Un coche que todavia guardaba el cadaver del asesor de diseno en el maletero.

34

612a de Orange Grove Boulevard, Pasadena, California. 12:10 h

La doctora Janet Flannery debia de tener sesenta anos y estaba probablemente cinco kilos por debajo de su peso ideal. El pelo, gris y negro, lo llevaba muy corto pero sin demasiado estilo. Lo mismo ocurria con su ropa: vestia un traje pantalon beis muy corriente combinado con una blusa de un tono mas claro que le sentaba razonablemente bien. El mobiliario de su pequena consulta -una mesilla, un sofa y dos butacas- era igualmente insulso. La idea era, por supuesto, que todo resultara util pero que nada destacara. En una consulta de psiquiatria la atencion debia centrarse en el paciente, no en el terapeuta ni en su entorno.

– Quiere usted hacer un cambio en su vida y marcharse de Los Angeles. -La doctora Flannery junto las manos en su regazo y miro a John Barron, que se sentaba en el sofa delante de ella.

– No solo de Los Angeles. Quiero marcharme de California -respondio Barron, por encima del ruido del ventilador que descansaba en el suelo, a su lado. La presencia de tal cachivache, y el lo sabia, era para que las conversaciones entre medicos y pacientes no pudieran oirse desde la consulta de al lado ni desde la sala de espera de fuera-. Me gustaria hacerlo cuanto antes.

Barron junto las puntas de los dedos. La sesion con Red McClatchy de hacia un rato solo le habia servido para magnificar el alcance de su horror y reforzar su determinacion de llevarse a Rebecca y marcharse lo antes posible.

– Tengo que recordarle, detective, que su hermana esta en un lugar al que esta habituada y en un entorno que le resulta comodo. ?No tiene usted otra alternativa?

– No. -Barron se habia preparado una explicacion para justificar su subita peticion de que prepararan a Rebecca para abandonar Saint Francis de inmediato y le acompanara a un lugar extrano, nuevo y lejano-. Sabra usted lo que paso ayer en el tren de la Amtrak, supongo.

La doctora Flannery asintio con la cabeza:

– Usted estaba alli.

– Si, estuve alli. Llevo algun tiempo pensando que es mejor que dedique mi vida a otros asuntos. Lo de ayer me puso al limite de mi mismo. Dejare el LAPD lo antes posible, pero antes de hacer nada ni decir nada a nadie, quiero tener un destino para Rebecca. -Barron vacilo. Intentaba ir con cuidado y no mostrar mas de si mismo de lo que ya habia hecho-. Como le he comentado por telefono, todo esto tiene que ser estrictamente confidencial entre usted y yo. Cuando Rebecca este lista, informare a mis superiores.

Treinta minutos antes, en un acto de total determinacion, habia hecho lo que se creia incapaz de hacer: redactar el informe Donlan tal y como Red le habia pedido y con su firma al pie. Inmediatamente despues salio del Parker Center, consciente de que, a pesar del riesgo terrible de haber colaborado con el encubrimiento de un asesinato por parte del LAPD, redactar y firmar el informe habia sido algo necesario. Tenia que cubrirse ante la 5 -2 mientras preparaban a Rebecca y encontraba un lugar nuevo adonde llevarla. Una vez lista Rebecca y cuando la doctora Flannery le hubiera encontrado una institucion en algun otro estado, meteria tantos efectos personales como le cupieran en el Mustang y llamaria a su casero para rescindir el contrato de alquiler de su casa. Luego llamaria a la brigada para decir que estaba enfermo y se marcharia. Desde algun lugar del camino le haria llegar a McClatchy su carta formal de renuncia.

La idea era, sencillamente, desaparecer. Tenia el suficiente dinero ahorrado como para poder vivir los dos casi un ano, mientras el buscaba trabajo. Todavia era joven; podian cambiarse los nombres y, sencillamente, empezar de nuevo. Parecia razonable, incluso factible. Y dudaba que Red o cualquiera de los otros quisieran malgastar el tiempo o el dinero buscando y silenciando a un hombre que, de todos modos, ya estaba callado, y cuya hermana tampoco podia saber nada, aunque, de alguna forma, fuera consciente de lo ocurrido. Pero hasta que llegara aquel momento, sabia que tenia que seguirles el juego y seguir trabajando y actuar como si hubiera asimilado la conversacion con Red y tuviera toda la intencion de cumplir su juramento y permanecer en la brigada durante el resto de su vida profesional.

La doctora Flannery lo escruto durante un buen rato en silencio. -Si esto es lo que desea, detective -dijo, finalmente-, vere lo que puedo hacer.

– ?Tiene alguna idea del tiempo que puede tardar?

– En su estado actual, lo siento pero no. Me llevara un tiempo estudiar las posibilidades.

– De acuerdo. -Barron le hizo un gesto de gratitud y se levanto-. Gracias -dijo, consciente de que, por muy rapido que el quisiera marcharse, que el necesitara marcharse, la situacion de Rebecca no se podia resolver en un dia, ni tal vez en una semana. Era algo que tenia que aceptar.

Cuando ya se dirigia hacia la puerta, con su mente todavia concentrada en Rebecca y en la doctora Flannery, el pitido repentino de su movil lo sobresalto:

– Disculpe -dijo, mientras se sacaba el telefono del bolsillo-. Barron. ?Como? -pregunto bruscamente. Su actitud cambio de inmediato-. ?Donde?

35

MacArthur Park, 12:40 h

El Mustang de Barron golpeo el bordillo al subir por el parterre de cesped para aparcar al lado del Ford de Red. Detras del mismo, cuatro coches patrulla delimitaban un perimetro, y mas alla, agentes de uniforme mantenian a raya una multitud creciente de curiosos.

Barron salio rapidamente del coche y anduvo hacia un denso grupo de arbustos que habia cerca del agua.

Al acercarse pudo ver a Red y a dos agentes de uniforme de pie a un lado, hablando con un indigente vestido con harapos y con una melena que parecia un nido de ratas. Barron alcanzo los arbustos justo cuando Halliday salia con cuidado entre ellos, sacandose unos guantes de latex.

– Varon de raza blanca -dijo Halliday-. Pelo lila. Le han disparado tres balas en la cara, muy cerca. No lleva ni ropa ni documentacion. Nada. A menos que alguien denuncie su desaparicion o que consigamos algo de sus huellas, pasaremos mucho tiempo sin saber quien es. Echale un vistazo -le dijo a Barron.

Red se separo de los agentes y anduvo hacia ellos, y Barron se dirigio adonde Halliday habia estado unos segundos antes.

La victima yacia en el suelo, de lado, vestido solamente con la ropa interior. Tenia casi toda la cabeza destrozada, pero quedaba lo bastante para ver que llevaba el pelo tenido de lila. La ropa habia desaparecido.

– ?Que edad debe de tener? ?Veintiuno, veintidos…? -Barron salio de los arbustos justo cuando llegaba la gente de la division de Investigaciones Cientificas-. Tiene las unas limpias y cuidadas. No era ningun mendigo. Es como si alguien hubiera querido robarle la ropa.

– ?Se os ocurre algo, pues? -dijo Red, mirando a Halliday.

– Hace treinta minutos, tal vez una hora. Y este, ?que ha dicho? -dijo Halliday, senalando al indigente, que todavia hablaba con los polis de uniforme.

– No mucho. Que se ha metido por aqui a mear y ha estado a punto de hacerlo sobre el cadaver. Que se ha pegado un susto de muerte y se ha puesto a gritar.

Los tres detectives se apartaron para dejar a los de Investigaciones Cientificas el espacio suficiente para examinar el lugar de los hechos.

– Practicamente desnudo, igual que los agentes del ascensor del juzgado -Red miraba a los de la poli

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