resistente gracias a unas paredes duras. Evidentemente, en esas casas el polvo no giraba en torno a los rostros cual nube de moscas, y el barro no se deslizaba de manera desagradable, al modo de las serpientes, por ninguna parte. Claro esta, en esas casas, el bambu nervudo y nudoso con la punta muy afilada no estaba apoyado contra la pared, inmovil, inocente, inofensivo, pero desafiando a todas las miradas.

En la escuela tambien aprendi lo que era la culpabilidad. Esa cosa insidiosa que me impedia ser tan solo un chaval, reir a carcajadas, jugar con los demas, sentarme tan tranquilo para mirar hacia delante. Cuando estaba en clase, ese sentimiento me abandonaba. Pero una vez concluia la jornada, volvia a ser Raj, el unico hermano que iba al colegio. ?Por que yo? Eso era algo que no dejaba de preguntarme. Siempre escondia en mi bolsa de hojas de palma secas la pera pocha que nos daban en el recreo de la manana, pero me veia obligado a beber la leche de vaca que nos servian en ese momento. La bebia lentamente, con los ojos cerrados, pensando con fuerza en Anil, en Vinod, mientras los imaginaba limpiando la casa, cortando madera, enganchando las hojas de cana, inclinados, fatigados. Para crecer, ellos solo tenian agua azucarada.

Yo deseaba que mi padre eligiera a otro de sus hijos para educarlo. Pero muy pronto, Anil iria con el cada dia a cortar cana de azucar, pues era fuerte, ya se le notaban los musculos bajo la piel, nunca se quejaba y, con su voluntad y su capacidad para el trabajo, traeria dinero a casa, un dinero que no malgastaria en alcohol y que le entregaria ceremoniosamente a mi madre. Vinod estaria mejor en mi lugar, pero era agil, manoso, y, si bien no tenia la fuerza de Anil en brazos y piernas, era espabilado y tampoco se quejaba nunca. Yo no servia para gran cosa, me pasaba la mitad del ano tosiendo, siempre estaba bebiendo infusiones de hierbas amargas para acabar con esa tos ronca que, segun mi madre, vivia en mi interior, y a veces me tiraba noches enteras con convulsiones y se me congelaban los pies. Cuando la tos por fin se calmaba, me iba con mis hermanos, pero tenia la impresion de que habia algo que me estaba devorando el pecho. Mis piernas no tenian musculos, eran finas como el bambu, y a menudo Anil me cargaba como a un peso ligero. Yo entrelazaba su vientre con las piernas, le echaba los brazos al cuello, el me ponia en su espalda y yo sentia por mi hermano mayor un amor inmenso.

Cuando regresaba de la escuela y todo se habia hecho sin mi, la culpabilidad me hacia hiperactivo. Me precipitaba en busca de nuevas hojas de cana para la despensa de la cocina, aunque mis hermanos ya hubieran dejado un hatillo detras de la casa. Queria ir a buscar mas agua, pero la barrica no podia contener mas que la equivalente a seis cubos. Volvia a aplanar la tierra, y cuando el viento hacia bailar el polvo, me quedaba en la casa, armado de un trapo, haciendo frente a esa ceniza que se posaba sobre los utensilios de mi madre, sobre las esteras y hasta sobre el bambu de mi padre, con sus nervios, sus nudos y su afilada punta. Luchaba entre toses contra ese monstruo que habia en mi y que siempre acababa ganando, pero daba igual, echaba el bofe y los brazos me palpitaban de dolor, aunque siempre hacia reir a mis hermanos con mis movimientos de loco cansado.

Nuestra vida de barro y ceniza se acabo poco despues del primer dia de 1944. A finales de ano, habiamos conseguido ropa que las mujeres de los jefes de la fabrica de azucar nos habian dado. Prendas que habian llevado sus hijos, pero eso no tenia ninguna importancia para nosotros, pues el material, los colores y el corte nos encantaban. Los tres luciamos camisas blancas y pantalones cortos de tallas y colores distintos. Yo tenia un pantalon corto verde, cortado de una tela suave, y si pasaba el dedo por encima podia sentir en el tejido el rayado que no se apreciaba a simple vista. La camisa me picaba en el cuello. Anil tenia una especie de bermudas, eso lo se ahora, pero recuerdo que no parabamos de burlarnos de el, pues las pantorrillas le asomaban de esa cosa larga y caqui y pensabamos, en esa epoca, que le quedaban demasiado grandes. Nosotros solo conociamos los pantalones, largos y cortos, no los bermudas. Vinod llevaba un pantalon corto marron que mi madre habia arreglado en la cintura con tres imperdibles. Probablemente ofreciamos una pinta ridicula, pero nosotros nos sentiamos, por asi decirlo, de lo mas importantes.

Conservamos esas prendas durante varias semanas, y las llevabamos puestas cuando fuimos al rio esa tarde. Las camisas ya no picaban, estaban sucias, no quedaba mas que un imperdible en el pantalon de Vinod. Tras unas semanas de intenso calor, el cielo estaba bajo, negro, y ocultaba la mitad de la montana. No se nos acerco ninguna mariposa, los matorrales estaban secos, el viento creaba pequenos tornados y nosotros nos deteniamos para contemplar las hojas subiendo en espiral y volviendo a bajar. Escuchamos el rio muy tarde, y mi hermano mayor se volvio hacia nosotros sonriendo, pero no apretamos el paso como soliamos hacer.

El rio estaba limpio y claro, con un sabor algo dulzon, como decia Vinod. En pleno verano acostumbraba a adelgazar, a tener problemas para rodear los penascos grises de sol que invadian su lecho. Jugamos un poco y luego Anil decidio subir hacia la montana para encontrar un caudal mas poderoso. Recuerdo que eche un vistazo al campamento. Solo una rapida ojeada por encima del hombro, y los arboles entre los que acababamos de pasar se me antojaron flacos y a merced del viento que los hacia bailar. Nos alejamos, con los cubos en la mano, Anil delante con su baston, Vinod detras de mi, y fue al pie de la montana cuando la lluvia empezo a caer de repente.

Hoy tengo setenta anos y me acuerdo como si fuera ayer del trueno que parecio salirnos del vientre por la manera en que resono en nuestro interior. Me acuerdo del miedo, al principio, del silencio irreal que siguio al trueno y que lo congelo todo, hasta la naturaleza estaba a la espera; y nosotros, nosotros no nos atreviamos a movernos. Durante largos minutos, gotas espesas y frescas empezaron a mojarnos el cabello y la cara y a empaparnos la ropa. Recuerdo la niebla fantasmal que surgio de la tierra cuando esta absorbio las primeras gotas. Por lo general, ese momento nos gustaba, pero ahora era distinto. Yo lo sentia, mis hermanos lo sentian. Rapidamente, los relampagos se dibujaron en el cielo, estallaron mas truenos y nosotros echamos a correr.

?Cuanto tiempo duro la desbandada? Los guijarros secos que, justo antes, nos aranaban los pies habian desaparecido, recorriamos una tierra resbaladiza, pegajosa, y nos costaba lo nuestro despegarnos de ella. El sol se habia apagado. La lluvia dibujaba paredes y de la tierra ascendia una cortina de azufre. Frente a mi, la camisa blanca de Anil tremolaba, y yo intentaba no perder de vista ese trozo de blancura. El iba diciendo vamos-vamos- vamos y luego, de repente, en un abrir y cerrar de ojos, nada mas. Ni voz ni camisa delante de mi. Me detuve y Vinod se empotro contra mi. Mi hermanito me cogio del brazo y empezo a gritar Anil, Anil, Anil. Segui su ejemplo, gritabamos al alimon el nombre de nuestro hermano mayor, no se cuanto tiempo estuvimos asi, corriendo en el barro, sin ningun punto de referencia, con los ojos cerrados por la fuerza del viento y de la lluvia, y muy pronto, Dios mio, muy pronto ya solo quedaba mi voz gritando Anil, Anil, y luego, Anil, Vinod, Anil, Vinod. Chillaba con todas mis fuerzas, pero el viento, la lluvia, los truenos y el rugido de la corriente de lodo en que se habia convertido nuestro querido rio cubrian mi voz y no me ofrecian la menor oportunidad.

Cinco dias despues, los hombres del campamento encontraron a Vinod, sin camisa, con la cabeza atrapada detras de un penasco. Cuando se es un crio de ocho anos, no es facil ver a ese hermano pequeno que te queria por encima de todas las cosas con la cabeza aplastada por vete a saber que, con los dedos de los pies y de las manos arrancados por las piedras que han resbalado por la montana, con el cuerpo magullado tras pasarse cinco dias atrapado detras de una roca, a merced del rio que tanto queriamos, ese rio que tenia, para el, un sabor algo dulzon y que se habia convertido en un torrente de barro, de pedruscos, de rocas. Lo incineramos ese mismo dia, todos los preparativos de la ceremonia aparecieron como por arte de magia: la camilla de madera de alcanforero, la sabana blanca, las guirnaldas de flores, el incienso, el cura con su gran punto rojo en la frente y su libro de versiculos sagrados en las manos.

Nunca encontramos el cuerpo de Anil. Unos dias despues, en el transcurso de una ultima batida con los habitantes del campamento, descubri su baston. Estaba ahi, a la salida del bosquecillo, y lo reconoci gracias a su extremo en forma de U. Deje reposar la mano en el y nunca podre explicar lo mucho que eche de menos a mi hermano mayor en ese momento. El rio volvia a estar claro y limpio, y mientras los hombres buscaban el cuerpo de Anil, lance su baston al agua. No se por que lo hice, no habia previsto ese gesto, pero se trataba, como ya he dicho, de lo unico que pertenecia realmente a mi hermano mayor. El baston surco el rio y tropezo varias veces contra las rocas, pero desaparecio, tambien el. Me incline como antes sobre el espejo de agua y solo vi un rostro arrugado, unos ojos desorbitados y una mueca. Se abrio en mi un pozo sin fondo y se que no me lance hacia esa imagen solitaria, hacia ese reflejo flaco y desdichado, para borrarlo, se que no hice eso porque detras de mi corria mi madre, llamandome en voz baja por mi nombre, llamando al unico hijo que le quedaba.

Nos quedamos exactamente tres dias mas en el campamento de Mapou. Una manana, mientras el alba empezaba a tenir la montana de azul y el cielo se iluminaba con suavidad, mi madre me cogio de la mano y seguimos a mi padre hacia Beau-Bassin. No me volvi hacia Mapou, el campamento, el bosquecillo que lo separaba del rio, la plantacion de cana, la alta chimenea de piedra, el cojin de blanco vapor; no llore, pero aun oia en mi interior el estruendo ensordecedor que trataba de ahogar con la voz. Anil, Vinod, Anil, Vinod.

Вы читаете El ultimo hermano
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату