monfies encabezaban la marcha. Tras ellos iba una fila de mas de cuarenta cristianos, desnudos y descalzos, ateridos de frio, con las manos atadas a la espalda. Mujeres cabizbajas, ninos menores de diez anos y las cerca de veinte mulas que cargaban el botin cerraban la comitiva, bajo la vigilancia de Hernando y Ubaid. Desparramados entre la formacion, los moriscos que habian decidido tomar las armas y sumarse a la lucha, los gandules, imprecaban a los cristianos y los amenazaban con mil terrorificas torturas si no renegaban de su fe y se convertian.
Pese a que Cuxurio de Berchules se hallaba a poco mas de un cuarto de legua de Alcutar, la dureza del camino pronto hizo mella en los pies descalzos de los cristianos y Hernando distinguio varias piedras manchadas de sangre. De pronto uno cayo al suelo: a tenor de sus delgadas piernas y su entrepierna sin vello alguno, se trataba de un nino pequeno. Los hombres iban todos atados, asi que ninguno pudo ayudarle; las mujeres lo intentaron, pero los gandules se lo impidieron a la vez que pateaban al muchacho. Hernando observo como la nina del pelo pajizo se echaba sobre el para protegerlo.
—?Dejadle! —grito, arrodillada, cubriendole la cabeza con sus brazos.
—Pidele a tu Dios que le levante —le grito uno.
—Renegad de vuestra fe —le espeto otro.
El pequeno grupo formado por el caido, la nina y los cuatro gandules rezagados hizo detener a la mula que encabezaba la recua.
—?Que pasa ahi? —Hernando oyo la voz de Ubaid a sus espaldas.
Hernando llego hasta ellos en el momento en que uno de los moriscos se sumaba a los gritos del arriero.
—?Vamos a tener que matarlos si no siguen adelante!
Entre las piernas de los gandules alcanzo a ver el cuerpo encogido del nino, vislumbro su rostro crispado y los ojos firmemente cerrados. Las palabras le surgieron sin pensarlas.
—Si los matais no podreis... podremos —se corrigio al instante— convertirlos a la verdadera fe.
Los cuatro moriscos se volvieron al tiempo. Todos le superaban en varios anos.
—?Quien eres tu para decir nada?
—?Quienes sois vosotros para matarlos? —se enfrento Hernando.
—Ocupate de tus mulas, muchacho...
Hernando le interrumpio y escupio al suelo.
—?Por que no le preguntais a el que es lo que debeis hacer? —anadio senalando la ancha espalda del Partal, que se alejaba por delante—. ?Acaso no los habria matado ya en Alcutar si ese hubiera sido su deseo?
Los cuatro jovenes intercambiaron miradas y finalmente decidieron seguir el camino, no sin antes propinar otro par de puntapies al nino. Con la ayuda de la chica, Hernando lo aparto del sendero y arreo a las mulas en espera de la Vieja. Sostenido por las axilas, colgando entre Hernando y la del pelo pajizo, el nino boqueaba en busca de aire. Ubaid observaba la escena sin decir nada. Sus ojos parecian sopesar la situacion. El hijastro de Brahim tenia mas arrestos de los que habia deducido a simple vista... En ese momento Hernando ayudaba a la chiquilla a montar al nino sobre la Vieja.
—?Por que lo has hecho? —le pregunto el—. Podrian haberte matado.
—Es mi hermano —contesto ella, con el rostro arrasado en