para viaje peligroso a la selva en busca de un cientifico: el aspirante debe ser celibe, discreto y vigoroso». En pocos dias, recibio ofertas de veinte mil personas. «Vienen de todo el mundo -informo Dyott a los periodistas- ?Inglaterra, Irlanda, Francia, Alemania, Holanda, Belgica, Suecia, Noruega, Dinamarca, Peru, Mexico… Estan representados todos los paises. Tambien han llegado cartas de Alaska.»26 Y destaco: «Los aspirantes proceden de todos los estratos sociales […]. Hay cartas de abogados, medicos, agentes inmobiliarios, reparadores de chimeneas… De Chicago han escrito un acrobata y un luchador».27 Dyott contrato a tres secretarias para que le ayudaran a cribar las solicitudes. El Independent, un semanario estadounidense, se maravillo: «Tal vez si existiesen suficientes selvas y expediciones para recorrerlas, presenciariamos el espectaculo de toda nuestra poblacion partiendo en busca de exploradores perdidos, civilizaciones ancestrales y quiza alguna vaga carencia en la vida personal».28 Nina comento a la RGS que semejante avalancha de voluntarios suponia un «gran halago» a la firme reputacion del coronel Fawcett.

Una de las personas que se presentaron como aspirantes fue Roger Rimell, el hermano de Raleigh, quien entonces contaba treinta anos. «Me siento muy angustiado, obviamente -informo a Dyott-; considere que estoy tan capacitado para ir como cualquier otro.»29 Elsie Rimell estaba tan desesperada por encontrar a Raleigh que dio su consentimiento, diciendo: «No conozco mejor forma de ayudarlos que ofrecerles los servicios del hijo que me queda».30

Dyott, sin embargo, no quiso llevar consigo a alguien con tan poca experiencia y rehuso la oferta cortesmente. Tambien se presentaron como voluntarias varias mujeres, pero Dyott arguyo: «No puedo llevar a una mujer».31 Finalmente, escogio a cuatro hombres habituados a trabajar en el exterior y curtidos, que ademas sabian manejar una radio inalambrica y una camara cinematografica en la selva.

Dyott habia sido muy estricto en cuanto a los hombres casados: no los queria en su partida ya que, segun el, estaban acostumbrados a «comodidades infantiles» y que «siempre piensan en sus esposas».32 Pero, la vispera de la partida de la expedicion, en Nueva York, violo su propio edicto y se caso con una mujer a la que casi doblaba en edad, Persis Stevens Wright, a quien los periodicos retrataron como una «chica de clase alta de Long Island». La pareja planeo celebrar la luna de miel durante el viaje del grupo a Rio de Janeiro. El alcalde de Nueva York, Jimmy Walker, que fue a despedir a la expedicion, dijo a Dyott que el consentimiento de su prometida para que el arriesgase su vida a fin de salvar las de otros era «una muestra de generoso coraje de la cual todo el pais deberia enorgullecerse».33

El 18 de febrero de 1928, en medio de una ventisca, Dyott y su partida acudieron a los mismos muelles de Hoboken, New Jersey, de los que Fawcett habia zarpado con Jack y Raleigh tres anos antes. El grupo de Dyott se disponia a subir a bordo del Voltaire cuando una angustiada mujer de mediana edad aparecio abrigada contra la tormenta. Era Elsie Rimell. Habia volado desde California para encontrarse con Dyott, cuya expedicion, dijo, «me colma de nueva esperanza y coraje».34 Le entrego un pequeno paquete: un regalo para su hijo Raleigh.

Durante la travesia a Brasil, la tripulacion del barco apodo a los exploradores como los «Caballeros de la Mesa Redonda». Se celebro un banquete en su honor, y se imprimieron nuevas cartas de menus con los sobrenombres de cada uno de los exploradores: «Rey Arturo» y «Sir Galahad». El comisario del barco declaro: «En nombre de vuestra noble cohorte de caballeros, permitidme desearos buena suerte, buen viaje y feliz retorno».35

Cuando el Voltaire llego a Rio, Dyott se despidio de su esposa y se dirigio con sus hombres a la frontera. Alli recluto a un pequeno ejercito de ayudantes brasilenos y guias indigenas. La partida pronto aumento hasta los veintiseis miembros, y requirio setenta y cuatro bueyes y muias para transportar mas de tres toneladas de provisiones y equipamiento. Tiempo despues, un periodista describio la partida como un «safari a lo Cecil B. De Mille».36 Los brasilenos empezaron a referirse a ella como el «club de los suicidas».

En junio, la expedicion llego al Puesto Bakairi, donde poco antes un grupo de kayapo habia atacado y asesinado a varios habitantes. (Dyott describio el puesto como «la escoria de la civilizacion mezclada con la inmundicia de la selva».)37 Mientras permanecia acampado alli, Dyott hizo lo que considero un gran avance: conocio a un indigena llamado Bernardino que afirmaba haber sido guia de Fawcett en el descenso del rio Kurisevo, uno de los principales afluentes que alimenta el cauce del Xingu. A cambio de regalos, Bernardino accedio a llevar a Dyott hasta donde habia conducido al grupo de Fawcett, y, poco despues de partir, Dyott vio marcas con forma de «Y» talladas en troncos de arboles, un posible indicio de la antigua presencia del explorador. «La ruta de Fawcett se extendia frente a nosotros, y, como sabuesos tras un rastro, seguiamos de cerca a la presa»,38 escribio Dyott.

Por la noche, Dyott enviaba despachos por radio, que despues la Radio Relay League, una red de radioaficionados de Estados Unidos, solia transmitir a la NANA. Cada nuevo dato se pregonaba a los cuatro vientos: «Dyott se aproxima al calvario de la selva», «Dyott emprende la ruta de Fawcett», «Dyott encuentra una nueva pista». John J. Whitehead, miembro de la expedicion, escribio en su diario: «Que diferente habria sido el relato de la historia de Stanley y Livingstone de haber dispuesto de una radio».39 Muchas personas de todo el mundo sintonizaban los boletines, fascinadas. «Oi hablar por primera vez [de la expedicion] por medio del receptor de cristal cuando solo tenia once anos»,40 recordaria tiempo despues Loren MacIntyre, una estadounidense que acabo siendo tambien una prestigiosa exploradora del Amazonas.

Los radioyentes afrontaban desde sus casas los terrores que amenazaban a la partida. Una noche, Dyott informo:

Encontramos huellas en la tierra blanda, huellas de pies humanos. Nos detuvimos para examinarlas. Debian de pertenecer a treinta o cuarenta personas integrantes de un mismo grupo. Instantes despues, uno de nuestros indios bakairi se volvio y dijo con voz inexpresiva: «Indios kayapo».41

Tras caminar casi un mes en direccion norte desde el Puesto Bakairi, la partida llego al asentamiento de nahukwa, una de las numerosas tribus que habian buscado refugio en las selvas circundantes al Xingu. Dyott escribio a proposito de los nahukwa: «Estos nuevos moradores de la selva eran tan primitivos como Adan y Eva».42 Varios miembros de la tribu recibieron cordialmente a Dyott y a sus hombres, pero el jefe, Aloique, parecia hostil. «Nos observo impasible con sus pequenos ojos -escribio Dyott-. La astucia y la crueldad acechaban tras sus parpados.»43

Dyott se vio enseguida rodeado por los hijos de Aloique y observo algo atado a un trozo de cuerda que uno de los ninos llevaba al cuello: una pequena placa conmemorativa con la inscripcion «W. S. Silver and Company». Era el nombre de la empresa britanica que habia aprovisionado a Fawcett. Al entrar en la penumbrosa choza del jefe, Dyott prendio una bengala. En un rincon vio un baul metalico de estilo militar.

Sin la ayuda de traductores, Dyott intento interrogar a Aloique por medio de un sofisticado lenguaje de signos. Aloique, tambien con gestos, parecio sugerir que el baul era un regalo. Luego indico que habia guiado a tres hombres blancos hasta un territorio vecino. Dyott, esceptico, insto a Aloique y a varios de sus hombres a que le llevaran por la misma ruta.

Aloique le advirtio que una tribu sanguinaria, los suya, vivia en la zona a la que pretendian dirigirse. Cada vez que los nahukwa pronunciaban la palabra «suya», se senalaban la nuca, como si los estuvieran decapitando. Dyott insistio y Aloique, a cambio de cuchillos, accedio a acompanarlos.

Aquella noche, mientras Dyott y sus hombres dormian entre los indios, muchos miembros de la partida se sintieron desazonados. «No podemos prever los actos [de los indios] puesto que nada sabemos de ellos, excepto, y esto es importante, que la partida de Fawcett desaparecio en estas regiones»,44 escribio Whitehead. Dormia con un Winchester de calibre 38 y un machete debajo de la manta.

Al dia siguiente, a medida que la expedicion avanzaba por entre la selva, Dyott siguio interrogando a Aloique, y el jefe no tardo en aportar un nuevo elemento a su historia. Fawcett y sus hombres, insinuo, habian sido asesinados por los suya. «?Suya! ?Bum-bum-bum!», grito el jefe, y se dejo caer al suelo como si estuviera muerto. Las cambiantes explicaciones de Aloique despertaron sospechas en Dyott. Tal como este escribio mas tarde: «El dedo acusador parece senalar a Aloique».45

En un momento dado, mientras Dyott informaba por radio de sus ultimos hallazgos, el aparato dejo de funcionar. «El grito de la selva, sofocado», declaro un boletin de la NANA. «La radio de Dyott, desconectada en crisis.» Su prolongado silencio desencadeno especulaciones nefastas. «Estoy aterrada»,46 confeso

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