del arqueologo actual, y nunca cuestiono el dogma de que cualquier ciudad perdida del Amazonas tenia sus origenes en Europa. Pero aunque Fawcett era un aficionado, siguio adelante y fue capaz de ver cosas con mayor claridad que los eruditos profesionales.

– Quiero mostrarle algo -dijo Heckenberger en un momento dado.

Con el machete en ristre, nos llevo a Paolo, a Afukaka y a mi al interior de la selva. Mientras avanzabamos, Heckenberger cortaba en los arboles zarcillos que crecian en vertical buscando los rayos del sol. Tras caminar algo mas de un kilometro, llegamos a una zona donde la vegetacion era algo mas rala. Heckenberger senalo al suelo con el machete.

– ‹? Ve como la tierra se hunde? -pregunto.

Ciertamente la tierra parecia descender en un tramo largo, y luego parecia volver a ascender, como si alguien hubiese cavado una enorme zanja.

– Es un foso -explico Heckenberger.

– ?Que quiere decir con que es un foso?

– Un foso. Una zanja defensiva -anadio-. De hace casi novecientos anos.

Paolo y yo intentamos seguir los contornos de la zanja, que dibujaba un circulo casi perfecto por entre la selva. Heckenberger dijo que originalmente el foso habia tenido una profundidad de entre tres metros y medio y cinco. Media casi un kilometro y medio de diametro. Pense en las «zanjas enormes y profundas» que se decia que el espiritu Fitsi-fitsi habia excavado alrededor de los asentamientos.

– Los kuikuro conocian su existencia, pero no sabian que habian sido sus propios ancestros quienes las habian hecho -dijo Heckenberger.

– Creiamos que eran obra de los espiritus -dijo Afukaka, que habia participado en la excavacion.

Heckenberger se acerco a un hoyo rectangular que el mismo habia excavado. Paolo y yo miramos desde el borde junto al jefe. La tierra que habia quedado a la vista, en contraste con otras zonas de la selva, era oscura, casi negra. Mediante el sistema de datacion por radiocarbono, Heckenberger habia deducido que la trinchera era del ano 1200 d. C, aproximadamente. Senalo con la punta del machete al fondo del agujero, donde parecia haber un foso dentro del foso.

– Ahi es donde colocaron la empalizada -dijo.

– ?Una empalizada? -pregunte.

Heckenberger sonrio.

– Alrededor del foso -prosiguio- puede ver esa especie de embudos repartidos de forma equidistante. Solo hay dos explicaciones posibles: o bien ponian trampas en el fondo o metian algo en ellos, como troncos.

Dijo que la posibilidad de que se tratara de trampas para que cayeran en ellas los enemigos invasores era improbable, dado que las personas a las que el foso debia proteger tambien habrian corrido peligro. Y aun anadio mas: cuando examino las zanjas con Afukaka, el jefe le refirio una leyenda sobre un kuikuro que habia escapado de otro poblado saltando por encima de «una gran empalizada y una zanja».

Aun asi, nada de aquello parecia tener sentido. ?Por que iba a construir nadie una zanja y una empalizada en medio de la selva?

– Aqui no hay nada -dije.

Heckenberger no respondio; por el contrario, se agacho y escarbo en el barro. Extrajo un pedazo de arcilla endurecida con ranuras en los bordes. Lo alzo hacia la luz.

– Trozos de ceramica -dijo-. Estan por todas partes.

Mientras observaba otros fragmentos que habia en el suelo, pense en como habia insistido Fawcett en que en ciertas zonas elevadas del Amazonas «hurgando apenas un poco se encuentra gran abundancia» de ceramica antigua.5

Heckenberger dijo que estabamos en medio de un inmenso asentamiento ancestral.

– Pobre Fawcett. Se acerco tanto… -dijo Paolo.

El asentamiento se encontraba exactamente en la region donde Fawcett creia que estaba; pero era incomprensible por que no habia conseguido verlo, segun dijo Heckenberger.

– En la selva no hay mucha piedra, y la mayor parte de los asentamientos se construian con materiales organicos, como madera, hojas de palmeras y monticulos de tierra, que se descomponen -nos explico-. Pero en cuanto empiezas a cartografiar la zona y a excavarla, te quedas pasmado con lo que ves.

Echo a andar de nuevo por la selva, senalando lo que sin duda eran restos de un paisaje esculpido por el hombre. No habia una zanja sola sino tres, dispuestas en circulos concentricos. Habia una plaza circular gigantesca en la que crecia una vegetacion diferente de la del resto de la selva, porque en el pasado habia sido arrancada. Y parcelas de tierra aun mas oscura que evidenciaban la antigua presencia de viviendas, pues la descomposicion de desperdicios y desechos humanos la enriquece y oscurece.

Mientras caminabamos, repare en un terraplen que se internaba en la selva en linea recta. Heckenberger dijo que era la curva de una carretera.

– ?Tambien tenian carreteras? -pregunte.

– Carreteras, pasos elevados, canales… -Heckenberger dijo que algunas habian tenido una anchura de casi cincuenta metros-. Incluso encontramos un lugar donde la carretera se acaba junto a la ribera de un rio, en una especie de rampa ascendente, y luego continua en la otra orilla con una rampa descendente. Lo cual solo puede significar una cosa: tuvo que haber alguna clase de puente de madera que conectara las dos orillas, sobre una extension de unos ochocientos metros.

Se trataba de los mismos pasos elevados y de los mismos asentamientos de los que los conquistadores espanoles habian hablado cuando visitaron el Amazonas, los mismos en los que Fawcett habia creido fervientemente y que los cientificos del siglo xx habian desechado como mitos. Le pregunte adonde llevaban las carreteras, y el dijo que se prolongaban hasta otros asentamientos igual de complejos.

– Solo le he traido a ver el mas cercano -dijo.

En total, habia excavado veinte asentamientos precolombinos en el Xingu, que habian sido ocupados aproximadamente entre el 800 y el 1600 d. C. Los asentamientos distaban entre si unos cinco kilometros y estaban conectados por carreteras. Pero lo mas asombroso era que las plazas estaban dispuestas coincidiendo con los puntos cardinales, de este a oeste, y las carreteras se correspondian con los mismos angulos geometricos. (Fawcett dijo que los indigenas le habian referido leyendas que describian «muchas calles en angulos rectos».)

Heckenberger tomo prestado mi cuaderno de notas y empezo a esbozar un circulo grande, luego otro y despues otro. Eran las plazas y los poblados, dijo. A continuacion dibujo aros a su alrededor que, comento, eran los fosos. Por ultimo, anadio varias lineas paralelas que partian de los asentamientos con formas geometricas: las carreteras, los puentes y los pasos elevados. Cada una de las formas parecia encajar en un todo complejo, como un cuadro abstracto cuyos elementos solo adquieren coherencia desde la distancia.

– Cuando mi equipo y yo empezamos a cartografiarlo todo, descubrimos que nada era casual -dijo Heckenberger-. Todos estos asentamientos estaban dispuestos de acuerdo con un plan muy elaborado, con cierta nocion de ingenieria y matematicas que rivalizaba con todo lo que estaba ocurriendo en gran parte de Europa en aquel tiempo.

Heckenberger dijo que antes de que las enfermedades occidentales asolaran a la poblacion, cada conjunto de asentamientos albergaba entre dos mil y cinco mil habitantes, lo que significaba que la comunidad mas grande era del tamano de muchas ciudades medievales europeas.

– Esta gente tenia un gusto por lo monumental -anadio-. Disponian de carreteras, plazas y puentes de gran belleza. Sus monumentos no eran piramides, lo que explica que sean tan dificiles de encontrar; se trataba mas bien de elementos horizontales, pero no por ello menos extraordinarios.

Heckenberger me comento que acababa de publicar su estudio en un libro titulado The Ecology of Power. Susan Hecht, geografa de la School of Public Affairs de la UCLA, definio los hallazgos de Heckenberger como «portentosos». Otros arqueologos y geografos me los describieron despues como «monumentales», «transformadores» y «revolucionarios». Heckenberger ha contribuido a transformar la vision del Amazonas como un paraiso ilusorio que nunca podria albergar lo que Fawcett habia previsto: una civilizacion prospera y esplendida.6

Mas adelante, descubri que otros cientificos7 estaban contribuyendo a esta revolucion en la arqueologia, que desafia abiertamente todas aquellas creencias que durante un tiempo se tenian sobre las Americas precolombinas. Estos arqueologos se ayudan con frecuencia de aparatos que superan todo cuanto el

Вы читаете La ciudad perdida de Z
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×