noche y atranco la puerta. Entonces se volvio hacia el muchacho: las arrugas que cruzaban su rostro aparecian tensas y sus ojos, normalmente serenos, ahora chispeaban.

Hamid se detuvo un momento junto a la puerta, pensativo. Luego, muy despacio, cojeo hacia el muchacho implorandole silencio con un gesto. Los escasos instantes que tardo en bajar aquella mano se hicieron interminables para Hernando. Por fin, Hamid se sento y le sonrio abiertamente; las mil preguntas que se agolpaban en la mente del muchacho —?Nazaries? ?Que insurreccion? ?Que piensa hacer el Gran Turco? ?Y los argelinos? ?Por que deberias ser un monfi? ?Hay berberiscos en las Alpujarras?— se redujeron sin embargo a una sola:

—?Como puedes ser tan pobre siendo descendiente...?

El semblante del alfaqui se ensombrecio antes de que Hernando terminara de formular la pregunta.

—Me lo quitaron todo —respondio secamente.

El muchacho desvio la mirada.

—Lo siento... —acerto a decir.

—No hace mucho —empezo a relatar Hamid para su sorpresa—, tu ya habias nacido incluso, se produjo un cambio importante en la administracion de Granada. Hasta entonces los moriscos dependiamos del capitan general del reino, el marques de Mondejar, en representacion del rey, senor de la casi totalidad de estas tierras. Sin embargo, la legion de funcionarios y leguleyos de la Chancilleria de Granada exigio para si el control de los moriscos, en contra del criterio del marques, y el rey les dio la razon. Desde ese momento, escribanos y abogados empezaron a desempolvar viejos pleitos sostenidos con los moriscos.

»Existia una costumbre por la que a todo morisco que se acogiese a senorio le eran perdonados los delitos que pudiera haber cometido. Ganaban todos: los moriscos se establecian pacificamente en tierras de las Alpujarras y el rey obtenia trabajadores que pagaban impuestos mucho mas elevados que si las tierras se hallaran en manos de cristianos. Pero ese acuerdo en nada beneficiaba a la Cancilleria Real.

Hamid cogio una pasa del cuenco, que aun estaba sobre la manta.

—?No quieres una? —le ofrecio.

Hernando se impacientaba. No, no queria una pasa... ?Queria que contestara, que continuara hablando! Pero, por no contrariarle, alargo la mano y mastico en silencio junto a el.

—Bien —prosiguio Hamid—, los escribanos, bajo la excusa de perseguir a los monfies, formaron partidas de soldados que en realidad no eran mas que criados o parientes suyos... con las mejores pagas que hayan existido nunca en el ejercito del rey. ?Cobraban mas que los tudescos de los tercios de Flandes! Ninguno de esos pretenciosos recomendados tenia arrestos para enfrentarse a un solo monfi, por lo que en lugar de luchar a espada contra los bandidos, lo hicieron con papeles contra los moriscos de paz. Aquellos que tenian causas pendientes debian pagar por ellas: muchos de los nuestros tuvieron que huir de sus hogares y unirse a los monfies. Pero la avaricia de los funcionarios no se quedo ahi: empezaron a investigar todos los titulos de propiedad de las tierras de los moriscos, y aquellos que no podian acreditarla con escrituras eran obligados a pagar al rey o abandonar sus tierras. Muchos no pudimos hacerlo...

—?Tu no poseias esos titulos? —inquirio Hernando al comprobar que el alfaqui se detenia en su explicacion.

—No —respondio este, con aire pesaroso—. Desciendo de la dinastia nazari, la ultima que reino en Granada. Mi familia —Hamid adopto un tono de orgullo que

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