Barron se metio el Cok en el cinturon y saco la Beretta, luego recorrio el vagon mirando por las ventanas. Por lo que atinaba a ver, estaban debajo del techo o algun tipo de cubierta de un enorme almacen en forma de U que tenia andenes elevados por todos lados para facilitar la descarga de los vagones de mercancias. Arriba, unas puertas cerradas a la altura de la cabeza alcanzaban el anden y estaban iluminadas e identificadas individualmente con unos numeros grandes y de colores vivos, pintados en rojo, amarillo o azul. El reflejo de las luces se filtraba por las ventanas del vagon, dividiendo el espacio en zonas de brillo cegador y zonas de casi total penumbra.
Barron estiro el cuello. Fuera podia ver varios vagones de carga en el mismo ramal, detras de ellos. Aparte de esto la zona estaba totalmente a oscuras. Habian pasado de la noche al dia y ahora otra vez parecia ser de noche, todo en el espacio de apenas veinte minutos.
Barron miro otra vez a Raymond, esposado al fondo del vagon. Luego un movimiento exterior le llamo la atencion y vio a un hombre alto en uniforme de ferroviario salir corriendo de la locomotora y desaparecer de la vista. Era el maquinista.
– Dame una oportunidad, John. Quitame las esposas. -Raymond tambien habia visto al maquinista.
– No.
De pronto Barron se acordo de su radio de policia. Estaba en su chaqueta, al otro lado del vagon. Se agacho y corrio a buscarla, pasando por el claroscuro blanco y negro como un arlequin.
Y ahi estaba, recuperando su chaqueta, sacando la radio y sintonizando el canal protegido de la brigada. Una fuerte ola estatica recorrio el vagon, luego se oyo:
– John, ?estas ahi?
La voz de Valparaiso sono por el receptor. Sonaba relajado, hasta tranquilo.
Barron sintio como se le erizaban los pelos de la nuca. Miro afuera. Lo unico que vio fueron las hileras de puertas iluminadas. Cruzo al otro lado pero no vio mas que las siluetas oscuras de los vagones de mercancias y, detras, lo que parecian ser mas puertas iluminadas de almacenes. Entonces vio los faros de un coche que giraba al fondo de los edificios y que emprendia el camino irregular de gravilla entre las vias. Al cabo de un momento el coche se detuvo, las luces se apagaron y la puerta del coche se abrio. Durante un instante fugaz vio la silueta de Lee, que luego desaparecio entre las sombras.
– ?John? -La voz de Valparaiso volvio a irrumpir por la radio-. Estas en un almacen cerrado. Todo el edificio esta rodeado por agentes uniformados. Podemos hacerlo facil o dificil, ya sabes como van estas cosas. Entreganos a Raymond y te podras ir; no te pasara nada. Aunque pensaras que tenias que denunciarlo, seguiras siendo tu solo contra cuatro. Sencillamente, te daran una pequena baja por estres.
– Miente -dijo de pronto la voz de Raymond desde el fondo del vagon.
?O lo habia imaginado?
Sonaba mas cerca y Barron se pregunto si se habia liberado de los dos juegos de esposas y habia avanzado hasta el centro del vagon.
– Solo danos a Raymond, John. ?Por que quieres hacernos venir a sacarte cuando no hay necesidad de hacerlo?
– Todo empezo en un tren, John, y acaba en un tren -volvio a decir la voz de Raymond.
Con la radio en una mano y la Beretta en la otra, Barron miro al fondo del vagon. Lo unico que podia ver eran las rayas de cebra, negro azabache interrumpido por franjas de fuerte luz brillante. Sin embargo, aquella voz habia sonado mas cerca. Raymond venia hacia el, lo sabia.
Revolver en mano, Halliday asomo por entre las sombras cerca de una puerta con un 7 pintado en rojo al lado, y cruzo las vias hasta la parte delantera de la locomotora. A la izquierda podia ver a Lee avanzando junto a Valparaiso, y luego los dos se dirigieron hacia la puerta trasera del vagon.
Barron retrocedio a oscuras, escuchando. No oyo nada y se pregunto si se estaba equivocando.
– Hazlo facil, ?eh, John? -volvio a intervenir la voz de Valparaiso por su radio.
Barron miraba hacia las luces blanco y negro y las sombras que tenia delante. Escuchaba a Raymond incluso cuando levanto la radio.
– Marty -dijo.
– Te escucho, John.
– Bien. Que te den por culo.
Raymond oyo como Barron apagaba la radio. Estaba tumbado en el suelo y oculto de la luz, avanzando a gatas. Conservaba aposta una de las esposas colocada y mantenia la mitad libre en la palma de la misma mano. Un garrote perfecto para usar en el cuello de Barron cuando lo alcanzara. Se detuvo y escucho. ?Donde estaba? No se oia ningun ruido, nada.
De pronto sintio el contacto del acero frio debajo de la oreja.
– Me parece que no lo has entendido, Gatillo Ray. Estoy intentando evitar matarte.
De pronto Barron se agacho a su lado.
– Intentalo de nuevo y hare que te cojan.
Raymond sintio un hilillo de sudor junto al oido, donde estaba el revolver de Barron. De pronto Barron le cogio la esposa abierta y tiro de el, mientras con la Beretta lo tocaba debajo del menton.
– ?Quien cojones eres? -Los ojos de Barron bailoteaban bajo la luz reflejada.
– No lo adivinarias en tu vida -dijo Raymond, sonriendo con arrogancia-. Ni aunque vivieras dos vidas.
De pronto Barron tuvo un ataque de furia. Cogio a Raymond con fuerza y lo tiro de cabeza contra el pasamanos. Una vez. Dos. Tres veces. La nariz de Raymond empezo a sangrar y las gotas empezaron a mancharle la camisa. Entonces Barron tiro de el y lo miro a los ojos.
– ?Que es todo eso de Europa? ?Y los hombres asesinados y Alfred Neuss y Rusia? ?Que cono son esas llaves de caja fuerte?
– He dicho que jamas lo adivinarias.
Barron lo acerco todavia mas a el:
– Ponme a prueba -dijo, en un tono lleno de amenaza.
– Las piezas, John. Las piezas que aseguran el futuro.
– ?Que piezas?
La sonrisa arrogante volvio a aparecer en su rostro. Solo que esta vez fue mas lenta y calculada:
– Eso lo tendras que averiguar tu mismo.
– John… -la voz de Valparaiso parecio estar flotando en el aire-. ?John?
Bruscamente, Barron volvio a poner la esposa libre por la muneca de Raymond:
– Si te la vuelves a quitar te mato.
Barron busco su movil. Al menos sabia donde estaban y todavia tenia a Dan Ford. Si podian aguantar lo suficiente, Ford podia traer a la prensa hasta aqui. Abrio el telefono y espero a que se encendiera. Pero no lo hizo. Lo volvio a intentar, en vano. Tal vez se hubiera quedado sin bateria. Tal vez se le habia olvidado…
– Maldita sea -mascullo. Lo intento de nuevo. Nada.
– Esta muerto, John -dijo Raymond, mirandolo.
– Vale, esta muerto, pero nosotros estamos vivos. Cuando yo te diga, salimos corriendo hacia el lado de la locomotora. Agachados y rapido, ?vale?
– Vale.
– ?Ahora!