de la Luz. Deberiais ocupar el lugar de honor.
Morrigan siguio a Birkita hacia la que, evidentemente, era la mesa principal. Tras ella, en la pared, habian formado la figura de una mujer con piedras pulidas del color de la luna. La figura tenia las manos abiertas y las palmas hacia abajo. Morrigan se sintio atraida hacia aquel mosaico de la misma manera que se sentia atraida hacia la gran piedra de selenita, con una determinacion que hacia desaparecer todo lo demas. Lentamente, con reverencia, acaricio las piedras de la figura. Al instante supo que era alabastro pulido, y que aquella mujer era la diosa del Reino de los Sidethas, Adsagsona. Morrigan solo tuvo un momento para sentirse sobrecogida por todos sus nuevos conocimientos, porque comenzo a oir los murmullos de excitacion que se estaban produciendo en toda la sala, tras ella.
– Portadora de la Luz… Elegida de Adsagsona… Hija de la Diosa…
Morrigan respiro profundamente, reunio valor y se dio la vuelta. La enorme sala estaba abarrotada, y todos los que habian acudido estaban esperando que ella les prestara toda su atencion. La timidez innata de Morrigan se apodero de ella, con tanta intensidad que estuvo a punto de paralizarla. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para controlarse y concentrarse en lo que le estaba diciendo Birkita.
– Portadora de la Luz, me gustaria presentaros al Senor del Reino de los Sidethas, Perth, y a la Senora, Shayla -dijo.
El hombre se inclino ante ella, y la mujer le hizo una reverencia elegante.
– Nos sentimos honrados por vuestra presencia -dijo Perth.
– Adsagsona nos ha bendecido -dijo Shayla.
– Gracias -murmuro Morrigan.
Estaba abrumada por aquellas dos personas, que tenian edad suficiente para ser sus padres y vestian ricamente, con pieles y joyas, como si fueran los reyes de los Sidethas. Y se estaban inclinando hacia ella.
– Por favor -dijo Perth, y le senalo la silla que habia en la cabecera de la mesa-. Ocupad el lugar de honor.
– Sera vuestro siempre que nos honreis con vuestra presencia -dijo Shayla.
Morrigan volvio a darles las gracias, e iba a sentarse en el lugar que le habian indicado cuando se dio cuenta de que Birkita habia hecho una reverencia y se estaba alejando de aquella mesa.
– ?No, Birkita, espera! -la exclamacion de Morrigan hizo que todo el mundo se quedara callado y la mirara. Ella trago saliva nerviosamente y continuo-: No quiero que te marches -dijo, y despues, se volvio hacia la pareja, que se habia sentado a su lado-: Si no os importa.
– Por supuesto, como deseeis -respondio Shayla-. Birkita es una de las Sacerdotisas de Adsagsona, y siempre es bienvenida a nuestra mesa.
Morrigan se dio cuenta de que, aunque las palabras de Shayla habian sonado apropiadas, Birkita se ruborizaba. Se sento de manera vacilante junto a ella, y miro su plato con incomodidad. Morrigan se irrito y se puso a la defensiva.
– Pues me alegro de que Birkita sea bienvenida en esta mesa, porque a donde voy yo, va ella -dijo. Sostuvo la