la esposa de Dyott a los periodistas.

Mientras tanto, la comida y el agua empezaron a escasear, y varios miembros de la expedicion estaban tan enfermos que apenas podian caminar. Whitehead escribio que no podia «comer, de tanta fiebre como tengo».47 El cocinero tenia las piernas hinchadas y le supuraban pus. Dyott decidio proseguir con solo dos de sus hombres, con la esperanza de encontrar los restos de Fawcett. «Recuerda -dijo Dyott a Whitehead-: si me ocurre algo, todos mis efectos personales son para mi esposa.»48

La noche previa a la partida del reducido contingente, uno de los hombres de la expedicion de Dyott, un indigena, informo que habia oido a Aloique conspirando con otros miembros de la tribu para asesinar a Dyott y robarle el equipamiento. Para entonces, Dyott no albergaba ya ninguna duda de que habia encontrado al asesino de Fawcett. Como argumento disuasorio, Dyott dijo a Aloique que tenia la intencion de llevar a todos sus hombres con el. La manana siguiente, Aloique y su sequito habian desaparecido.

Poco despues, infinidad de indios de varias tribus de la region del Xingu surgieron de la selva armados con arcos y flechas, y exigieron regalos. Cada hora, una nueva canoa llegaba con mas indigenas. Algunos de ellos lucian llamativas alhajas y poseian exquisitas piezas de ceramica, lo cual hizo pensar a Dyott que las historias de Fawcett sobre una civilizacion ancestral sofisticada podian ser ciertas. Pero era imposible seguir indagando. Tal como lo explico Whitehead: «Nativos de tribus de todo el territorio, posiblemente dos mil, fueron acechandonos gradualmente desde todas las direcciones».49

Dyott habia agotado ya las reservas de regalos y los indios iban tornandose hostiles. Les prometio que a la manana siguiente daria a cada uno de ellos un hacha y cuchillos. Pasada la medianoche, cuando los indios parecian dormir, Dyott reunio con sigilo al grupo y partio en las barcas de la expedicion. Los hombres las empujaron al rio y se dejaron llevar por la corriente. Nadie se atrevio a utilizar los remos. Instante despues, oyeron varias canoas remontando el rio con mas indios a bordo, al parecer dirigiendose a su campamento. Dyott indico a sus hombres que llevaran las barcas a la orilla y se escondieran dentro de ellas. Todos contuvieron el aliento hasta que los indios los dejaron atras.

Dyott dio al fin la orden de remar y los exploradores obedecieron al momento. Uno de los tecnicos consiguio que la radio inalambrica funcionara el rato suficiente para enviar un breve mensaje: «Lamento informar que la expedicion de Fawcett perecio a manos de indios hostiles. Nuestra situacion es critica […]. Ni siquiera dispongo de tiempo para comunicar detalles por radio. Debo descender el Xingu sin demora o tambien nos apresaran a nosotros».50 La expedicion entonces se deshizo de la radio, junto con otro equipamiento pesado, para aligerar la huida. Los periodicos debatian sobre sus posibilidades de sobrevivir. «Las probabilidades de Dyott de escapar son del cincuenta por ciento», proclamaba un titular. Cuando Dyott y sus hombres finalmente surgieron de la selva, meses despues -enfermos, demacrados, con barba y acribillados por los mosquitos-, fueron recibidos como heroes. «Queremos disfrutar de la placida y embriagadora atmosfera de la fama»,51 dijo Whitehead, que fue contratado despues como anunciante de una marca de laxantes llamada Nujo. («Puede estar seguro de que, aunque tenga que descartar equipo importante, en mi proxima aventura me llevare una buena cantidad de Nujol.»)52 Dyott publico un libro, Man Hunting in the jungle, y en 1933 protagonizo en Hollywood una pelicula sobre sus aventuras titulada Savage Gold.

Pero para entonces la historia de Dyott habia empezado a desmoronarse. Tal como Brian Fawcett senalo, resultaba dificil creer que su padre, que habia sido tan precavido para que nadie conociera su ruta, dejara marcas con forma de «Y» en los arboles. El equipamiento que Dyott encontro en casa de Aloique podria haber sido un regalo de Fawcett, como insistio en afirmar Aloique, o proceder de la expedicion de 1920, en la que el y Holt se vieron obligados a abandonar gran parte de la carga que llevaban. De hecho, los argumentos de Dyott se basaban en lo que el consideraba una actitud «traicionera» por parte de Aloique, un juicio fundamentado en gran medida en la comunicacion por gestos y en los presuntos conocimientos de Dyott en «psicologia indigena».53

Anos despues, cuando misioneros y otros exploradores accedieron a la region, describieron a Aloique y a los nahukwa como un pueblo, en general, pacifico y cordial. Dyott habia obviado que la esquivez de Aloique y su decision de desaparecer se derivaba de sus propios miedos al extranjero blanco que lideraba un grupo armado. Por ultimo, estaba Bernardino. «Dyott […] debe de haberse tragado el anzuelo que le lanzaron con lo que le contaron -escribio Brian Fawcett-. Lo digo porque en 1925 no habia ningun Bernardino en la partida de mi padre.»54 Segun las ultimas cartas de Fawcett, desde el Puesto Bakairi solo habia llevado consigo a dos ayudantes brasilenos: Gardenia y Simao. No mucho tiempo despues del retorno de la expedicion de Dyott, Nina Fawcett concluyo en una declaracion publica: «Por consiguiente, no hay pruebas de que los tres exploradores esten muertos».55

Elsie Rimell insistia en que «jamas dejaria»56 de creer que su hijo regresaria. En privado, no obstante, se mostraba desesperada. Una amiga le escribio una carta diciendole que era natural que se sintiera tan «deprimida», pero le suplicaba: «No pierdas la esperanza».57 La amiga le aseguraba que pronto se conoceria el verdadero sino de los exploradores.

El 12 de marzo de 1932, un hombre de ojos siniestros y bigote oscuro se presento ante la embajada britanica en Sao Paulo exigiendo ver al consul general. Llevaba una chaqueta informal, corbata de rayas, pantalones holgados, y unas botas de montar que le llegaban hasta la rodilla. Dijo que se trataba de un asunto urgente relativo al coronel Fawcett.

El hombre fue llevado en presencia del consul general, Arthur Abbott, que habia sido amigo de Fawcett. Durante anos, Abbott habia confiado en que los exploradores aparecieran, pero tan solo unas semanas antes habia destruido las ultimas cartas que habia recibido de Fawcett: creia que «toda esperanza de volver a verle se habia desvanecido».58

En una declaracion jurada posterior, el visitante dijo: «Me llamo Stefan Rattin. Soy ciudadano suizo. Llegue a Sudamerica hace veintiun anos». 59 Explico que, unos cinco meses antes, el y dos acompanantes habian ido a cazar cerca del rio Tapajos, en el extremo noroccidental del Mato Grosso, cuando toparon con una tribu que tenia preso a un hombre blanco de edad avanzada con el pelo largo y amarillento. Mas tarde, cuando muchos de los indios estaban borrachos, segun afirmo Rattin, el hombre blanco, que iba vestido con pieles de animales, se acerco a el en silencio.

– ?Eres amigo? -le pregunto.

– Si -contesto Rattin.

– Soy un coronel ingles -repuso el anciano, e imploro a Rattin que fuera al consulado britanico y le dijera al «mayor Paget» que estaba preso.

Abbot sabia que el antiguo embajador britanico en Brasil, sir Ralph Paget, habia sido confidente de Fawcett. De hecho, habia sido Paget quien habia presionado al gobierno brasileno para que financiara la expedicion de Fawcett de 1920. Estos hechos, senalo Abbot en una carta dirigida a la Royal Geographical Society, «solo los conozco yo y varios amigos intimos».60

Cuando Nina Fawcett y Elsie Rimell oyeron por primera vez el relato de Rattin, consideraron que era verosimil. Nina dijo: «No me atrevo a alimentar en exceso mis esperanzas»;61 no obstante, envio un telegrama a una agencia de noticias de Brasil diciendo que ahora estaba convencida de que su esposo seguia «vivo».

Otros se mostraron escepticos. El general Rondon, tras entrevistarse con Rattin durante tres horas, comento en un informe que el lugar donde el trampero suizo afirmaba haber encontrado a Fawcett estaba a unos ochocientos kilometros del punto en el que la expedicion fue vista por ultima vez. El propio Paget, al preguntarle al respecto, se cuestiono por que la tribu habria dejado marchar a Rattin si seguia reteniendo a Fawcett.

Abbot, sin embargo, estaba convencido de la sinceridad de Rattin, especialmente porque el suizo prometio rescatar a Fawcett sin animo de recompensa alguna. «Prometi al coronel Fawcett que llevaria ayuda y esa promesa sera cumplida»,62 dijo Rattin. El trampero pronto partio con dos hombres, uno de ellos un reportero que escribia articulos para la agencia United Press. Tras caminar por la selva durante semanas, los tres hombres llegaron al rio Arinos, donde construyeron varias canoas con corteza de arbol. En un despacho con fecha del 24 de mayo de 1932, cuando la expedicion estaba a punto de penetrar en territorio indigena hostil, el reportero informo: «Rattin esta ansioso por salir. Grita: '?Todos a bordo!'. Alla vamos».63 Nunca volvio a saberse de ellos.

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