de los faros del automovil. Aquella escena me parecio escalofriante: los cuatro hombres y el coche en medio de la nada. Tras una breve discusion con el maquinista del tren, la puerta de nuestro vagon se abrio de par en par y los hombres entraron. Por sus uniformes, supe que eran comunistas. Los oficiales del vagon se levantaron para saludarles. Tres de los hombres eran chinos normales y corrientes, pero el cuarto nunca jamas se me borrara de la memoria. Tenia un semblante serio, solemne, y una mirada inteligente, pero sus manos… sus manos eran munones cubiertos por guantes almohadillados, y juro que pude percibir el olor de la carne descomponiendose. Supe inmediatamente quien era, aunque nunca antes me habia encontrado con el. Un hombre llamado Tang, el mas conocido de los lideres de la resistencia comunista en Harbin. Habia sido internado en un campo japones, fue enviado alli por un espia que simulaba ser uno de sus camaradas comunistas.
No parecia tener tiempo para saludos porque inmediatamente pregunto por su madre y en que vagon estaba. Parecia nervioso por algo y miraba continuamente por las ventanillas. Declaro que tenia ordenes de sacarla del tren. Yo tambien conocia la historia de su madre. Habia oido hablar sobre una mujer rusa que habia alojado a un general japones. Sabia que habia perdido a su marido, pero entonces no estaba al tanto de que aquella mujer tenia una hija.
Uno de los oficiales se opuso. Declaro que todos los prisioneros estaban detenidos y que debian ser transportados a la Union Sovietica. Pero Tang se mostro inflexible. Se le habian encendido los ojos por la furia y comenzo a preocuparme que pudieramos presenciar alguna escena violenta. Al final, el oficial accedio, suponiendo, me imagino, que discutir con los chinos no haria mas que demorar el tren. Se puso el abrigo y les hizo a Tang y a los otros chinos una senal con la cabeza para que le siguieran.
Poco tiempo despues, vimos a los hombres abandonar el tren. La mujer que supongo que era su madre los acompanaba. El oficial sovietico volvio a nuestro vagon y nos ordeno que cerraramos los postigos de las ventanillas. Asi lo hicimos, pero la ultima tablilla de la mia estaba rota, por lo que pude ver algo de lo que estaba ocurriendo en el exterior. Los hombres condujeron a la mujer hacia el coche. Se escucho una especie de pelea, y entonces las luces del tren se apagaron y sono una serie de disparos que atraveso el aire de la noche. El ruido fue ensordecedor, pero el silencio posterior resulto incluso mas espeluznante. Algunos de los prisioneros comenzaron a gritar, querian saber que estaba sucediendo. Pero, unos minutos mas tarde, el tren arranco de nuevo. Me incline hacia la ventana y mire al exterior a traves de la tablilla rota. Lo unico que pude distinguir fue el cuerpo de alguien, segun creo, el de su madre, tendido en el suelo.
Anna Victorovna, permitame asegurarle que la muerte de su madre fue rapida y sin torturas. Si le sirve de consuelo, piense que el destino que le esperaba en la Union Sovietica hubiera sido mucho peor…
El sol se escondio detras del horizonte como una gran bola de fuego, y el cielo se oscurecio. Irina paro de leer y, aunque sus labios seguian moviendose, no proferia ningun sonido. Betty y Ruselina nos estaban observando desde las escaleras, pero, cuando mire hacia ellas, comprendieron mi expresion y se desmoronaron. Betty se aferro a la barandilla y se miro los pies. Ruselina se desplomo sobre los escalones, cogiendose la cabeza entre las manos. ?Que habiamos esperado? ?Que esperaba yo? Mi madre estaba muerta y lo habia estado durante anos. ?Por que habia mantenido la esperanza? ?De verdad habia creido que volveria a verla viva de nuevo?
Durante unos instantes, no senti nada. Estaba esperando que alguien llegara y dijera que la carta estaba equivocada, o que era otra mujer a la que habian sacado de aquel tren. Se llevarian la carta y borrarian todo lo que decia, y yo podria seguir viviendo como antes. Entonces, repentinamente, como una casa que sufre una explosion, me derrumbe por dentro. El dolor me sobrecogio con tanta fuerza que supe que me iba a partir por la mitad. Me cai contra el arbol. Irina se aproximo hacia mi. Cogi la carta y la rompi en pedazos, lanzandolos al aire. Contemple como flotaban, como copos de nieve, en el cielo estival.
– ?Maldito seas! -grite, amenazando con el puno al hombre sin manos que probablemente ya llevaba mucho tiempo muerto, pero que, aun asi, habia logrado hacerme dano-. ?Maldito seas!
Las piernas me cedieron bajo mi propio peso. Me golpee un hombro contra el suelo, pero no senti nada. Vi el cielo sobre mi, y las primeras estrellas. Ya me habia caido asi dos veces antes. Una en la nieve, cuando estaba siguiendo al general el dia que me encontre con Tang por primera vez. La otra fue cuando Dimitri me confeso que amaba a Amelia.
Betty y Ruselina se inclinaron sobre mi.
– ?Llama al medico! -le grito Ruselina a Irina-. ?Esta sangrando por la boca!
Aparecio ante mi la imagen de mi madre en la solitaria planicie de China, tendida boca abajo en la tierra. Su cuerpo estaba lleno de heridas producidas por los disparos, como un precioso abrigo de pieles arruinado por las polillas, y sangraba por la boca.
Hay gente que dice que es mejor saber que ignorar. Pero para mi, no fue asi. Despues de la carta, no tenia esperanzas de ningun tipo. No atesoraba recuerdos a los que pudiera recurrir, ni felices fantasias para el futuro. Todo lo que habia dejado atras o lo que me deparaba el porvenir se detuvo con el silbido de las balas resonando en la noche.
Los dias transcurrian envueltos en el implacable calor veraniego sin respiro.
– Anya, tienes que levantarte -me reganaba Irina diariamente. Pero yo no queria moverme. Baje las persianas y me hice un ovillo en la cama. El olor del algodon humedo y la oscuridad eran mis unicos consuelos. Ruselina y Betty me traian comida, pero no conseguia alimentarme. Ademas de no tener apetito, me habia mordido la lengua al caerme al suelo y la tenia dolorosamente hinchada. Incluso cuando me cortaban el melon en cachitos, me hacia dano. Keith no vino a verme la noche que recibi la carta. Acudio un dia mas tarde y se quedo en la puerta, mirando a medias hacia mi y a medias hacia el vestibulo, con un ramo de flores marchitas en la mano. «Abrazame», le pedi, y lo hizo durante unos minutos, aunque ambos sabiamos que no habia nada solido entre nosotros.
«No importa, no importa», me dije a mi misma cuando se marcho, y supe que todo habia terminado entre nosotros. El estaria mucho mejor con una alegre muchacha australiana.
Trate de comprender la secuencia de las cosas, como todo habia podido llegar hasta aquella decepcion final. Solamente unas semanas antes habia estado en el ayuntamiento, hablando con Hades. Parecia que Keith y yo nos estabamos enamorando y, aunque mi busqueda estaba en un punto muerto, todavia existia la posibilidad de que pudiera encontrar a mi madre. Me atormentaba, rememorando todas las veces que habia pensado que me estaba aproximando de algun modo a ella. Recordaba a la gitana de Shanghai que me robo el collar, y, despues, en Tubabao, cuando habia tenido la certeza de que podia sentir la presencia de mi madre. Sacudi la cabeza por la ironia de lo enfadada que me habia sentido con la Cruz Roja y con Daisy Kent porque me habia asegurado que no podian ayudarme. Y resultaba que mi madre jamas habia abandonado China: habia sido ejecutada apenas unas horas despues de que yo la viera por ultima vez. Luego recorde el rostro entristecido de Serguei y la advertencia de Dimitri sobre mis esperanzas. Me preguntaba si ellos conocian la noticia de la muerte de mi madre, pero habian optado por no decirmelo.
Habia creido, durante tanto tiempo, que el inmenso vacio provocado en mi por la ausencia de mi madre acabaria por cerrarse un buen dia que, ahora, me resultaba imposible admitir de repente que aquel vacio nunca se cicatrizaria.
Una semana mas tarde, Irina se presento ante mi puerta con una toalla y una pamela en la mano.
– Anya, no puedes seguir tumbada en la cama eternamente. Tu madre no habria querido que lo hicieras. Vamos a la playa. Ivan va a competir durante el festival. Es la ultima vez que lo hara antes de regresar a Melbourne.
Me sente, incluso ahora me pregunto por que lo hice. La propia Irina parecio sorprendida cuando me movi. Quizas, despues de una semana acostada, me daba cuenta de que la unica cosa que detendria aquel dolor era ponerse en pie. Sentia la cabeza nebulosa y las piernas debiles, como las de alguien que ha guardado cama durante mucho tiempo por una larga enfermedad. Irina interpreto mi movimiento como una autorizacion para levantar las persianas. La luz del sol y los sonidos del oceano me causaron un gran impacto debido al estado espectral en el que me encontraba, y levante la mano para protegerme la vista. Aunque ibamos a nadar, Irina insistio en que me duchara y me lavara el pelo.
– Eres demasiado bonita como para salir a ningun sitio con este aspecto -me dijo, mientras senalaba con un dedo mi melena enredada y me empujaba hacia la puerta del bano.
– Deberias haber sido enfermera -murmure, y entonces recorde lo malas enfermeras que habiamos sido la
