cientifica. Tenia una rabia y una intensidad en la mirada que Barron no le habia visto nunca.

– Esta pensando en Raymond -dijo Halliday, mientras llegaba el primer contingente de prensa. Como siempre, Dan Ford iba el primero.

– Si, estoy pensando en Raymond.

– Comandante -ahora Dan Ford se dirigia a Red-. Sabemos que han asesinado a un hombre joven en el parque. ?Relaciona este asesinato con Raymond Thorne?

– Te voy a decir una cosa, Dan -espeto McClatchy mirando a Dan, y luego al resto de periodistas del grupo-: Tu y los demas hablad con el detective Barron. El puede hablar de la investigacion tan bien como el resto de nosotros.

De inmediato, McClatchy llamo a Halliday y los dos se alejaron del grupo. Ahi la tenia, la manera de Red de demostrarle que volvia a ser uno de los suyos, que todas las discrepancias se habian salvado con su firma en el informe Donlan. Ademas, las normas seguian intactas: resolver cualquier diferencia dentro de la brigada.

– ?Es Raymond el sospechoso, John? -le pregunto Ford. Detras de el se acercaron otros periodistas. Las camaras grababan, los micros se le acercaban. Entonces Barron vio otro coche de camuflaje que se aproximaba, al tiempo que Red y Halliday llegaban al coche de este ultimo. Las puertas se abrieron y del vehiculo salieron Polchak y Valparaiso. Hubo un breve intercambio de frases y luego los dos detectives se dirigieron a traves del cesped hacia donde los uniformados seguian conversando con el mendigo de melena de rata y hacia los arbustos, donde los de la Cientifica inspeccionaban el cadaver.

– ?Quien es la victima? -grito alguien desde el grupo de periodistas.

Barron se volvio hacia ellos.

– No lo sabemos. Sabemos solamente que es un hombre de veintipocos anos y que le han disparado varias veces en la cara -dijo secamente y mientras se sentia invadido por la rabia-. Desde luego, Raymond Thorne es sospechoso. Probablemente sea «el» sospechoso.

– ?Ha sido identificada la victima?

– ?No ha oido lo que acabo de decir? -El nerviosismo y la ira seguian instalados en Barron. Al principio penso que su mal humor estaba provocado por Red, por su manera simplona de darle unos golpecitos a la espalda y acogerlo de nuevo en el seno de la brigada por lo que habia hecho, pero cuando se encontro delante de Dan Ford y el resto de periodistas, con las camaras y los micros grabandolo todo, se dio cuenta de que McClatchy era tan solo una parte del problema. El problema real era el mismo, porque todo esto le afectaba. Le afectaba la ejecucion a sangre fria de Donlan, el muchacho muerto bajo los arbustos, pensar en su padre y en su madre y en el horror que llenaria sus corazones para el resto de sus vidas cuando se enteraran de lo ocurrido. Le afectaba la gente que habia muerto en el edificio del Tribunal Penal y se imaginaba el drama de sus hijos y de sus familias. No era capaz, despues de todos aquellos anos, de quitarse de la cabeza el asesinato de sus propios padres. Ademas, habia otra cosa. Algo que ahora mismo penso, mientras soportaba el calor y la contaminacion del mediodia enfrentado a aquella congregacion periodistica con toda su parafernalia electronica que lo enfocaba: que todo aquello que habia ocurrido con Raymond era culpa suya. El habia sido el agente al mando de su arresto; el fue quien estuvo en Parker Center permitiendo que Raymond le tomara el pelo, como si este supiera desde el principio lo ocurrido con Donlan y lo hubiera puesto contra las cuerdas para que le mostrara su verdadero estado mental, lo cual no hizo mas que confirmar sus sospechas. Barron lo tenia que haber comprendido en aquel momento, tendria que haber sabido calibrar lo calculador y peligroso que era Raymond y haber hecho algo al respecto; como minimo, advertir a los agentes que lo custodiaban de que estuvieran especialmente alerta. Tendria que haberlo hecho, pero no lo hizo. En vez de eso, exploto ante la astucia de Raymond, con lo cual le revelo a aquel asesino todo lo que necesitaba saber.

De pronto, Barron miro a Dan Ford:

– Quiero que me hagas un favor, Dan. Pon la foto de Raymond en la portada del Times. Todo lo grande que puedas. ?Crees que te va a ser posible?

– Creo que si -asintio Ford.

De inmediato, Barron se volvio hacia los demas:

– Esta es la segunda vez hoy que pedimos la colaboracion ciudadana para encontrar a Raymond Thorne. Nos gustaria que su foto siguiera apareciendo en todos los noticiarios y que siguieran pidiendo a cualquiera que lo vea, o incluso que crea haberlo visto, que llame de inmediato al 911. Raymond Thorne es un enemigo publico despiadado. Va armado y debemos considerarle extremadamente peligroso.

Barron se quedo en silencio y vio el furgon del forense que avanzaba mas alla de los coches patrulla y se metia por encima del cesped, hacia los arbustos donde se encontraba el cuerpo del muchacho. Su atencion se volvio bruscamente a la prensa y a la camara de video que tenia directamente delante de el.

– Tambien tengo algo que decirte a ti, Raymond, si me estas viendo. -Hizo una pausa, y cuando volvio a hablar fue en el mismo tono sereno y burlon que Raymond le habia dedicado el dia anterior en Parker Center-. Me gustaria saber como te sientes, Raymond. ?Estas bien? Tu tambien puedes llamar al 911, lo mismo que todos los demas. Sencillamente, pregunta por mi. Ya sabes como me llamo, detective John Barron, de la brigada cinco dos. Vendre a recogerte personalmente, donde tu me digas. Asi no le haras dano a nadie mas. -Barron vacilo otra vez, y luego prosiguio con la misma calma-. Seria lo mas facil para todos, Raymond. En especial para ti. Nosotros somos nueve millones, y tu eres solo uno. Haz numeros, Raymond. No es dificil deducir las probabilidades que tienes.

Una vez acabo, Barron dijo «eso es todo» y se marcho hasta donde Polchak y Valparaiso hablaban con el jefe de la unidad de policia cientifica. Si algo acababa de conseguir con su suplica directa ante las camaras habia sido convertir la busqueda de Raymond en una guerra personal.

36

Beverly Hills, 13:00 h

Raymond aparco el coche de Charles Bailey en la manzana 200 de South Spalding Drive, a la vista del Instituto de Beverly Hills, saco la segunda Beretta del maletin de Charlie y la metio dentro de la mochila de Josef Speer para complementar la otra Beretta que llevaba en la cintura. Luego cogio la mochila y salio, cerro el coche y recorrio la breve distancia hasta Gregory Way.

Les hizo un gesto simpatico de saludo a dos mujeres que hablaban en la esquina, antes de girar por Gregory en direccion a Linden Drive. Ya sin la apariencia de hombre de negocios engominado, sino con la cazadora tejana de Speer, la camiseta y el pantalon vaquero, la mochila colgada de un hombro y una gorra de los L.A. Dodgers calada sobre el pelo, recien tenido de lila, Raymond se parecia a cualquier joven veinteanero de los que circulaban por este barrio de cesped impecable y de edificios de apartamentos.

Al llegar a Linden Drive giro a la izquierda y se puso a buscar el numero 225, el bloque de apartamentos en el que vivia Alfred Neuss y al que iba a regresar para el almuerzo exactamente a las 13:15. Lo mismo que hacia seis dias a la semana y que habia hecho cada semana durante los ultimos veintisiete anos. Un paseo preciso de siete minutos desde su exclusiva joyeria de Brighton Way. Raymond se habia protegido la semana anterior contra cualquier cambio de habito inesperado con la misma estrategia que habia utilizado en San Francisco, Mexico y Chicago, sencillamente llamando antes y, con un nombre ficticio y una historia creible, concertando una cita con su victima. Con Neuss no fue distinto. Sencillamente lo llamo y, con acento del Medio Oeste, le dijo que era un criador de caballos de Kentucky llamado Will Tilden que iba a la ciudad y estaba interesado en comprarle un collar de diamantes muy caro a su esposa. Neuss estuvo mas que contento de concertar la cita y quedaron para el lunes siguiente a las dos de la tarde, lo cual le daba a Neuss la oportunidad de seguir con su rutina diaria. La tormenta de granizo que obligo a Raymond a cambiar su medio de transporte retraso las cosas, pero llamo a Neuss desde el tren y cambio la cita para el martes. El hecho de que no se hubiera presentado, sin duda, habria irritado a Neuss, pero eso ya no tenia manera de solucionarlo. Pero si Neuss estaba en la ciudad lunes y martes y habia respetado su estricta semana de trabajo de seis dias durante todos aquellos anos, no habia razon para creer quenada se la habria hecho cambiar ahora, ni tampoco sus costumbres diarias.

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