No mucho tiempo despues, un ingles de cincuenta y dos anos llamado Albert de Winton llego a Cuiaba jurando que encontraria a Fawcett, vivo o muerto. Habia participado recientemente en varias peliculas de Hollywood con papeles de escasa relevancia, entre ellas El rey de la selva. Segun el Washington Post, Winton habia «abandonado la emocion de las imitaciones en las peliculas por la autentica de la selva».64 Con un impoluto uniforme de safari, una pistola sujeta al cinturon y fumando una pipa, se precipito hacia la selva. Una mujer de Orange (New Jersey), refiriendose a si misma como «representante estadounidense» de Winton, fue enviando comunicados a la RGS para los que empleo un papel que llevaba repujado, a modo de membrete: «Albert de Winton, expedicion a LA JUNGLA BRASILENA INEXPLORADA EN BUSCA DEL CORONEL p. h. fawcett». Nueve meses despues de que Winton entrara en la selva, salio con la ropa hecha jirones y el rostro consumido. El 4 de febrero de 1934, los periodicos publicaron una foto de el con el pie: «Albert Winton, actor de Los Angeles, no esta caracterizado para una pelicula dramatica. El aspecto que presenta es fruto de los nueve meses en la selva sudamericana».65 Tras un breve descanso en Cuiaba, donde visito un museo que albergaba una exposicion dedicada a Fawcett, Winton volvio a la region del Xingu. Transcurrieron meses sin que se supiera de el. Pero un dia, en septiembre, un corredor indigena surgio de la selva con una maltrecha nota de Winton. En ella decia que habia caido prisionero de una tribu y suplicaba: «Por favor, envien ayuda». La hija de Winton informo a la RGS de «este grave giro de los acontecimientos»,66 y rogaba que alguien de la Royal Society acudiera a salvar a su padre. No obstante, nadie volvio a verle nunca. Anos despues, oficiales brasilenos supieron por indigenas de la region que dos miembros de la tribu kamayura habian encontrado a Winton flotando en una canoa a la deriva, desnudo y medio enloquecido. Uno de los kamayura le aplasto la cabeza con un garrote y luego le quito el rifle.67

Historias como esta apenas contribuyeron a disuadir al sinfin de exploradores que volvieron a intentar encontrar a Fawcett o la Ciudad de Z. Hubo expediciones lideradas por alemanes, italianos, rusos y argentinos. Hubo una joven licenciada en antropologia por la Universidad de California; un soldado estadounidense que habia servido con Fawcett en el frente occidental; tambien Peter Fleming, hermano de Ian Fleming, el creador de James Bond, y un grupo de bandidos brasilenos. En 1934, el gobierno brasileno, desbordado por el aumento incesante de las partidas de busqueda, emitio un decreto prohibiendolas hasta que se les concediera un permiso especial; sin embargo, los exploradores seguian internandose en la selva, con permiso o sin el.

Aunque no existen estadisticas fidedignas, un calculo reciente eleva a un centenar el coste en muertes de estas expediciones. La licenciada por la Universidad de California, quien, en 1930, fue una de las primeras mujeres antropologas que viajaron a la region para llevar a cabo una investigacion, consiguio regresar pero murio pocos anos despues a consecuencia de una infeccion contraida en el Amazonas. En 1939, otro antropologo estadounidense se ahorco de un arbol en la selva. (Dejo un mensaje en el que decia: «Los indios van a quitarme mis notas […]. Son muy valiosas y pueden ser desinfectadas y enviadas al museo. Quiero que mi familia crea que falleci por causas naturales en un poblado indigena».)68 Un buscador perdio a su hermano, victima de las fiebres. «Intente salvarle -dijo a Nina-, pero, desgraciadamente, no pude hacer nada, de modo que le enterre en la orilla del Araguaya.»69

Al igual que Rattin y Winton, otros exploradores parecian evaporarse de la faz de la tierra. En 1947, segun el reverendo Jonathan Wells, misionero en Brasil, una paloma mensajera salio de la selva con una nota escrita por un profesor de escuela neozelandes de treinta y dos anos, Hugh McCarthy, obsesionado con encontrar Z. Wells dijo que habia conocido a McCarthy en su mision cristiana, ubicada en la periferia oriental del Mato Grosso, y que le habia advertido que moriria si se internaba solo en la selva. Pero McCarthy se nego a abandonar su proyecto, relato Wells, y entonces este dio al profesor siete palomas mensajeras para que fuera enviando mensajes, y McCarthy las coloco en cestas de mimbre a bordo de su canoa. La primera nota llego seis semanas despues. Decia: «Sigo bastante enfermo por el accidente, pero la inflamacion de la pierna va remitiendo […]. Manana parto para proseguir con mi mision. Me dicen que las montanas que busco estan a solo cinco dias de aqui. Que Dios te proteja. Hugh». Un mes y medio despues, una segunda paloma llego hasta Wells con un nuevo mensaje. «Me encuentro […] en nefastas circunstancias -escribia McCarthy-. Hace ya mucho que abandone la canoa y el rifle, pues este resulta inutil en la selva. Se me ha acabado la comida y sobrevivo con bayas y frutos silvestres.» La ultima noticia sobre McCarthy llego en una tercera nota que decia: «He concluido mi trabajo y muero feliz, sabiendo que mi creencia en Fawcett y en su Ciudad de Oro perdida no era vana».70

Nina seguia de cerca el desarrollo de todo lo que acontecia con respecto a lo que ella denominaba «El Misterio Fawcett». Se habia convertido en una especie de detective: examinaba documentos y, con una lupa, estudiaba los antiguos cuadernos de bitacora de su esposo. Un visitante la describio sentada frente a un mapa de Brasil, lapiz en mano; a su alrededor, desperdigadas, las ultimas cartas y fotografias de su marido y de su hijo, asi como un collar de conchas que Jack le habia enviado desde el Puesto Bakairi. Por peticion expresa de Nina, la RGS compartia con ella todas las noticias de posibles avistamientos o rumores relacionados con la suerte de la partida. «Usted siempre ha defendido la valerosa opinion de que puede juzgar mejor que nadie el valor de una prueba»,71 le dijo un alto cargo de la RGS. Ella insistia en que se habia «entrenado» para ser siempre imparcial, de modo que, al igual que un juez, emitia un veredicto ante cualquier nueva prueba que presentaban las diversas teorias sobre la suerte de su marido. En una ocasion, despues de que un aventurero aleman asegurara haber visto a Fawcett con vida, ella escribio airada que ese hombre tenia «mas de un pasaporte, al menos tres alias, ?y un buen fajo de articulos de prensa que hablan de el!».72

Pese a sus esfuerzos por seguir siendo objetiva, confeso a su amigo Harold Large, despues de que se propagaran rumores de que los indigenas habian masacrado a la partida: «Mi corazon esta lacerado por los terribles relatos que estoy obligada a leer y mi imaginacion evoca imagenes espantosas de lo que podria haber ocurrido. Requiere toda mi fuerza de voluntad expulsar todos estos horrores de mis pensamientos. El desgaste es brutal».73 Otro amigo de Nina informo a la Royal Geographical Society que «lady Fawcett esta sufriendo en cuerpo y alma».74

Nina encontro entre sus documentos un fajo de cartas que Fawcett habia escrito a Jack y a Brian cuando llevaba a cabo su primera expedicion, en 1907. Informo a Large que se las habia entregado a Brian y a Joan «para que ambos conozcan la verdadera personalidad del hombre de quien descienden. -Y anadia-: Hoy esta muy presente en mis pensamientos: es su cumpleanos».75

Para 1936, la mayoria de la gente, incluso los Rimell, habia llegado a la conclusion de que la partida habia perecido. El hermano mayor de Fawcett, Edward, dijo a la RGS: «Debo actuar en la conviccion, albergada desde hace mucho tiempo, de que todos ellos murieron hace ya anos».76 Pero Nina se negaba a aceptar que su esposo no fuera a regresar y que ella misma habia accedido a enviar a su hijo a la muerte. «Soy una de los pocos que aun creen»,77 dijo. Large se referia a ella78 como «Penelope» esperando el «regreso de Ulises».79

Del mismo modo que le ocurrio a Fawcett con Z, la busqueda de los exploradores desaparecidos se convirtio para Nina en una obsesion. «El regreso de su esposo es lo unico por lo que vive hoy», le comento un amigo al consul general en Rio. Nina apenas tenia dinero: recibia tan solo una parte de la pension de Fawcett y una pequena cantidad que Brian le enviaba desde Peru. Con el paso de los anos, empezo a vivir como una indigente nomada, deambulando con su fardo a cuestas, repleto de papeles relacionados con Fawcett, entre Peru, donde vivia Brian, y Suiza, donde Joan se habia instalado con su marido, el ingeniero Jean de Montet y sus cuatro hijos, entre ellos Rolette. Cuantas mas personas dudaban de que los exploradores siguieran con vida, con tanto mas desespero se aferraba Nina a las pruebas que demostraran su fe. Cuando una de las brujulas de Fawcett aparecio en el Puesto Bakairi, en 1933, ella insistio en que su esposo la habria dejado alli en fechas recientes como un indicio de que estaba vivo. Aunque, tal como senalo Brian, era evidente que se trataba de algo que su padre habia dejado alli antes de partir. «Tengo la impresion -escribio Nina a un contacto de Brasil- que en mas de una ocasion el coronel Fawcett ha intentado dar senales de su presencia, y de que nadie, excepto yo, ha comprendido su significado.»80 En ocasiones firmaba sus cartas con un «Creeme».

En la decada de 1930, Nina empezo a recibir informes de una nueva fuente: los misioneros que se estaban introduciendo en la region del Xingu con el proposito de convertir a lo que uno de ellos denomino «los indios mas primitivos y atrasados de toda Sudamerica».81 En 1937, Martha L. Moennich, una misionera estadounidense, caminaba por la selva con los parpados inflamados por picaduras de garrapatas y recitaba la promesa del Senor -«Yo estoy con vosotros todos los dias, hasta el fin del mundo»- cuando, segun aseguro, hizo un extraordinario hallazgo: en el poblado kuikuro conocio a un muchacho de piel clara e intensos ojos azules. La

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