tribu le dijo que era hijo de Jack Fawcett y de una india.82 «En su naturaleza doble hay evidentes rasgos de la reserva britanica y de porte militar, mientras que en su vertiente indigena, la vision de un arco y una flecha, o un rio, hacen de el un nino de la selva»,83 escribio mas tarde Moennich. Dijo que habia propuesto llevarse al nino con ella para que el pequeno pudiera tener la oportunidad «no solo de aprender el idioma de su padre sino tambien de vivir entre personas de la raza de su padre».84 La tribu, no obstante, se nego. Otros misioneros regresaron con historias similares acerca de un nino blanco que vivia en la selva, un nino que era, segun un clerigo: «Tal vez el nino mas famoso de todo el Xingu».85

En 1943, Assis Chateaubriand, un multimillonario brasileno propietario de un conglomerado de periodicos y emisoras de radio, envio a un reportero de uno de sus populares tabloides, Edmar Morel, en busca del «nieto de Fawcett». Meses despues, Morel regreso con un chico de diecisiete anos con la piel blanca como la luna llamado Dulipe. El muchacho fue aclamado como el nieto del coronel Percy Harrison Fawcett, o, segun lo llamaba la prensa, el «dios blanco del Xingu».

El descubrimiento provoco un delirio internacional. Dulipe, timido y nervioso, aparecio fotografiado en Life y desfilo por Brasil como una atraccion de carnaval, un freak,^ como lo definio el Time. La gente acudia en masa a los cines, las colas daban la vuelta a la manzana, para ver secuencias de el en la selva, desnudo y palido. (Cuando se pregunto a la RGS al respecto de Dulipe, la institucion respondio flematicamente que tales «cuestiones quedan fuera del ambito cientifico de nuestra Sociedad».) 87 Morel telefoneo a Brian Fawcett, y pregunto a el y a Nina si querian adoptar al joven. Cuando examino fotografias de Dulipe, sin embargo, Nina se sorprendio.

– ?No ves algo extrano en los ojos del chico? -le pregunto a Brian.88

– Parecen entornados, como deslumbrados por la luz -respondio el.

– A mi me parece albino -dijo ella.

Pruebas posteriores confirmaron su teoria. Muchas leyendas de indios blancos, de hecho, se derivaban de casos de albinismo. En 1942, Richard O. Marsh, un explorador estadounidense que tiempo despues busco a Fawcett, anuncio que en una expedicion en Panama no solo habia visto «indios blancos», sino que se llevaba de vuelta a tres «especimenes vivos»89 como prueba. «Tienen el cabello dorado, los ojos azules y la piel blanca -dijo Marsh-. Sus cuerpos estan cubiertos por un vello fino, largo y blanco. Parecen […] blancos nordicos muy primitivos.»90 Despues de que su barco arribara a Nueva York, Marsh llevo a las tres criaturas -dos amedrentados ninos indigenas, de diez y dieciseis anos, y una nina de catorce llamada Margarita- en presencia de una muchedumbre de curiosos y fotografos. Cientificos de todo el pais -del Bureau of American Ethonology, el Museum of the American Indian, el Peabody Museum, el American Museum of Natural History y la Universidad de Harvard- pronto se reunieron en una habitacion del hotel Waldorf-Asteria para ver a los ninos exhibidos, punzando y manoseando sus cuerpos. «Observad el cuello de la nina»,91 dijo uno de los cientificos. Marsh conjeturo que eran una «reliquia de la modalidad del Paleolitico».92 El The New York Times afirmo despues: «Cientificos declaran autenticos a los indios blancos». Se instalo a los ninos en una casa de una zona rural situada a las afueras de Washington D.C., para que pudieran estar «mas cerca de la naturaleza».93 Solo tiempo despues se concluyo que los ninos eran, al igual que muchos indios san blas de Panama, albinos.

El destino de Dulipe fue tragico. Arrancado de su tribu y lejos de ser ya una atraccion comercial, fue abandonado en las calles de Cuiaba. Se sabe que el «dios blanco del Xingu» murio victima del alcoholismo.

A finales de 1945, Nina, que contaba ya setenta y cinco anos, padecia una artritis y anemia que debilitaba su organismo. Tenia que ayudarse de un baston para caminar, en ocasiones dos, y se describia como una persona «sin hogar, sin nadie que me ayude o venga a verme, ?y lisiada!».94

Tiempo antes, Brian le habia escrito una carta en la que le decia: «Has soportado lo que quebraria el espiritu de una docena de personas, pero, al margen de como te sintieras […], has sonreido en todo momento y aceptado durante tantisimo tiempo la pesada carga que el Destino ha depositado sobre ti de un modo que me hace sentir enormemente orgulloso de ser tu hijo. Sin duda eres un ser superior, o de lo contrario los dioses no te habrian impuesto semejante prueba, y tu recompensa sera sin duda muy Grande».95

En 1946 surgio otra historia segun la cual los tres exploradores estaban vivos en el Xingu. Se aseguraba que Fawcett era tanto «prisionero como jefe de los indios». En esta ocasion, Nina estaba segura de que su recompensa finalmente habia llegado. Prometio enviar una expedicion para rescatarlos, aunque «?eso signifique la muerte para mi!».96 El relato, sin embargo, resulto ser una invencion mas.

En una fecha tan tardia como 1950, Nina insistia en que no le sorprenderia que los exploradores, su esposo con ya ochenta y dos anos y su hijo con cuarenta y siete entraran por la puerta en cualquier momento. Sin embargo, en abril de 1951, Orlando Villas Boas, un funcionario gubernamental aclamado por su defensa de los indigenas del Amazonas, anuncio que los kalapalo habian admitido que miembros de su tribu habian matado a los tres exploradores. Y, lo que era aun mas importante, Villas Boas aseguraba tener una prueba de ello: los restos del coronel Fawcett.

23. Los restos del coronel

– El jefe de los kalapalo ha aceptado vernos -me informo Paolo tras recibir un mensaje que habia sido transmitido desde la jungla.

Las negociaciones, dijo, tendrian lugar no lejos del Puesto Bakairi, en Canarana, una pequena ciudad fronteriza situada en el limite meridional del Parque Nacional del Xingu. Aquella noche, cuando llegamos, la ciudad padecia una epidemia de dengue, y muchas de las lineas telefonicas no funcionaban. Era tambien su vigesimo quinto aniversario y se celebraba el evento con fuegos artificiales, que sonaban como disparos esporadicos. A principios de la decada de 1980, el gobierno brasileno, como parte de su continua colonizacion de territorios indigenas, habia enviado aviones llenos de granjeros -muchos de ascendencia alemana- para que se asentaran en la remota region. Aunque la ciudad estaba desierta, las calles principales eran desconcertantemente amplias, como grandes autopistas. Cuando vi una fotografia de un huesped aparcando su avion frente al hotel, comprendi el motivo: durante anos, la ciudad habia sido tan inaccesible que las calles hacian las veces de pistas de aterrizaje. Aun en la actualidad, me dijeron, era posible aterrizar en plena calle, y en la plaza principal se veia un avion comercial, como unico monumento de la ciudad.

El jefe kalapalo, Vajuvi, aparecio en nuestro hotel acompanado de dos hombres. Tenia un rostro de tez morena, surcado por infinidad de arrugas, y parecia rondar la cincuentena. Al igual que sus dos acompanantes, media aproximadamente un metro setenta y tenia los brazos musculosos. Llevaba el pelo cortado al estilo tradicional, por encima de las orejas y en forma de cuenco. En la region del Xingu, los hombres de las tribus con frecuencia prescindian de la ropa, pero en esta visita a la ciudad Vajuvi llevaba una camiseta de algodon con cuello de pico y unos vaqueros desgastados y holgados que le colgaban de las caderas.

Tras presentarnos y explicarle por que queria visitar el Xingu, Vajuvi me pregunto:

– ?Es usted miembro de la familia del coronel?

Yo estaba habituado a esta pregunta, aunque en esta ocasion se trataba de una situacion mas comprometida: los kalapalo habian sido acusados de matar a Fawcett, por lo que un miembro de la familia podria desear vengar su muerte. Cuando le dije que era periodista, Vajuvi parecio complacido.

– Le dire la verdad acerca de los restos encontrados -dijo. Luego anadio que el poblado pedia a cambio cinco mil dolares.

Le explique que no disponia de esa suma e intente ensalzar las virtudes del intercambio cultural. Uno de los kalapalo se acerco a mi.

– Los espiritus me avisaron que usted iba a venir y que es rico -dijo.

– He visto fotografias de sus ciudades. Ustedes tienen muchos coches. Deberia darnos uno -anadio otro.

Uno de ellos salio del hotel y volvio al rato con tres mas. Cada pocos minutos aparecia otro kalapalo, y la habitacion pronto estuvo atestada de mas de una docena de hombres, algunos viejos, otros jovenes, todos rodeandonos a Paolo y a mi.

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