que revelara sus emociones. De la misma manera que Raymond tambien lo habia manipulado.

– Esta ciudad es una vieja zorra, John. Con el tiempo ha encontrado mil maneras distintas de sobrevivir, no todas ellas totalmente legales, pero igualmente necesarias. Tu has sido expuesto a ellas de la misma manera que todos nosotros. Eres miembro de la brigada, estas ahi, y sucede, del mismo modo que ha sucedido desde el principio, desde hace cien anos. -Red se sento al borde de su mesa-. No creas que eres el primero en inquietarte por ello. Yo tuve la misma sensacion hace mucho tiempo. Pero entonces no ponian a los asesinos en serie en libertad tan rapido como lo hacen ahora.

»Antes de que te vayas, dejame que te diga algo sobre lo que puedes reflexionar. Es lo mismo que les he dicho a todos los miembros de la brigada el dia despues de que experimenten su primer 'OK'. Cuando te incorporaste a la Cinco Dos, hiciste un juramento que te compromete de por vida. Eso significa que tu estancia en ella es de largo recorrido. Acostumbrate y no te alteres tanto ni te pongas tan moralista por un incidente como para cometer el grave error de romper tu compromiso. Si sigue representando un problema, ten en cuenta otra parte de tu juramento: resolver las diferencias dentro de la brigada. Asi es como ha sido durante cien anos, y en estos cien anos nadie ha abandonado. Recuerdalo. Y recuerda que tienes una hermana que depende de ti para todo. No me gustaria pensar en como quedaria su estado mental si tu traicionaras tu juramento y trataras de largarte.

Barron sintio un escalofrio en la nuca que le bajaba por la espina dorsal. El comandante no se habia limitado a manipularlo para que le revelara sus sentimientos, sino que era casi como si le hubiera leido los pensamientos. Por primera vez, comprendio por que Red McClatchy se habia convertido en una leyenda. Por que era tan respetado y temido. No solo lideraba la brigada, sino que la protegia. Si tratabas de marcharte, te eliminaban.

– Yo, de ti, detective, volveria ahora mismo a mi mesa y me pondria a redactar el informe sobre el tiroteo de Donlan. Demuestranos a todos que estas en esto al cien por cien, que eres un socio en el que podemos confiar con los ojos cerrados; que podemos dejar atras el asunto del senor Donlan y dedicar toda nuestra concentracion a ese Raymond Oliver Thorne que tenemos por ahi pululando.

Durante unos segundos McClatchy se quedo en silencio, mirando a Barron sin mas. Cuando volvio a hablar, su tono era mas amable:

– ?Has entendido lo que te he dicho, detective?

Barron sentia el sudor frio formandose en su frente.

– Si, senor. -Su voz era apenas un susurro.

– Estupendo.

32

Suite 1195, Westin Bonaventure Hotel, 10:20 h

Hablaban en frances.

– ?Donde estas?

– En un hotel de Los Angeles.

– ?Los Angeles?

– Si.

– ?Estas herido?

La voz de la baronesa era tranquila y, de momento, se limitaba a los hechos. Raymond sabia que su llamada habia sido desviada por distintos dispositivos por al menos cuatro paises y que era practicamente imposible de rastrear.

– No -respondio, y luego se giro a mirar por la ventana y a la calle de delante del hotel, doce pisos mas abajo. Desde su posicion estrategica veia tres coches patrulla y dos grupos de agentes de uniforme que hablaban entre ellos en una acera-. Lo siento, baronesa, no tenia la intencion de involucraros. He llamado a Bertrand.

– Lo se, carino, pero ahora estas hablando conmigo. ?Que es este numero que nos has dado? ?Quien es Charles Bailey? ?Y tu telefono? Te he llamado una y otra vez, pero no me contestas. Tienes problemas; ?que ocurre?

La llamada a Jacques Bertrand de hacia noventa minutos tuvo la intencion de que el abogado suizo hablara con el primero y no la informara a ella hasta mas tarde, pero, obviamente, no habia sido el caso.

«Ella» era la baronesa Marga de Vienne, su tutora legal, la viuda del financiero internacional baron Edmond de Vienne y, como tal, una de las grandes damas mas ricas, prominentes y poderosas de Europa. Normalmente, en esta epoca del ano solia estar en el Chateau Dessaix, una mansion del siglo VXII a las afueras de Tournemire, la pintoresca region de la Auvernia, en el Macizo Central frances, pero ahora se encontraba en su suite del hotel Connaught, en Londres, donde eran casi las seis y media de la tarde. Raymond se la imaginaba enjoyada y vestida como siempre con su caracteristica combinacion de blancos y amarillos claros, con su densa cabellera oscura recogida en un delicado mono y preparandose para la cena a la que iba a asistir en breve en el numero 10 de Downing Street, ofrecida por el primer ministro britanico en honor de los dignatarios rusos de visita en la ciudad Nikolai Nemov, el alcalde de Moscu, y el mariscal Igor Golovkin, ministro de Defensa de la Federacion Rusa. Sin duda, la reunion tendria como intriga principal el rumor supersecreto de que, con la intencion de dar estabilidad a una sociedad que era percibida generalmente como caotica, corrupta y cada vez mas violenta, Rusia estaba planteandose seriamente el regreso de la familia imperial Romanov al trono en forma de una monarquia constitucional. Verdad o mentira, habia pocos motivos para creer que los rusos estarian dispuestos a hablar del tema ni siquiera en aquel entorno tan protegido. Sin embargo, los presionarian para que lo hicieran, y la comedia diplomatica anadia interes a la velada. Era una cena a la que habia previsto asistir con la baronesa, pero ahora, por motivos mas que obvios, le resultaba imposible.

– Baronesa, una lamentable serie de incidentes me han llevado a una situacion en la que me he visto obligado a matar a varias personas, entre ellas a policias. Las autoridades me buscan por todos lados. Sin duda lo vereis en las noticias internacionales, si no lo habeis hecho ya. He llamado a Bertrand para que me ayudara. No tengo pasaporte y, por tanto, no puedo salir del pais.

»Incluso si lograra esquivar a la policia, salir del pais sin pasaporte y llegar a Inglaterra me resultaria imposible. Ordene a Bertrand que disponga un jet privado para que me recoja en un aeropuerto de aviacion civil. Santa Monica es el mejor y el que me cae mas cerca.

»Ademas del avion, necesitare dinero y tarjetas de credito, y un pasaporte nuevo con algun otro nombre y nacionalidad. Francesa o italiana, probablemente, da igual.

Debajo vio pasar dos unidades motorizadas y luego dos coches patrulla mas. Luego un helicoptero del LAPD cruzo por el cielo.

– Hoy Peter Kniter ha sido nombrado caballero en el Palacio de Buckingham -dijo de pronto la baronesa, como si no hubiera oido nada de lo que le acababa de contar.

– Ya me lo imaginaba -respondio el, con frialdad.

– No emplees ese tono conmigo, carino. Se que tienes problemas, pero has de comprender que todos los otros relojes siguen marcando las horas y que no podemos permitirnos perder mas tiempo del que ya hemos perdido. La ultima vez que hablamos, cuando estabas en el tren que venia de Chicago, me aseguraste que tenias las llaves. ?Donde estan ahora?

Raymond tuvo ganas de colgarle el telefono. En toda su vida, ni una sola vez habia sentido el carino de ella, solo la realidad de las cosas mas inmediatas. Incluso de nino, un corte, un rasguno o una pesadilla eran cosas sobre las que no tenia derecho a lloriquear, solo habia que resolverlas lo mas rapidamente posible para que dejaran de ser un problema. La vida estaba llena de obstaculos, grandes y pequenos, le habia advertido ella desde que tenia uso de razon. Y lo de ahora no era distinto. Fuera lo que fuese que hubiera sucedido, no estaba herido, seguia estando solo, seguia siendo capaz de llamar a Europa desde la proteccion relativa de una habitacion privada de hotel.

– Carino, te he preguntado donde estan las llaves.

– He tenido que dejarlas en mi bolsa, en el tren. Supongo que ahora estan en manos de la policia.

Вы читаете La huida
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×