al otro lado, Milner y Abe Voldrich. Milner:
– …lo que digo es que, o bien J.C. y Tommy son acusados, o bien les llevara a la ruina la publicidad que se crearan cuando facilitemos a la prensa las actas del gran jurado. Narcoticos va a ser amputada por las rodillas y creo que Ed Exley es consciente de ello, porque no ha tomado ninguna medida para protegerles o para ocultar pruebas. Escucha, Abe: sin Narcoticos, los Kafesjian no son mas que un punado de estupidos que dirigen un negocio de lavado en seco que les produce un beneficio minimo.
Voldrich:
– Yo… no… soy… ningun chivato.
– No, tu eres un refugiado lituano de cincuenta y un anos con una carta verde que podemos cancelar en cualquier momento. Abe, ?te gustaria vivir tras el telon de acero? ?Sabes que te harian los comunistas?
– No soy ningun soplon.
– No, pero te gustaria serlo. Vas dejando caer indicios. Tu mismo me has dicho que secabas marihuana en una de las maquinas de la tienda.
– Si, y tambien dije que J.C., Tommy y Madge no sabian nada.
Humo de cigarrillos. Rostros borrosos. Milner:
– Sabes perfectamente que J.C. y Tommy son basura. Tu siempre te esfuerzas por diferenciar a Madge del resto de la familia. Es una buena mujer y tu eres un hombre basicamente decente que ha ido a parar entre mala gente.
Voldrich:
– Madge es una mujer extraordinaria que, por muchas razones…, en fin, que necesita a Tommy y a J.C, eso es todo.
– ?Es verdad que Tommy se cargo al conductor borracho que atropello y mato a la hija de un policia de Narcoticos?
– Me acojo a eso de la Quinta Enmienda.
– Tu y todo el mundo, maldita sea. No deberian haber trasmitido las sesiones del jucio Kefauver. Abe…
– Agente Milner, por favor: acuseme de algo o suelteme.
– Te dejamos hacer tu llamada por telefono y escogiste hablar con tu hermana. Si hubieras llamado a J.C, el te habria buscado un abogado listo que te sacara pronto con un mandamiento. Me parece que tienes ganas de hacer lo que debes. El senor Noonan te ha explicado el pacto de inmunidad y te ha prometido una recompensa federal por el servicio. Creo que lo deseas. El senor Noonan quiere llevar ante el gran jurado a tres testigos principales, y uno de ellos eres tu. Y lo mejor de todo es que, si los tres declarais, todos los que podrian causarte algun dano quedaran acusados y condenados.
– No soy ningun soplon.
– Abe, ?Tommy y J.C. han tenido que ver con la muerte del sargento George Stemmons, Jr.?
– No. -Ronco.
– El sargento murio de sobredosis de heroina. Tommy y J.C. podrian haber preparado algo asi.
– No. Quiero decir, no se.
– ?Cual de los dos?
– Quiero decir, no lo creo.
– Abe, no tienes precisamente cara de poquer. Bien, siguiendo con lo que hablabamos, sabemos que Tommy toca el saxo en el Bido Lito's. ?Es un habitual del local?
– Quinta Enmienda.
– Eso dejalo para la television. Hasta los chicos que rompen una ventana se acogen a la Quinta Enmienda. Abe, ?hasta que punto los Kafesjian conocian a Junior Stemmons?
– Quinta Enmienda.
– Stemmons y un tal teniente David Klein les estaban incordiando acerca de un robo que se produjo en la casa hace un par de semanas. ?Que sabes de eso?
– Quinta Enmienda.
– ?Esos policias intentaron extorsionar a los Kafesjian?
– No…, quiero decir: Quinta Enmienda.
– Abe, eres un libro abierto. Vamos, Stemmons era un yonqui y Klein, el policia mas sucio que puede existir.
Voldrich tosio; el altavoz cogio estatica.
– No. Quinta Enmienda.
Milner:
– Cambiemos de tema.
– ?Hablamos de politica?
– Hablemos de Mickey Cohen. ?Lo conoces?
– Nunca me he encontrado con el.
– Tal vez, pero tu eres un veterano del Southside. ?Que sabes del negocio de Mickey con las tragaperras?
– No se nada del negocio. Se que las maquinas tragaperras son para gente con mentalidad de pordioseros, lo cual explica su atractivo para esos negros estupidos.
– Hablemos de otra cosa -Milner.
– ?De los Dodgers, por ejemplo? Si yo fuera mexicano, me alegraria de abandonar Chavez Ravine.
– ?Que me dices de Dan Wilhite?
– Quinta Enmienda.
– Hemos echado un vistazo a sus declaraciones de impuestos, Abe. J.C. le cedio el veinte por ciento de la tienda de la cadena en Alvarado.
– Quinta Enmienda.
– Abe, todos los hombres que trabajan en Narcoticos tienen propiedades que no pueden permitirse con su sueldo y pensamos que las han conseguido por medio de J.C. Hemos hecho una auditoria de las declaraciones de renta y, cuando llamemos a los agentes para que nos expliquen la procedencia de esos bienes y les digamos, «Cuentanos como los conseguiste y te dejaremos en paz», J.C. se vera hasta el cuello con veinticuatro cargos por soborno y fraude fiscal federal.
– Quinta Enmienda.
– Abe, voy a darte un consejo: siempre que te acojas a la Quinta, hazlo desde el principio hasta el final. Eso de intercalar respuestas explicitas entre las apelaciones a la Quinta solo sirven para subrayar las respuestas que indican un conocimiento culposo.
Silencio.
– Abe, te estas poniendo un poco verde.
Ninguna respuesta.
– Abe, hemos oido que Tommy andaba buscando a un tipo llamado Richie. No sabemos el apellido, pero hemos oido que Tommy y el solian tocar jazz y robar cosas juntos.
Segui con el ojo aplicado a la mirilla. Humo, distorsion.
– Quinta Enmienda.
– Abe, tu nunca has ganado un centavo jugando al poquer.
Apretado contra la mirilla, forzando la vista, aguzando el oido.
– Estoy convencido de que quieres colaborar con nosotros, Abe. Cuando te decidas a admitirlo, te sentiras mucho mejor.
Ruidos en la puerta de la estancia. Me aparte de la pared. Dos federales flanqueando a Welles Noonan. Yo hable primero:
– Noonan, usted quiere presentarme como testigo, ?verdad?
Noonan se atuso el cabello.
– Si, y mi mujer esta a favor de usted. Vio su foto en los periodicos y esta impresionada.
– ?Favor por favor?
– No esta lo bastante desesperado, pero pruebe.
– Richie no se que. Digame que sabe de el.
– No. Y le voy a dar una buena bronca al agente Milner por dejar conectado ese altavoz.