Hotel Westin Bonaventure, centro de Los Angeles. 9:44 h

Raymond tenia una lujosa suite de dos habitaciones equipada con televisor, escritorio, minibar, microondas, nevera y cafetera. Disponia tambien de ropa nueva y de una nueva identidad, y tendria todo eso mientras nadie descubriera que el especialista en diseno de automoviles Charlie Bailey, de Nueva Jersey, faltaba de alla donde se le esperaba y la policia empezara a buscarlo.

El encuentro con Charlie Bailey fue una suerte surgida de las circunstancias y la pura necesidad. Cuando huia de la policia, al salir del edificio del Tribunal Penal, Raymond condujo el taxi robado a toda velocidad, consciente de que disponia de tan solo diez o quince segundos antes de se le echaran encima. Entonces le pregunto a su rehen si sabia conducir, y cuando la muchacha le dijo que si, sencillamente aparco en el bordillo y salio corriendo del vehiculo, despues de decirle que se marchara a su casa y esperar lo justo para verla poner el taxi en marcha y alejarse. Luego se marcho, suplicando interiormente haberla asustado lo bastante como para que hiciera lo que le habia dicho y no parara el coche por nadie, en especial la poli.

Con la cazadora negra que le habia quitado al hombre de la escalera de incendios del edificio judicial y se habia echado encima del uniforme del policia muerto, siguio andando, tratando de mantener la compostura y de encontrar una manera de desaparecer de las calles. Media manzana mas abajo vio al hombre que resultaria ser Charlie Bailey, de mas o menos la misma estatura y peso que el, vestido con traje y corbata. Iba solo y estaba abriendo un coche en un aparcamiento solitario, al cual estaba a punto de subir. Entonces Raymond hizo desaparecer rapidamente la cazadora negra en un contenedor de basura y adopto el personaje del uniforme que llevaba, el de un agente de policia del condado de Los Angeles.

Con el mismo acento americano fingido que venia utilizando desde hacia dias, se acerco al hombre con aire autoritario, le explico que habia habido una serie de robos de automoviles en la zona y le pidio ver su permiso de conducir, ademas del titulo de propiedad del vehiculo. El hombre le enseno un carnet de conducir del estado de Nueva Jersey que lo identificaba como Charles Bailey y le dijo que el coche era alquilado. Cuando Raymond le pidio ver los papeles del alquiler y Bailey abrio el maletero para sacar su maletin, Raymond le pego un disparo en la nuca, embutio el cuerpo en el maletero y lo cerro. Entonces cogio el maletin y las llaves del coche, lo cerro bien y se marcho. Tan solo se detuvo para recuperar la cazadora negra del contenedor y volversela a echar encima para disimular de nuevo el uniforme.

El maletin resulto ser un tesoro. Dentro habia toda la identidad de Charles Bailey: su dinero en efectivo, sus tarjetas de credito, su telefono movil y la tarjeta de acceso a su suite, numero 1195, del hotel Westin Bonaventure, el enorme hotel en forma de torre de cristal que estaba justo un poco mas arriba de la misma calle. El motivo por el que Bailey habia dejado el coche en ese parking en vez de estacionarlo en el hotel no era nada evidente, pero, desde luego, le habia costado la vida al asesor de diseno.

Al cabo de veinte minutos Raymond se encontraba en la suite del muerto, se habia duchado, se habia curado el rasguno de bala del cuello con una pomada antiseptica que habia encontrado entre los efectos de bano y se habia puesto un traje gris que le iba bastante bien sobre una camisa azul, en la que se anudo una corbata a rayas rojas para camuflar la herida. Entonces se decidio a usar el movil de Bailey para marcar un numero en Toronto desviado a un numero en Bruselas, que a su vez estaba desviado a un numero de Zurich, desde el cual una voz grabada en el contestador le informo de que el destinatario de su llamada no estaba disponible y le decia que podia dejar un mensaje y la llamada le seria devuelta en breve. En frances, Raymond dijo que se llamaba Charles Bailey, pregunto por Jacques Bertrand y dejo el numero de telefono de Bailey. Luego colgo y espero.

Ahora, casi una hora mas tarde, seguia esperando. Mientras andaba nerviosamente de un lado a otro de la habitacion, se preguntaba por que Bertrand todavia no le habia devuelto la llamada y si no deberia haberle dicho directamente quien era, en vez de haber usado el nombre y el numero de Bailey.

Bertrand y la baronesa tenian su numero de movil, y si hubiera podido usarlo la llamada le habria sido devuelta de inmediato, pero su telefono habia sido destruido aposta cuando lo tiro por la ventana del coche robado que Donlan utilizo para asegurarse de que la policia no se lo encontraba ni lo utilizaba para rastrear sus llamadas hasta la baronesa o Bertrand. Una llamada a Bertrand de parte de un tal Bailey podia considerarse como, sencillamente, un numero equivocado si jamas llegaran a detectarla, pero dejar su nombre y numero era arriesgarse a que asociaran a Bertrand con el y con un hombre al que, tarde o temprano, encontrarian muerto, y eso era algo que no se atrevia a hacer. En especial ahora, cuando la policia habria destapado la farsa con su rehen y la chica les habria indicado el lugar en el que se habia bajado del taxi. No habrian tardado mucho en acordonar la zona e ir a buscarle puerta a puerta. Eso hacia que proteger su identidad y su mision fuera mas importante que nunca.

31

Parker Center, 9:48 h

– 1915, Huey Lloyd; 1923, Jack Dedo Hammel; 1928, James Henry Green.

John Barron estaba inclinado encima de una mesa en el despacho de Red mientras, una a una, este le colocaba delante una serie de fotos en blanco y negro de 20 X 25 centimetros. Las fotos eran documentacion oficial del LAPD. Fotos frias e informales de tipos fallecidos, con etiquetas que les colgaban del dedo del pie y tumbados en mesas del deposito de cadaveres. Hombres desnudos y muertos con los agujeros de bala rellenados con cera de funeraria.

– 1933, Clyde Hill; 1937, Harry Shoemaker; 1948…, 1957…, 1964…, 1972… -Red iba leyendo los anos a medida que iba sacando mas y mas de aquellas tristes fotos-. 1985, 1994, 2000, y la mas reciente…

Sin mas comentarios, McClatchy coloco la ultima, la foto del deposito de Frank Blanquito Donlan.

– Todos ellos asesinos en serie a los que, de alguna manera, la justicia volvia a dejar sueltos una y otra vez. -Red recogio las fotos y las volvio a meter en el grueso archivador marron de acordeon del que las habia sacado-. Usas la palabra «asesinato» para describir lo que les sucedio a todos estos hombres cuando se trata de haberle quitado la vida a un ser humano. El problema es que ninguno de estos era humano. Eran monstruos a los que el sistema seguia dejando en libertad. Criaturas que habian matado antes y que iban a seguir matando una y otra vez. -Red cruzo la estancia y dejo el archivador encima de su despacho-. Asi que aqui tienes la explicacion, John Barron. No ibamos a darle otra oportunidad de matar.

Barron lo miro. Alli estaba la respuesta al asesinato de Donlan.

Como en la larga serie que le precedia, no se trataba de un asesinato, sino sencillamente de la eliminacion de una alimana.

– Puede que te preocupe, John Barron, que, de alguna manera, alguien pueda enterarse. Pero en un siglo de este tipo de practicas todavia no se ha enterado nadie. ?Y sabes por que? Porque no quieren.

– ?No quieren? ?Quienes?

– La gente de la calle. Son situaciones en las cuales no quieren ni pensar, y desde luego, no quieren saber. Es para lo que nos pagan.

Barron le miro un largo rato, estupefacto ante aquella justificacion tan sencilla del asesinato a sangre fria.

– Esto es lo que «el OK» significa, ?no? -pregunto, a media voz-. El permiso para llevar a cabo la ejecucion. Por eso no se planteo nunca sacar a Donlan del tren en una de las estaciones anteriores. Alli el LAPD no tiene jurisdiccion; tendrian que haber llamado a una agencia local y ese «OK» no se habria dado nunca.

– Cierto -asintio Red.

– ?Y quien lo da? -Barron se sentia cada vez mas furioso. De pronto se levanto y se dirigio hacia la ventana para sentir el fuerte brillo del sol de marzo en Los Angeles, y luego se volvio de cara a McClatchy-. ?El jefe de policia? ?El comisario? ?El alcalde? ?O a estas alturas es todo producto de una combinacion informatica de X y O que calcula quien tiene derecho a vivir y quien no?

McClatchy esbozo una sonrisa y, de pronto, Barron se dio cuenta de que habia sido manipulado adrede para

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