Kovalenko ladeo la cabeza. Lenard hablaba con frialdad, pronunciando simplemente las palabras. Algo iba mal.

– Ayer estuvo usted casi todo el dia de viaje, ?no es cierto?

– Si. De Zurich a Paris, y de Paris a Moscu. Debi haberlo llamado en mi escala en Paris, lo siento. ?Que sucede? ?Por que me llama?

– Por el tono de su voz debo suponer que todavia no se ha enterado.

– ?Enterado de que?

– Nicholas Marten.

– ?Que pasa con el?

– Esta muerto.

– ?Como?

– Fue atacado por un grupo de activistas radicales en Davos, el viernes por la noche.

– Dios mio. -Kovalenko se paso una mano por el pelo y se levanto de la cama.

– ?Que ocurre? -Su mujer se dio la vuelta y lo miro desde la almohada.

– Nada, Tatiana, vuelve a dormirte. -Volvio a dirigirse al telefono-. Dejeme llamarlo dentro de media hora, Philippe… a su movil, si. -Kovalenko colgo y dejo la mirada perdida.

– ?Que ocurre? -insistio Tatiana.

– Un hombre al que conocia, un americano; lo mataron el viernes por la noche en Suiza. No se muy bien que hacer.

– ?Era amigo tuyo?

– Si, era amigo.

– Lo siento. Pero, si esta muerto, ?que puedes hacer por el?

Kovalenko aparto la vista. Fuera oyo un camion que pasaba, con un fuerte ruido del cambio de marchas.

De pronto volvio a mirar a Tatiana:

– Te hice mandar un sobre desde Zurich el… -Kovalenko tuvo que pararse a pensar, todos los dias se le juntaban- viernes. Todavia no ha llegado.

– Estas hablando de antes de ayer, claro que no ha llegado. ?Por que?

– Nada, no es importante. -Kovalenko se tiro del lobulo de la oreja y cruzo la estancia, luego se volvio hacia ella-. Tatiana, ya se que acabo de llegar a casa, pero tengo que ir al ministerio.

– ?Cuando?

– Ahora.

– ?Y los ninos? Llevan mucho tiempo sin verte.

– Tatiana, tengo que ir ahora.

5

Ministerio de Justicia ruso, 7:55 h

Kovalenko no habia vuelto a llamar a Lenard en la media hora que le prometio. La unica llamada que habia hecho habia sido a su superior inmediato, Irina Malikova, una mujer de cincuenta y dos anos, madre de cinco hijos y jefa de investigaciones del Ministerio de Justicia. Tenia que hablar con ella y en un espacio seguro como su despacho en el ministerio, cuanto antes.

Lo que iba a contarle era lo que hasta entonces habia sido tan reticente a explicar a nadie por su pura volatilidad y por su falta de pruebas concluyentes. Pero ahora tenia la sensacion de que no le quedaba mas remedio que revelarlo porque era un asunto que afectaba a la seguridad nacional. Lo que iba a contarle era que Alexander Cabrera, segundo en la linea de sucesion al trono imperial, era con toda probabilidad el loco Raymond Oliver Thorne, el hombre responsable de los asesinatos de miembros de la familia Romanov en America el ano anterior, de Fabien Curtay en Monaco, y de Alfred Neuss, de James Halliday, un antiguo detective de homicidios del LAPD, del corresponsal en Paris del Los Angeles Times Dan Ford, y de dos personas mas, una a las afueras de Paris y otra en Zurich… y, estaba seguro, de la muerte de Nicholas Marten en Villa Enkratzer, en Davos.

Lo que su superior Irina Malikova, de pelo gris y ojos azules, iba a decirle -en el interior de su despacho sin ventana de la tercera planta de aquel edificio utilitario del 4.a Ulitsa Vorontzovo Pole- era, para el mundo exterior, informacion altamente secreta, pero al mismo tiempo tambien era algo que todos los presentes en Villa Enkratzer ya sabian.

– El senor Cabrera no es el segundo en la linea de sucesion al trono -dijo Irina Malikova-. Ya es el zarevich. Sir Peter Kitner Mikhail Romanov abdico ayer formalmente en favor de su hijo.

– ?Que?

– Si.

Kovalenko estaba atonito. Practicamente todo lo que Marten le habia predicho estaba sucediendo.

– De modo que, inspector, le resultara mas que obvio que le primer zarevich de Todas las Rusias desde la revolucion no puede ser tambien un criminal comun. Un asesino en serie.

– El problema, senora inspectora jefe, es que estoy practicamente convencido de que lo es. Y con sus huellas digitales, podria eliminar cualquier duda al respecto.

– ?Como?

– Tengo un disquete de ordenador. Pertenecia al antiguo detective de homicidios de la Policia de Los Angeles asesinado en Paris.

Contiene la ficha original del arresto de Raymond Thorne en Los Angeles, y en ella figuran su foto y sus huellas digitales. Tan solo necesitamos las huellas de Cabrera para saberlo con seguridad.

– Thorne esta muerto -dijo Irina Malikova con rotundidad.

– No -insistio Kovalenko-. Tengo todos los motivos para creer que es Cabrera. Su aspecto ha sido transformado mediante cirugia plastica, pero no sus huellas.

Malikova vacilo, mientras lo escrutaba.

– ?Quien mas sabe lo del disquete? -pregunto al final.

– Solo lo sabiamos Marten y yo.

– ?Esta seguro?

– Si.

– Y no hay ninguna copia.

– No que yo sepa.

– ?Donde esta ahora este documento?

– En el correo, de camino a mi domicilio. Fue enviado el viernes desde Zurich.

– Cuando lo reciba, entreguemelo de inmediato. De dia o de noche, me da igual. Y… esto es muy importante: no hable con nadie de este asunto. Con nadie.

Irina Malikova miro fijamente a Kovalenko, como si con ello quisiera subrayar la importancia y el peso inmenso de su orden; luego su actitud se suavizo y sonrio:

– Ahora vuelva a su casa y este con su familia. Lleva demasiado tiempo lejos de ellos.

Esto fue el final de la conversacion y Malikova se volvio para abrir un archivo de su ordenador. Pero Kovalenko no habia terminado.

– Si puedo preguntarle una cosa, senora inspectora jefe -dijo, a media voz-, ?por que me apartaron de la investigacion?

Irina Malikova vacilo de nuevo y luego lo miro:

– Fue una orden de arriba.

– ?De quien?

– «La participacion del personal del Ministerio de Justicia en casos en el extranjero debe cesar de

Вы читаете La huida
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату