habiamos devorado ya todas mis provisiones de comida liofilizada, con Paolo preguntando: «?De verdad que los astronautas comen esto?».) Mientras conduciamos en plena noche, los relampagos refulgian en la distancia e iluminaban el espacio vacio que nos rodeaba. Taukane finalmente se quedo dormido, y Paolo y yo nos enzarzamos en lo que se habia convertido en nuestra distraccion predilecta: tratar de imaginar que les habria ocurrido a Fawcett y a los demas despues de partir del Dead Horse Camp.

– Yo los veo muriendo de hambre -dijo Paolo, que parecia centrado en su propio apetito-. Muy despacio y con mucho sufrimiento.

Paolo y yo no eramos los unicos que especulabamos sobre el posible desenlace de la saga Fawcett. Decenas de escritores y artistas habian imaginado un final donde solo existia una incognita, del mismo modo que los primeros cartografos habian concebido gran parte del mundo sin haberlo visto. Se habian escrito radionovelas y obras de teatro sobre el misterio. Un guion titulado Encontrar al coronel Fawcett sirvio tiempo despues de inspiracion (extremadamente imprecisa) para la pelicula de 1941 Camino a Zanzibar, con Bing Crosby y Bob Hope. Tambien se habian hecho comics, entre ellos una serie de Las aventuras de Tintin: en ella, un explorador desaparecido, inspirado en Fawcett, salva a Tintin de una serpiente venenosa en la selva. («Todo el mundo le cree muerto», dice Tintin al explorador, que replica: «He decidido no regresar a la civilizacion. Aqui soy feliz».)

Fawcett tambien inspiro novelas de busqueda. En 1956, el popular autor belga de aventuras Charles-Henri Dewisme, que firmaba con el seudonimo Henry Verne, escribio Bob Moran and the Fawcett Mystery. En la obra, el heroe Moran investiga la desaparicion del explorador del Amazonas y, aunque fracasa en su empeno de desvelar lo que le ocurrio, descubre la Ciudad de Z, «haciendo realidad el sueno de Fawcett».6

Fawcett aparece, incluso, en la novela de 1991 Indiana Jones y los siete velos, un libro perteneciente a una serie escrita para sacar el maximo beneficio del gran exito de taquilla En busca del arca perdida, de 1981. En el enrevesado argumento, Indiana Jones -si bien insistiendo en que «Soy arqueologo, no detective privado»-7 parte en busca de Fawcett. Halla fragmentos de su diario correspondiente a la ultima expedicion, en los que el explorador afirma: «Mi hijo, cojo por una lesion en el tobillo y con fiebre a causa de la malaria, regreso hace varias semanas, y envie con el al ultimo guia. Que Dios los proteja. Yo remonte un rio […]. Me quede sin agua, y los dos o tres dias siguientes mi unica provision de liquido fue el rocio que lamia de las hojas. ?Cuantas veces me he cuestionado el haber decidido seguir solo! Me llame insensato, idiota, loco».8 Jones localiza a Fawcett y descubre que el explorador del Amazonas ha encontrado su ciudad magica. Despues, los dos arqueologos aficionados caen prisioneros de una tribu hostil, pero Jones, latigo en mano, y Fawcett escapan saltando al rio de la Muerte.

Paolo y yo imaginamos otras situaciones fantasticas: Fawcett y los demas habian sido devorados por gusanos al igual que Murray, o habian contraido la elefantiasis o bien se habian envenenado con ranas letales. Luego nos quedamos dormidos en la camioneta. Por la manana ascendimos por una pequena ladera para alcanzar el Puesto Bakairi. Fawcett habia tardado un mes en llegar aqui desde Cuiaba. Nosotros, dos dias.

El Puesto Bakairi habia crecido, y en la zona vivian ahora mas de ochocientos indios. Fuimos al pueblo mas grande, donde encontramos una plaza de tierra alrededor de la cual habia dispuestas en filas varias decenas de casas de una sola planta. La mayor parte de las casas estaban hechas de arcilla y bambu y techos de paja, aunque algunas eran nuevas y tenian las paredes de cemento y el techo de hojalata en el que repiqueteaba la lluvia. El pueblo, si bien seguia siendo incuestionablemente pobre, disponia ahora de un pozo, un tractor, antenas parabolicas y electricidad.

Cuando llegamos, casi todos los hombres, jovenes y ancianos, estaban ausentes, cazando y preparandose para la celebracion ritual de la cosecha de maiz. Pero Taukane dijo que habia alguien a quien teniamos que ver. Nos llevo a una casa adyacente a la plaza, proxima a una hilera de fragantes mangos. Entramos en una pequena sala con una unica bombilla colgando de lo alto y varios bancos de madera colocados a lo largo de las paredes.

Al poco rato, una mujer menuda y encorvada aparecio por una puerta trasera. Se apoyaba en la mano de un nino y caminaba despacio hacia nosotros, como si luchase contra un fuerte viento de cara. Llevaba un vestido de algodon con un estampado de flores y tenia el pelo largo y canoso, que enmarcaba un rostro tan arrugado que sus ojos eran casi inapreciables. Lucia una amplia sonrisa que dejaba a la vista una esplendida dentadura. Taukane nos explico que la mujer era la habitante mas anciana del pueblo y que habia visto pasar por alli a Fawcett y a su expedicion. «Probablemente es la ultima persona viva que tuvo contacto con ellos», dijo.

La anciana se sento en una silla; sus pies descalzos apenas llegaban al suelo. Con la ayuda de Paolo, quien tradujo del ingles al portugues, y de Taukane quien lo hizo despues al bakairi, le pregunte cuantos anos tenia. «No se que edad tengo exactamente -contesto ella-, pero naci alrededor de 1910. -Y prosiguio-: Yo solo era una nina cuando los tres forasteros vinieron a alojarse en nuestro pueblo. Los recuerdo porque nunca habia visto a gente tan blanca y con barbas tan largas. Mi madre dijo: '?Mira, han venido los cristianos!'.»

Recordaba tambien que los tres exploradores se habian instalado en la nueva escuela del pueblo, que ya no existe. «Era el edificio mas bonito -dijo-. No sabiamos quienes eran, pero si que debian de ser importantes porque dormian en la escuela.» En una carta, recorde, Jack Fawcett habia mencionado que, en efecto, dormian en la escuela. La mujer anadio: «Recuerdo que eran altos, muy altos. Y que uno de ellos llevaba un fardo muy gracioso. Parecia un tapir».

Le pregunte como era el pueblo en aquel entonces. Ella contesto que para cuando Fawcett y sus hombres llegaron, todo estaba cambiando. Oficiales militares brasilenos, prosiguio, «nos dijeron que teniamos que vestirnos, y nos pusieron nombres nuevos. Mi verdadero nombre era Comaeda Bakairi, pero ellos me dijeron que a partir de entonces me llamaria Laurinda. Y me converti en Laurinda». Recordaba aquella enfermedad tan extendida de la que Fawcett hablaba en sus cartas. «El pueblo bakairi se despertaba con tos e iba al rio para lavarse, pero no servia de nada», dijo.

Al cabo de un rato, Laurinda se puso en pie y salio de la cabana. La acompanamos y en la distancia alcanzamos a ver las montanas que Jack habia contemplado maravillado. «Los tres se marcharon en esa direccion -dijo-. Mas alla de esos picos. La gente decia que detras de esas montanas no habia gente blanca, pero alli fue adonde dijeron que iban. Esperabamos que volvieran, pero nunca lo hicieron.»

Le pregunte si habia oido hablar de alguna ciudad que se encontrara al otro lado de las montanas y que los indios pudieran haber construido siglos atras. Ella contesto que no sabia de ninguna, pero senalo las paredes de su casa y dijo que sus ancestros habian hablado de casas bakairi que habian sido mucho mas grandes y espectaculares. «Estaban hechas con hojas de palmera, de los arboles buriti, y eran el doble de altas y muy hermosas.»

Algunos de los cazadores regresaron, cargando con los cuerpos de venados y osos hormigueros. En la plaza, un funcionario montaba una gran pantalla de cine. Me dijeron que iba a proyectarse un documental para ensenar a los bakairi el significado del ritual de la cosecha de maiz que estaban a punto de celebrar y que formaba parte de su mito de la creacion. En el pasado el gobierno habia intentado arrebatar a los bakairi sus tradiciones y ahora intentaba preservarlas. La anciana observo las tareas desde el umbral. «La nueva generacion aun lleva a cabo algunas de las antiguas ceremonias, pero ya no son tan ricas ni tan bellas -comento-. Ya no se preocupan por la artesania ni las danzas. Intento contarles historias antiguas, pero no les interesan. No entienden que esto es lo que somos.» Antes de despedirnos, recordo algo mas sobre Fawcett. Durante anos, dijo, otras personas habian llegado de muy lejos preguntando por los exploradores desaparecidos. Me miro fijamente y sus menudos ojos se abrieron. «?Que es lo que hicieron esos blancos? -pregunto-. ?Por que es tan importante para su tribu encontrarlos?»

22. Vivo o muerto

El mundo aguardaba noticias. «Cualquier dia de estos llegara un cable de mi esposo anunciando que esta bien y que regresa con Jack y Raleigh»,1 dijo Nina Fawcett a un periodista en 1927, dos anos despues de que se supiera por ultima vez de la partida. Elsie Rimell, con la que se escribia a menudo, se hacia eco de sus

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