«Tu tambien puedes llamar al 911, lo mismo que todos los demas. Sencillamente, pregunta por mi. Ya sabes como me llamo, detective John Barron, de la brigada cinco dos. Vendre a recogerte personalmente, donde tu me digas. Asi no le haras dano a nadie mas.»Raymond se acerco un poco mas, intrigado por las maneras de Barron pero igualmente sorprendido de que hubieran encontrado el cuerpo de Speer tan rapido y al mismo tiempo lo hubieran relacionado con el.
De pronto sintio una presencia y miro a su izquierda. Una muchacha adolescente lo observaba. Cuando vio que la miraba, se giro y se acerco mas a la pantalla, aparentemente atraida por lo que estaba pasando.
Raymond volvio a mirar y vio que la imagen de Barron desaparecia del televisor. En su lugar aparecio su foto de cuando lo ficho la policia. Se vio el mismo fotografiado de frente y de perfil. Ahora el video volvia a mostrar a Barron en el parque. El tono de burla habia desaparecido y ahora hablaba mas en serio que nunca.
«Nosotros somos nueve millones, y tu eres solo uno. Haz numeros, Raymond. No es dificil deducir las probabilidades que tienes.»La foto de Raymond volvio a aparecer en pantalla. La chica se volvio a mirarlo otra vez.
Ya no estaba.
39
Raymond cruzo Wilshire Boulevard invadido por la rabia. Furioso contra si mismo por haber presupuesto que encontraria a Alfred Neuss, furioso contra Neuss por haberse marchado a Londres, furioso contra la arrogancia de John Barron. Lo que lo agravaba todo era la eficacia de la policia de Los Angeles y su rapidisima e implacable persecucion contra el. Eso hacia mucho mas urgente su necesidad de abandonar el pais de inmediato, esta noche, tal y como lo habia planeado. Y significaba, tambien, que tenia que informar a la baronesa.
Se detuvo a la sombra de una palmera grande y saco el movil de Charles Bailey de la mochila. Llamar a la baronesa para darle mas malas noticias era lo ultimo que ahora deseaba hacer, pero no tenia mas remedio que hacerlo. Abrio el movil y empezo a marcar el numero. Las dos de la tarde en Beverly Hills eran las diez de la noche en Londres. La baronesa estaria todavia en el numero 10 de Downing Street, en la cena que el primer ministro britanico ofrecia en honor del alcalde de Moscu y el ministro de Defensa de la Federacion Rusa, y no podia llamarla alli.
Inmediatamente volvio a abrir el movil y marco el numero de Jacques Bertrand en Zurich, donde eran las 11 de la noche. Si Bertrand dormia, mala suerte. Sonaron un par de pitidos y Bertrand respondio al telefono, despierto y alerta.
–
– ?Londres? -pregunto Bertrand.
– Si, y probablemente estara con Kitner.
– ?Conseguiste la…? -La conversacion continuo en frances.
– No. No tengo ni la llave ni la informacion. -De pronto, Raymond salio de la sombra de la palmera y siguio andando. Paso por delante del apartamento de Neuss y volvio sobre sus propios pasos por Linden Drive, como cualquier persona de las que andan por la calle y hablan por el movil al mismo tiempo-. Ha salido mi foto por television; la policia esta por todas partes. Tengo un pasaporte robado y un billete de Lufthansa para el vuelo 453 de esta noche, con destino a Frankfurt. Ha puesto usted la maquinaria en marcha para que disponga de un
– Si.
– Pues cancelelo.
– ?Estas seguro?
– Si. No vale la pena correr el riesgo para que luego me descubran. Ahora no.
– ?Estas seguro? -volvio a preguntarle Bertrand.
– Si, maldita sea. Digale a la baronesa que lo siento, pero que asi es como han salido las cosas. Nos volveremos a reunir y empezaremos de nuevo por el principio. Me voy a deshacer de este movil, para que no puedan rastrear la llamada hasta usted si llegan a detenerme. Me pondre de nuevo en contacto cuando llegue a Frankfurt.
Raymond colgo y giro por Gregory Way hacia Spalding Drive, donde habia dejado el coche aparcado. Su plan era ir en el coche hasta uno de los parking de la terminal del aeropuerto internacional, dejar el coche alli y tomar un autocar-lanzadera hasta el mismo aeropuerto. Y luego confiar en el destino para poder llevar a cabo su charada y poder obtener el billete, pasar por el control de seguridad y embarcar en el vuelo de Lufthansa 453 como Josef Speer sin mas problemas.
Llego a Spalding y doblo la esquina, luego se detuvo. Dos coches de la policia local de Beverly Hills estaban aparcados en mitad de la manzana, con las luces del techo encendidas. En la calle y en las aceras habia un grupo de gente mirando como unos polis de uniforme examinaban un coche aparcado. Su coche. El que llevaba el cadaver de Charles Bailey en el maletero.
Cerca de el habia una mujer anciana enfrascada en una animada conversacion con uno de los policias, mientras luchaba por sujetarse a la correa de un perrito que bailaba en circulos y ladraba sin cesar hacia el coche. De inmediato, otro policia volvio hasta su coche patrulla, saco una herramienta y volvio a acercarse al coche de Bailey. Hizo palanca con la herramienta y abrio el maletero.
Al instante, un grito se levanto a coro al ver el cadaver que habia en el interior. El perro ladro mas fuerte y se puso a tirar de su correa con fuerza, provocando que la mujer casi perdiera el equilibrio.
Raymond siguio mirando unos segundos y luego se volvio y se marcho rapidamente en direccion contraria, hacia Wilshire Boulevard.
John Barron estaba detras de Grammie Nomura, observando como la mujer hacia su boceto. Grammie tenia sesenta y siete anos, era americana de origen nipon, bisabuela, una gran bailarina y autora de unos de los cuadros paisajisticos mas misteriosos que John habia visto en su vida. Era tambien la mejor retratista profesional del LAPD y llevaba veinte anos a su servicio. En ese periodo de tiempo habia hecho mas de dos mil retratos robot de gente buscada, y mas o menos la mitad de desaparecidos o muertos, gente a la que la policia buscaba o trataba de identificar. Ahora estaba sentada frente el cuerpo mutilado de la victima de homicidio del pelo lila, tratando de dibujar el aspecto que debia de haber tenido unas cuantas horas antes, cuando estaba todavia vivo.
– Dibuja dos, Grammie -le dijo Barron, mientras la mujer trabajaba en el boceto que seria mostrado por todos los canales de television de Los Angeles tan pronto como lo completara-. Uno como si tuviera el pelo lila y otro como si no. Tal vez solo se lo hubiera tenido estos ultimos dias.
Barron la siguio observando un rato mas, luego se volvio para caminar arriba y abajo y dejarla terminar.
Descubrir la identidad de la victima era la clave, y este era el motivo por el que estaba aqui, presionando personalmente a Grammie. Mientras Raymond estuviera libre iria probando suerte, y Barron estaba decidido a cortar esa libertad lo antes posible echandole todo el dispositivo de prensa encima mientras trataban de identificar a la victima, para luego atraparlo desde el otro lado, al instante en que usara la identidad de la victima.
McClatchy dio tambien por buena la teoria del robo de identidad de Barron y mando de inmediato un aviso a todas las comisarias de policia del sur de California de que su fugitivo podia estar disfrazandose de joven con el