– No pasa nada, Jimmy. Estoy bien. -Barron desvio la mirada.

Lo ultimo que queria era escuchar mas argumentos para justificar la ejecucion.

– John -dijo Halliday, mirandolo con una expresion de advertencia en el rostro-. La leyenda es que nadie ha abandonado la brigada en toda su historia. Pero no es verdad.

– ?Que quieres decir?

De pronto Halliday miro atras, luego puso la sirena y cruzo cuatro carriles a toda velocidad para tomar la siguiente salida. Al final de la rampa se detuvo detras de una hilera de coches, luego volvio a poner la sirena y los rodeo, giro bruscamente a la derecha en un semaforo en rojo y salio acelerando en direccion norte, por Robertson Boulevard en direccion a Beverly Hills.

– Mayo de 1965, detective Howard White -dijo Halliday-. Agosto de 1972, detective Jake Twilly. Diciembre de 1989, detective Leroy Price. Y estos son solo los tres que yo he descubierto.

– ?Lo dejaron?

– Si, lo dejaron. Y los tres estan muertos por este motivo, por y para la brigada. Y todos recibieron honores de heroe a posteriori. Por eso te digo que, si tienes un problema, me lo digas. No seas tan estupido como para pensar que puedes actuar en solitario. Acabaras con una bala en la cabeza.

– No pasa nada, Jimmy, no te preocupes -dijo Barron a media voz-. De veras, no te preocupes.

17.20 h

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LAX, aeropuerto internacional de Los Angeles, 17:55 h

La lanzadera cerro sus puertas, y de nuevo se mezclo el olor acre de aire de mar con el de los gases de las aeronaves y el olor seco de los cuerpos de los viajeros cansados mientras el conductor arrancaba en la terminal internacional Tom Bradley y se adentraba en el trafico del bucle interior del aeropuerto.

Raymond estaba de pie en el centro del autobus, anonimo como cualquier otro pasajero, agarrado a la barandilla y aguardando con paciencia las paradas de las terminales 1 y 2 y luego la terminal Tom Bradley, donde se encontraba Lufthansa.

Tenia los nervios cada vez mas afilados, consciente de que a cada minuto que pasara habria mas angelinos que habrian visto los noticiarios con su foto por television. ?Que habia dicho Barron? «Nosotros somos nueve millones y tu uno.» ?Cuanto tiempo pasaria antes de que uno de ellos lo reconociera y sacara el movil alli mismo para llamar a la policia?

Aunque hasta entonces habia tenido suerte, todavia le quedaba pasar por el mostrador de Lufthansa y el arriesgado tramite de usar el pasaporte de Josef Speer y su tarjeta de credito para pagar el billete. Y luego, suponiendo que hubiera tenido suerte, le quedaban mas de tres horas hasta la salida de su vuelo, lo cual suponia esperar en publico todo ese tiempo. La baronesa le habia asegurado que si tenia la astucia y la malicia de sobrevivir, esta seria una experiencia de valor incalculable, y tenia razon. Hasta aqui sus herramientas le habian servido, y sabia que si se mantenia alerta y no caia en las garras de sus propios miedos o de la tenacidad policial, si seguia avanzando igual que hasta ahora, tenia todos los motivos para pensar que a esa misma hora de manana se encontraria en Londres.

Parking de la policia de Los Angeles, Parker Center, 18:25 h

John Barron hizo todos los movimientos como si estuviera sonando: abrir la puerta del Mustang, meterse detras del volante. Ya casi no se acordaba de la conversacion con la chica de la pizzeria de Beverly Hills. Hacia las 14:00, la joven habia observado al hombre que le resulto tan parecido al fugitivo de la policia cuya foto habia visto por television, pero luego no penso mucho mas en ello y se marcho a casa. Luego volvio a ver otra vez la foto por television y se lo dijo a su madre, quien llamo de inmediato a la policia de Beverly Hills. La interrogaron y la volvieron a llevar a la pizzeria, donde describio las circunstancias y les senalo el lugar en el que estuvo el hombre. Les volvio a contar la misma historia a Halliday y Barron cuando llegaron. El hombre era muy parecido a Raymond. Llevaba vaqueros y una cazadora tejana. No sabia si tenia el pelo tenido porque llevaba una gorra de beisbol. Tal vez con algun logotipo deportivo, pero no lo recordaba.

La mujer de Beverly Hills con la que Lee y Valparaiso habian hablado les dio una descripcion similar de un hombre joven al que habia ayudado a encontrar el autobus que llevaba a Santa Monica un poco despues de las dos. La hora coincidia. Y les indicaba, tambien, que habia ido en direccion oeste desde Brighton Way hasta la esquina de Wilshire con Santa Monica Boulevard. La mujer redondeo la descripcion de la chica de la pizzeria diciendo que era un hombre guapisimo y que llevaba una mochila.

Con esta informacion en mano, Red ordeno el traslado inmediato de la investigacion a la zona entre Beverly Hills y Santa Monica, e hizo intervenir al departamento del sheriff de Los Angeles y a la policia de Santa Monica. Intervenir, quiza, pero todo el mundo sabia que Raymond pertenecia a la brigada 5-2, y si lo encontraban, la prensa y el publico serian mantenidos al margen hasta que llegara la 5-2 y se ocupara de el.

Barron puso el motor del Mustang en marcha, saco el coche de la plaza de parking y salio de alli. Se iba a casa, como Halliday, a descansar un poco mientras Red y los otros seguian trabajando, coordinando sus esfuerzos desde el Parker Center.

?Casa? ?Descansar? ?Que significaban aquellas palabras?

Durante casi cinco anos penso que estaba desempenando una profesion honorable, y luego le llego la supuestamente sonada promocion en la 5-2. Y entonces, casi de la noche a la manana, el sueno se convirtio en una pesadilla inimaginable y todo se torcio, se mancho y se quedo boca abajo. La idea de quedarse cruzado de brazos y contemplar como ejecutaban a Raymond le ponia enfermo. Sin embargo, si Raymond hubiera tan siquiera apuntado su arma contra cualquiera de ellos, Barron le hubiera disparado al instante y sin pensarselo dos veces. Y el hecho era que ya habia tratado de cargarselo en el parking de enfrente del Tribunal Penal, pero Raymond se le escapo en el ultimo instante y esquivo la bala. De modo que, si podia haberlo hecho alli mismo, delante de todo el mundo, ?que diferencia habia con llevarlo a un lugar oculto y hacer lo mismo?

De entrada, la respuesta era facil. El era policia, no asesino. La advertencia de Red le habia dado mas motivos que nunca para abandonar la 5-2. Y por muy alarmante que resultara, la advertencia de Halliday no lo habia amedrentado. El problema era el tiempo. Al actuar de acuerdo con la brigada sin mostrar sus cartas, como habia planeado, hasta que la doctora Flannery le encontrara un lugar al que llevar a Rebecca, le estaba dando a la 5-2 y a el mismo tiempo para atrapar a Raymond. Y cuando ocurriera le obligarian otra vez a formar parte de su ejecucion. Este hecho ya era lo bastante horrible, pero no tanto como el pensamiento que le habia invadido aquella tarde y que le continuaba acechando: cada vez veia mas claro que matar a alguien como Raymond podia estar justificado. Y una vez aceptada esta premisa, todo lo demas resultaba facil. Sencillamente, participar como el resto del grupo -imperturbable, inmune, natural-, creyendo que aquello era por el bien de todos y lo que habia que hacer.

– ?No! ?Maldita sea! -escupio, gritando.

Todo aquello era como una droga seductora y monstruosa y algo en lo que no podia y no queria participar otra vez. Atrapar a Raymond era tan solo cuestion de tiempo. Solo cuestion de tiempo que tuvieran a Raymond acorralado y a solas y uno de ellos lo encanonara con su arma y apretara el gatillo. Eso significaba que no tenia mas alternativa que ir a Saint Francis, recoger a Rebecca y marcharse de Los Angeles en aquel momento, ahora, esta noche.

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