pelo lila y tratando de huir de la zona por cualquier medio posible. Luego procedio a ordenar que doblaran los efectivos de policia en los principales puntos de salida -aeropuertos, estaciones de tren y terminales de autobus- y a distribuir la foto de Raymond a todas las peluquerias, con la expectativa de que Raymond ya se habria hecho tenir el pelo para parecerse a la victima o trataria de hacerlo en breve. Y por ultimo, habia mandado una orden tajante a todas las comisarias, desde San Francisco hasta San Diego, pidiendo que apartaran e identificaran a cualquier varon de raza blanca de edad comprendida entre quince y cincuenta anos que llevara el pelo lila. «Ya se disculparan luego», acababa su orden.
– Detective -dijo Grammie Nomura, volviendose hacia Barron-. Ese sospechoso al que buscan, se lo veo en todo lo que hace. Por su postura, por la manera en que camina arriba y abajo, por su ansiedad de que termine…
– ?Que es lo que ve?
– Que quiere atraparlo. Usted, personalmente.
– Solo quiero atraparlo. Me da igual quien lo haga o como.
– Pues entonces creame y que sea asi, y limitese a hacer su trabajo. Si deja que se le meta dentro acabara recibiendo un tiro.
– Si, Grammie. -Barron sonrio.
– No se lo tome a la ligera, detective. Lo he visto otras veces, y llevo aqui muchos mas anos que usted. -Se volvio a mirar el dibujo-. Aqui, venga a ver esto.
Barron se le acerco por detras. Estaba dibujando los ojos, llenandolos de brillo y de pasion, devolviendole poco a poco la vida al chico asesinado. Verlo impresiono a Barron de tal manera que su desprecio hacia Raymond se hizo mas intenso. La percepcion de Grammie era correcta, pero su advertencia llegaba demasiado tarde. John queria detener a Raymond personalmente: ya lo llevaba debajo de la piel.
40
Polchak estaba encorvado a la sombra de un arbusto, tratando de entender el sentido de todo aquello. Red estaba agachado un poco mas abajo, escrutando el suelo donde habia estado la victima hasta hacia unos momentos. Hacia un buen rato que el cadaver habia sido retirado por el cuerpo de forenses, y los de la policia cientifica se habian marchado tambien. Ahora ya solo quedaban ellos dos, los detectives mas veteranos de la 5-2 que reflexionaban sobre el terreno, como llevaban haciendo muchos anos; como viejos perdigueros que husmean y tratan de entender lo que ha ocurrido y como. Y adonde puede haber ido el criminal despues de hacerlo.
Red se levanto y cruzo con cautela hacia el otro lado:
– No hay ni ramas rotas, ni marcas en la tierra. Al chico no lo han arrastrado hasta aqui, ha venido voluntariamente.
– ?Un encuentro homosexual?
– Puede ser. -Red siguio examinando el suelo. Lo que mas deseaba era encontrar alguna pista que lo llevara hasta el lugar al que el asesino habia ido despues-. ?Recuerdas el taxi? Pensabamos que Raymond estaba dentro y no estaba. A lo mejor el chico ha pensado que Raymond era homosexual porque el le ha inducido a pensarlo - dijo, mirando a Polchak.
– Subio en el
Justo en aquel momento sono el telefono de McClatchy y el lo saco del bolsillo.
– ?Cual? -le dijo a Polchak, y luego abrio el movil-. McClatchy.
– Hola, Red, soy G.R. -le dijo una voz animada-. ?Como te va el dia?
G.R. era Gabe Rotherberg, el jefe de detectives de la policia de Beverly Hills.
– ?Tu que crees?
– Tal vez pueda ayudarte -dijo Rotherberg.
– ?No me estaras diciendo que lo teneis?
Polchak se volvio de golpe. ?Que estaba pasando? -No, pero creo que tenemos a otra de sus victimas.
Raymond estaba de pie, agarrado a la barandilla y embutido entre la muchedumbre de trabajadores del extrarradio que abarrotaban el autobus numero 6 blanco y verde de Culver City, bajando por Sepulveda Boulevard hacia la principal estacion de autobuses de Los Angeles.
Se habia alejado deliberadamente de la policia que estaba en Spalding Drive y llego a Wilshire Boulevard justo cuando el autobus metropolitano descargaba pasajeros. Entonces se acerco tranquilamente a una mujer regordeta de mediana edad que bajaba y le pregunto si sabia como ir a Santa Monica en autobus. Al principio la mujer se sobresalto, pero luego lo miro y se le ilumino la mirada como les ocurria a muchas mujeres, como si quisiera envolverlo y llevarselo a casa en aquel instante.
– Si -le dijo-. Venga, se lo ensenare.
Entonces lo acompano, cruzando la gran explanada de la interseccion de los boulevares Wilshire y Santa Monica, y le dijo que tomara el autobus numero 320 hasta Santa Monica. Casi no recordaba el tiempo que estuvo alli esperando, pero le parecio que pasaban unos pocos segundos hasta que llego el bus y se subio a el, despues de darle las gracias educadamente a la mujer. Miro por la ventana mientras el autobus arrancaba y la vio, mirandolo. Finalmente, ella se volvio y se alejo por el mismo camino por el que lo habia llevado, encorvada, con el bolso metido debajo del brazo, con el mismo aspecto que tenia la primera vez que la vio, ya apagada del todo la luz que brillaba cuando caminaba a su lado.
Sin embargo, a pesar de toda la ayuda que le acababa de prestar, Raymond sabia que podia convertirse en un estorbo descomunal, en especial si ponia la tele al llegar a su casa y veia su foto y llamaba a la policia. Por eso le habia pedido que le ensenara como llegar a Santa Monica en vez de al aeropuerto, y luego espero a preguntarle a alguien en el bus donde cambiar a un bus que lo llevara al aeropuerto internacional de Los Angeles.
– Bajese en Westwood y coja el bus de Culver City numero seis. Lo lleva directamente a la estacion de autobuses -le dijo animadamente un cartero que iba a su lado-. Alli hay una lanzadera gratuita que lo llevara al aeropuerto. Es muy facil.
Y eso era lo que habia hecho, bajar en Westwood y esperar en una esquina junto a media docena mas de personas hasta que llego el seis. Cuando lo hizo, se aseguro de que era el ultimo en subir. Entonces metio el movil de Charles Bailey con cuidado debajo de la rueda delantera del autobus justo antes de subir; luego se coloco al lado de la conductora mientras el autobus arrancaba y oyo el ligero crujido del movil que quedaba aplastado contra el asfalto.
Despues ocupo su sitio entre los pasajeros. Alli, como en el bus anterior y como cuando esperaba en la parada que llegara este -y a pesar de la difusion publica de su foto de la ficha policial y de la peticion de John Barron para que la gente lo denunciara-, con sus pantalones y su cazadora vaqueros, la mochila y la gorra de los L.A. Dodgers bien calada y que le tapaba casi todo el pelo tenido de lila, nadie le presto la mas minima atencion.