– ?Y que hay de Neuss?

– Baronesa, me parece que no entendeis lo que esta ocurriendo aqui.

– Eres tu, carino, quien no lo entiende.

Raymond lo entendia perfectamente. Alfred Neuss tendria una llave de la caja fuerte. Alfred Neuss sabria donde estaba. Sin la llave, sin el contenido de la caja, y sin Neuss muerto era como si no tuvieran nada. Para ella solo existian dos asuntos, y al resto del mundo que le dieran morcilla: ?tenia el nombre y la direccion del banco? ?Se habia ocupado de Alfred Neuss?

La respuesta de el fue no.

– Warum? -«?Por que?», le pregunto en aleman, cambiando bruscamente de idioma, por capricho, de aquella manera exasperante que tenia de embutirle los conocimientos que ella consideraba que debia asimilar. En frances, aleman, ingles, espanol, ruso, el idioma no importaba. Se suponia que el debia comprender siempre lo que se decia a su alrededor, hasta si actuaba como si no lo hiciera.

– Madame la baronesse, vous ne m'ecoutez pas! -«Baronesa, no me escuchais», le dijo enojado, aferrandose al frances-. Soy objeto de un enorme despliegue policial. ?De que os sirvo, si me arrestan o me disparan?

– Eso no es una respuesta -lo corto ella como siempre.

– No -dijo el en un susurro; tenia razon, como siempre-, no lo es.

– ?Cuantas veces hemos hablado, carino, del significado de los tiempos dificiles, para que aprendas a levantarte por encima de ellos? No te habras olvidado de quien eres.

– ?Como podria? Siempre os tengo a vos para recordarmelo.

– Pues entonces comprende la dura prueba a la que estan siendo sometidas tu formacion y tu inteligencia. Dentro de diez anos, de veinte, todo esto te parecera una tonteria, pero en cambio lo recordaras heroicamente como una valiosa leccion de autoconocimiento. Al lanzarte a las llamas, Dios te esta exigiendo, como siempre, grandeza.

– Si -susurro Raymond.

– Y ahora, dispondre lo que necesitas. El avion es facil. El pasaporte y llevarlo hasta el piloto que tiene que entregartelo resultara mas dificil, pero ambos te llegaran, sea como sea, manana. Mientras tanto, haz lo que tengas que hacer con Neuss. Hazte con su llave, averigua donde esta el banco y luego matale. Manda la llave por mensajeria expres a Bertrand, que se ira a Francia y sacara las piezas de la caja. ?Lo has entendido?

– Si.

Abajo, en la calle, Raymond vio a otro grupo de policias en la acera de delante del hotel. Este grupo era distinto de los agentes de patrulla que habia visto antes. Llevaban casco y chalecos antibalas, e iban armados con armas automaticas. Se aparto de la ventana al ver que algunos miraban hacia las plantas superiores del hotel. Eran un equipo del SWAT y parecia que estuviesen preparandose para entrar en el hotel.

– Baronesa, comandos especiales de policia se han congregado delante del hotel.

– Quiero que te olvides de ellos y que me escuches, carino; escucha mi voz -dijo, en un tono sereno y expeditivo-. Ya sabes lo que quiero oir. Dimelo, dimelo en ruso.

– Yo… -vacilo, con los ojos fijados en la calle. El equipo del SWAT no se habia movido, sus agentes seguian en el mismo lugar de antes.

– Dimelo -le ordeno.

– Vsay -empezo, lentamente-. Vsay… ego… sudba…V rukah… Gospodnih.

– Otra vez.

– Vsay ego sudba V rukah Gospodnih -repitio, esta vez con la voz mas fuerte y convincente.

Vsay ego sudba V rukah Gospodnih. Todo su destino esta en las manos de Dios. Era un dicho popular ruso, pero ella lo habia personalizado para que significara «de el». El destino del que hablaba era el suyo propio; Dios lo dirigia todo, y todo pasaba por un motivo. De nuevo, Dios le estaba poniendo a prueba, ordenandole que se levantara y encontrara una salida, porque era seguro que habia una.

– Vsay ego sudba V rukah Gospodnih -dijo otra vez Raymond, repitiendo el dicho como un mantra que tal vez habia repetido diez mil veces en su vida, exactamente del mismo modo que ella se lo enseno cuando era nino.

– Otra vez -le susurro ella.

– Vsay ego sudba V rukah Gospodnih. -Ahora ya no estaba concentrado en la policia sino en lo que estaba diciendo, y lo decia como una promesa, llena de fuerza y de hechizo, como un juramento de fidelidad hacia Dios y hacia el mismo.

– Asi, carino, ?lo ves? Cree en la Providencia, en tu formacion y en tu inteligencia. Hazlo y el camino se abrira ante ti. Con la policia, con Neuss, y luego el viernes con nuestro queridisimo… -hizo una pausa y el pudo sentir las decadas de odio acumulado explotar cuando pronunciaba su nombre-, Peter Kitner.

– Si, baronesa.

– Que Dios te acompane.

Se oyo un clic y el telefono se quedo mudo. Raymond colgo lentamente, con el aura de la baronesa todavia acompanandolo. Miro otra vez por la ventana. Los policias seguian alli, en la acera de enfrente como antes. Pero ahora parecian mas pequenos, como piezas de ajedrez. No tanto figuras a las que temer, sino con las que jugar.

33

10:50 h

Si confiaba en si mismo el camino le seria indicado. La baronesa tenia razon. En cuestion de minutos sucedio.

Empezo con el sencillo razonamiento de que si la policia le habia seguido el rastro hasta ahora, la prensa estaria tambien encima de la noticia, y entonces puso la tele que habia en el salon con la esperanza de ver algun noticiario que le diera alguna idea de lo que las autoridades estaban haciendo.

De esa manera rapida y burda consiguio mucho mas de lo que esperaba. Casi todos los canales mostraban imagenes del tiroteo en los juzgados. Vio los cuerpos tapados de los dos agentes, del alguacil, de la mujer policia y del hombre al que habia estrangulado en la escalera de incendios para robarle la cazadora negra, y como eran cargados en el furgon del forense. Entrevistaban a policias nerviosos e indignados, y a ciudadanos igualmente estupefactos y furiosos. A las imagenes aereas de la persecucion a baja velocidad del taxi les seguia el clip de la adolescente negra y de su madre. Luego venian los presentadores en directo del telenoticias que anunciaban la orden de busqueda y captura del «criminal mas buscado de la ciudad, extremadamente peligroso» que habia emitido el comandante de la brigada 5-2, Arnold McClatchy. Luego venia su descripcion fisica y una imagen a toda pantalla de la foto que le habia hecho el LAPD al ficharlo. Con ella venia el ruego a toda la poblacion de avisar a la policia de inmediato en caso de verle.

Raymond retrocedio, tratando de asimilar la magnitud del asunto. La baronesa tenia razon. Dios lo estaba poniendo a prueba, ordenandole que se levantara y que encontrara la manera de salir. Y fuera cual fuese esa manera, una cosa le resultaba ahora meridianamente clara: ya no disponia del lujo de intentar esconderse durante un dia mas para que el avion privado de la baronesa lo recogiera en el aeropuerto de Santa Monica. Lo que tenia que hacer era llegar a Neuss, obtener la llave de la caja fuerte y enterarse de la ubicacion del banco frances en el que estaba guardada; luego matar a Neuss, salir de Los Angeles y marcharse a Europa lo antes posible. Y eso significaba que debia hacerlo durante las ultimas horas del dia de hoy. Teniendo en cuenta la magnitud de la fuerza organizada contra el, se trataba de una mision, si no imposible, enormemente complicada. Pero no tenia eleccion. El futuro de todo lo que habian planificado desde hacia tanto tiempo dependia de ello. Como hacerlo, de nuevo, era otro tema.

De pronto, el canal de television que estaba mirando dio paso a la publicidad. Mientras trataba de pensar una

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